jueves, mayo 2, 2024

Portal informativo de la Organización Médica Colegial de España

InicioOpiniónDra. María Castellano: “Los médicos no podemos mirar para otro lado en...

Dra. María Castellano: “Los médicos no podemos mirar para otro lado en el tema de la violencia familiar”

La Dra. María Castellano, catedrática de Medicina Legal y Vocal de la Comisión Central de Deontología de la OMC, analiza el compromiso de los médicos contra la violencia y en especial en la violencia contra la mujer

En las XXI Jornadas Mediterráneas de Medicina Legal celebradas en Badajoz, en el mes de abril, y organizadas por el Dr. Mariano Casado, en una Mesa Redonda dedicada a la violencia contra la mujer, propusimos diez medidas en un documento llamado “Decálogo contra la Violencia de Género. Declaración de Badajoz”, que ha tenido gran difusión y amplio apoyo. Hoy vuelvo a este documento para retomar el punto “4. Ámbito médico”, por el siguiente motivo.   

En el acto solemne de la apertura del año judicial, presidido por el Rey, la Fiscal General del Estado refirió, como un hecho importante, la cifra de mujeres muertas por violencia de género, en el año 2015. Fueron 62 víctimas y de ellas sólo 14 habían puesto denuncia contra su maltratador. 

Para nadie estas cifras deben representar simples datos, pero menos aún para los médicos que nos esforzamos por fomentar la salud y luchar contra la enfermedad y el dolor. Consideramos que las 14 mujeres que habían sacado a la luz su sufrimiento pidiendo la protección de todos frente al más cruel y próximo enemigo, nunca debieron perder la vida. Precisamente en  España, desde el ámbito legislativo, judicial, policial, sanitario y social se han puesto en marcha tantas medidas que deberían ser suficientes para una protección real y garantizada de las mujeres maltratadas. Mucho hemos escrito sobre ello y será motivo de reflexión más amplia otro día. 

Mi atención hoy la acaparan las 48 mujeres que no habían denunciado. La primera noticia que se hace pública de ellas es su muerte, violenta, salvaje y despiadada. 

Pero ateniéndonos al sentido común de la experiencia, no podemos ni creer ni aceptar que nadie conociera la realidad trágica de la relación de la mujer víctima con “quién sea o haya sido”  su marido o pareja, y que finalmente le quita la vida. 

Cada uno de nosotros tenemos en nuestro entorno un círculo íntimo del que forman parte otras personas que, como familiares o amigos elegidos, participan de nuestra organización afectiva, de las vivencias, amores, desamores y de si la convivencia sentimental se encauza dentro de una vida razonablemente compartida en el respeto y la igualdad para sobrellevar adecuadamente las alegrías, los inconvenientes y problemas de la vida diaria.

Cada vez que tenemos noticia de la muerte de una de estas mujeres, hemos de preguntarnos ¿Dónde han estado su familia y sus amigos?. ¿Confiaban en que sus conflictos se arreglarían por sí solos, o simplemente se refugiaron en la cómoda postura de mirar para otro lado? 

Dentro de las medidas para prevenir la violencia y sus consecuencias hemos proclamado, en todos los medios de que hemos dispuesto, la importancia del compromiso familiar. Corresponde a los familiares reconocer la realidad del hecho, apoyar a la víctima en su seguridad y en el trámite de la denuncia y medidas siguientes, y participar y ayudarla en la mejor orientación y solución del problema. El instrumento preventivo del círculo familiar es muy importante.

Pero hoy quiero llamar la atención a los médicos para potenciar nuestro compromiso contra la violencia y en especial en la violencia contra la mujer.

¿Cuántas de estas 48 mujeres muertas en 2015, sin denuncia previa que permitiera su protección, habían visitado a su médico de familia o a algún especialista?  Intuyo que bastantes de ellas. Sabemos que la víctima silenciosa de violencia experimenta ansiedad, miedo, angustia, etc., emociones y sentimientos que se manifiestan con somatizaciones en forma de mialgias por tensión y contractura muscular, cefaleas, trastornos del apetito, insomnio, tristeza, irritabilidad y otros cuadros que la llevan, con alta probabilidad a la consulta de Atención Primaria con una frecuentación por encima de la media. Otras veces acaban remitidas a las consultas de salud mental o de psiquiatría, cuando la paciente no mejora y los síntomas se organizan como trastornos por ansiedad, trastornos adaptativos o claras depresiones que afectan incluso a la actividad laboral o las tareas habituales de su vida diaria. 

Pero no son sólo las víctimas del maltrato las que buscan la solución a su malestar y sufrimiento psicofísico, en su médico de familia o el especialista; también el maltratador, en muchas ocasiones, acaba en el médico, cuando se ve sorprendido por la decisión de la mujer de romper la relación, con el inesperado desmoronamiento de su estatus afectivo-familiar, lo que le acaba produciendo depresión, ansiedad, sentimientos de rencor o de venganza; si el médico hace una valoración personalizada y exigente tiene la oportunidad de prevenir que ese paciente pueda llevar a cabo un homicidio sobre la mujer y, como sucede a veces, el suicidio posterior.

El médico está habituado a hacer, ante el paciente un juicio clínico que lo lleva al diagnóstico y al tratamiento, pero no puede quedarse sólo en ello. El deber deontológico conlleva una reflexión añadida sobre la persona que tiene delante y se debe interesar por situaciones personales o familiares problemáticas o de claro conflicto.

Estos pacientes hombres y especialmente mujeres, producto de la violencia de género, significan la exigencia médica de un abordaje especial e íntegro que, más allá del diagnóstico, obliga a profundizar en el origen, las causas y las consecuencias actuales y previsiblemente futuras.  

Los médicos no podemos mirar para otro lado en el tema de la violencia contra la mujer. Nuestra Ética Médica, tiene que tener, también presentes estas situaciones clínicas que no delatan un diagnóstico de gravedad en la mujer, que pueden asociarse, incluso, con la queja fácil, o la llamada constante de atención.

Los médicos en general, pero de forma particular los médicos de Familia, los que prestan asistencia en servicios de urgencias y otros especialistas ocupan un escalón asistencial que los coloca en la vanguardia de la oportunidad de prevención de la violencia familiar y contra la mujer en particular. Tienen el deber de estar atentos y alertas a la detección de que la paciente oculte una situación de maltrato y conseguir generando confianza que la mujer refiera sus problemas. Deben apoyar y ayudar a la víctima en la denuncia, evaluando su situación, así como los recursos disponibles que garanticen su seguridad inicial y los sucesivos pasos para la mejor orientación y solución del problema. El problema se debe atender como un tema de salud individual y pública, teniendo en cuenta la estructura familiar, si tiene hijos, su situación económica y social y otras circunstancias particulares (embarazo, discapacidad, etc.). Y ¡cómo no¡ prescribir el tratamiento que esté indicado, de forma inmediata y diferida. Estos son deberes legales y deontológicos.

El Código de Deontología Médica. Guía de Ética Médica (2011) pretendió proponer normas de conducta rigurosa y exigente en calidad para todas las situaciones que afectan a los profesionales de la Medicina. Es excepcional que busquemos en el Código el precepto  aplicable a una actuación médica y no lo encontremos; sin embargo, es verdad que la complejidad de la medicina actual va poniendo de manifiesto deficiencias que deben subsanarse en un futuro nuevo Código con la ampliación de algunos aspectos o con referencias precisas y específicas.

Es posible que esta sea la situación respecto a la recomendación deontológico que defendemos en este artículo, que los médicos manifiesten alta sensibilidad a la detección del sufrimiento que subyace en las víctimas de la violencia de género, ya que esta conducta, sin duda ayudaría a fomentar el bienestar, la salud y a prevenir, incluso la seguridad, la integridad física y la vida de muchas mujeres.

Los artículos actuales del Código que guardan alguna relación con el tema son los siguientes: 

Artículo 7. 2. El médico, principal agente de la preservación de la salud, debe velar por la calidad y la eficiencia de su práctica, principal instrumento para la promoción, defensa y restablecimiento de la salud.

4. El médico ha de ser consciente de sus deberes profesionales para con la comunidad. Está obligado a procurar la mayor eficacia de su trabajo y el rendimiento óptimo de los medios que la sociedad pone a su disposición.

En el Capítulo IV. Calidad de la Atención Médica, refiriéndose a la prevención de enfermedades dice: 

Artículo 25. 1. Todo médico, cualquiera que sea su actividad profesional, deberá atender también los aspectos preventivos y educativos…

Sin embargo, estos son recomendaciones generales y aplicables a cualquier medida que preserve o promueva la salud; recordando el deber de aprovechar para ello todos los medios de que dispone. 

En el Capítulo V. Secreto Profesional del Médico, el artículo 30 re refiere a las situaciones en las que el médico debe revelar el secreto y dice:

Artículo 30. 1. e. En caso de malos tratos, especialmente a niños, ancianos y discapacitados psíquicos o actos de agresión sexual

Este es el deber legal común a todos los ciudadanos de poner en conocimiento de la autoridad la existencia de un posible delito, deber que obliga especialmente a los médicos por la mayor probabilidad que tienen de conocer delitos contra las personas que se manifiestan con lesiones que necesitan de tratamiento médico. Vemos que no hace referencia ala mujer como víctima.

En el Capítulo XV. Tortura y vejación de la persona, el artículo 60 recuerda que el médico no debe participar, secundar o admitir actos de tortura o de malos tratos, cualesquiera que sean los argumentos invocados para ello. Está obligado, por el contrario, a denunciarlos a la autoridad competente.

Consideramos que sería excepcional actualmente, la participación del médico en estas conductas, pero puesto que muchas conductas de maltrato constituyen vejaciones hacia la mujer, está bien que se recuerde el deber de denuncia, aunque, es evidente que antes el médico debe detectarla para actuar en consecuencia.

De lo que hemos expuesto se deduce que falta en el actual Código de Deontología Médica esa llamada a una actitud médica de especial sensibilidad para la detección del sufrimiento derivado de situaciones de maltrato o cualquier tipo de violencia, e incluir como víctimas vulnerables, además de a los niños, los ancianos, enfermos mentales o discapacitados a las mujeres.

Todos estamos obligados a colaborar y contribuir a la desaparición de la violencia, pero los médicos y más en algunas especialidades y actividades, tenemos una posición privilegiada que nos supone un mayor compromiso legal y deontológico en la detección de situaciones de maltrato, es un deber deontológico que conlleva una exigencia de calidad asistencial, en forma de atención y  estudio específico y personalizado del paciente.

Esto será nuestro grano de arena a la prevención de la violencia familiar y de género.

Relacionados

TE PUEDE INTERESAR

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Más populares