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Dr. Vicente Andrés: «El Dr. Juan Negrín López y la Historia de la Medicina: ¿Un caso de damnatio memoriae? (IV)»

El Dr. Vicente Andrés, Doctor en Medicina, Diploma Superior en Bioética y Máster Universitario en Filosofía Práctica, se centra, en esta cuarta entrega de artículo de opinión, la vida científica y académica del Dr. Juan Negrín López 

En esta serie de artículos sobre Negrín, se ha repasado lo que su actividad supuso para la investigación de la fisiología y para la docencia de la asignatura en el currículo de la medicina. La introducción del estudio de la bioquímica por los alumnos supuso la mejora de la enseñanza de los futuros médicos y la creación de una escuela de investigadores entre los que hemos conocido hasta un premio Nobel. Estos hechos deberían haber bastado para que Negrín fuera reseñado, desde el primer momento que se elaboró una historia de la medicina española del siglo XX, como un hito para la ciencia. Sin embargo, nos encontramos con el silencio, que no puede ser otra cosa que olvido deliberado e intencionado.

Las causas de este olvido sin duda, hay que buscarlas entre las ideológicas, políticas y probablemente en cuestiones morales, porque el ejercicio de la política conlleva este tipo de evaluación y, en nuestro país, una tendencia al sectarismo que podemos apreciar que perdura hasta hoy, lo que a la hora de apreciar lo que es en sí mismo apreciable, se torna caprichosamente en desprecio, en desdén, cuando no en un borrado de las acciones, aunque hayan resultado buenas para la sociedad de su tiempo.

La fuerte ideologización de la política española durante la posguerra hizo que la gran parte de los intelectuales se exiliara, en muchos casos para salvaguardar la libertad personal, la integridad física o la vida con la limitación consiguiente de la autonomía individual. Los intelectuales que quedaron o bien ya tenían una filiación política determinada y previa al inicio de la contienda civil, o se afiliaron o callaron a sabiendas de a lo que se exponían. Curiosamente, la Junta de Ampliación de Estudios ya fue víctima inicialmente de la radicalización de sectores republicanos, siendo acusada, exactamente de lo contrario, que luego, tras la guerra civil usaron los golpistas para desmantelarla. Aquellos por ser excesivamente liberales y aburguesados; estos, por ser un semillero de rojos.

Pero fue en la Universidad donde más depuración se produjo, como indica Otero:

La separación definitiva de la Universidad de catedráticos, auxiliares numerarios y profesores temporales ?auxiliares, ayudantes y encargados de curso?destruyó buena parte del tejido científico que a lo largo del primer tercio del siglo XX había permitido el despegue de la ciencia en España y la renovación de la universidad española. Se desmantelaron escuelas científicas con la expulsión de numerosos catedráticos en plena madurez de su obra científica e intelectual. A ellos les siguieron sus discípulos y ayudantes, jóvenes prometedores, que auguraban la continuación y consolidación de las líneas científicas de sus maestros. Se actuó sin piedad y con saña, sin importar el coste para la estructura científica del país. Escuelas científicas como la de Histología, fundada por Ramón y Cajal, continuada por Jorge Francisco Tello, Fernando de Castro Rodríguez y Pío del Río Hortera; la de Fisiología, liderada por Juan Negrín; la Psiquiatría y Neurología, impulsadas por Gonzalo Rodríguez Lafora fueron arrasadas[1].

De todas las Facultades, la de Medicina de Madrid fue la más afectada. El 60,71 por ciento, 17 sobre 28 y la de Barcelona no tuvo mejor trato[2].

Pedro Laín Entralgo ?nuestro gran fomentador de la Historia de la Medicina? era, en 1941, Delegado Nacional de Educación de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS; por tal cargo fue nombrado el 27 de enero de ese año, miembro del Consejo Nacional de Educación. En 1976 Laín escribió Descargo de conciencia (1930-1960) donde repasa y explica o justifica su vida durante aquellos años que incluyeron la Guerra Civil Española, así como  lo previo y posterior a la misma. Con sus propias palabras escritas en el prólogo: «Exploración  intelectiva  de  mi  propia  realidad,  reflexivo  testimonio  acerca de  mi  propia  vida.  ¿Ajuste  de  cuentas  conmigo mismo?  Tal  vez». En ese período, Laín tuvo que asistir como rector de la Universidad Complutense a los «sucesos de 1956» que provocaron el cierre de la Universidad Complutense, tras lo cual dimitió. Antes, en 1954 vivió una situación como rector, que le recordó a la vivida como alumno en marzo de 1931 y en el mismo escenario universitario, siendo rector entonces Blas Cabrera. Estos «sucesos de San Carlos» que acabaron con muertos y heridos por armas de fuego marcaron un hito en la Universidad de Madrid y en la Facultad de Medicina. Allí estuvo como participante el hermano de Pedro Laín, José, del que dice: «Actor de él, entre tantos, fue mi hermano, que sin pistola, puedo jurarlo, anduvo a gatas tras el marmóreo Esculapio que corona la fachada del caserón»[3]. José Laín pasó a formar parte de las Juventudes Socialistas en 1932. En 1936, junto a Santiago Carrillo, entre otros se crearían las Juventudes Socialistas Unificadas y poco después ingresarían en el Partido Comunista de España.

La precisión «sin pistola» llama la atención, quizá porque sobre José pesaba su activismo no exento de convicción militar. Dice Carrillo en sus Memorias:

José Laín, estudiante de derecho, se unió también a nosotros muy pronto. Era hijo de un médico republicano aragonés. Militaba en la FUE y era muy activo en todos los conflictos con los estudiantes derechistas de la universidad. Entre nosotros era el más experto en cuestiones militares y a veces le llamábamos el General: era el único que había hecho el servicio militar y seguía interesándose por el tema previendo que habríamos de encontrarnos ante situaciones en que esos conocimientos serían necesarios[4].

Tras la guerra civil marchó a la Unión Soviética, viviendo en Odesa y luego en Moscú hasta 1957, año en el que, por mediación del exministro de Franco, Joaquín Ruiz-Giménez y de su hermano Pedro, colaborador de este. Se estableció en Madrid y murió en 1972.

En Descargo de conciencia, Pedro refleja el sentimiento doloroso que las actividades revolucionarias de José produjeron en la madre de ambos: apenas afectada hasta entonces por la leve hipertensión arterial que padecía, mi madre comenzó a derrumbarse rápidamente. Pensar día y noche que su hijo, de cuya calidad moral no podía dudar nadie, sería perseguido por la policía si por error o por impaciencia volvía a España, le destrozaba a la vez el alma y el cuerpo[5].

¿En qué medida estos hechos vividos influyeron en el ánimo del historiador? Es una pregunta que no podemos hacer al protagonista ya fallecido hace casi 21 años. Insigne profesor, mantuvo su vocación hasta el final. Yo le oí como alumno tanto en la licenciatura como en el doctorado. Sus obras me han abierto muchos caminos al conocimiento de la medicina y especialmente de las humanidades, pero ¿cuál fue la razón para no citar a un científico investigador coetáneo? No pudo ser el desconocimiento, porque además llegó a ser el Jefe del Gobierno y antes Ministro de Hacienda. Cajal era una persona admirada por ambos. Negrín ingresó en el Partido Socialista Obrero Español en 1929 y José Laín en la Federación Socialista Madrileña en 1932. Hemos visto como la Universidad fue un elemento común a los tres. ¿Influiría en Pedro la cuestión ideológica que separaba a los hermanos y que tanto hizo sufrir a la madre? Lo cierto es que Juan Negrín López tampoco aparece en el libro Descargo de conciencia (1930-1960), para entonces Franco ya había muerto.

Se puede afirmar que Negrín, en lo referente a la Historia de la Medicina fue un caso de damnatio memoriae, afortunadamente ya subsanado.

 

[1] Otero LE. (2014). «La universidad nacionalcatólica». En LE. Otero Carvajal (dir.). La universidad nacionalcatólica. La reacción antimoderna. Madrid: Universidad Carlos III, p. 78. http://hdl.handle.net/10016/18911

[2] Ibidem, p. 80.

[3] Laín, P (1976). Descargo de conciencia (1930-1960). Barcelona: Barral, p. 94

[4] Carrillo, S (1993). Memorias. Barcelona: Planeta, pp. 66-68.

[5] Op. cit. p. 143.

* Las tribunas y artículos publicados en medicosypacientes.com no representan posturas o posicionamientos oficiales del CGCOM

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