viernes, octubre 11, 2024

Portal informativo de la Organización Médica Colegial de España

InicioActualidad sanitariaDr. Raúl Calvo: "Somos humanos"

Dr. Raúl Calvo: “Somos humanos”

El Dr. Calvo aborda en este post publicado en su Blog “Medicina en la cabecera” un dramático tema social como es la violencia de género y el tratamiento y comportamiento que el médico de cabecera ha de ofrecer a las víctimas de esta lacra en aumento cuando acuden a las consultas

Madrid, 20 de febrero 2015 (medicosypacientes.com)

“Somos humanos”

Dr. Raúl Calvo. Médico de Familia. Blog “Medicina en la cabecera”

http://medicinaenlacabecera.blogspot.com.es/2015/02/somos-humanos-los-estigmas.html

Somos humanos, los médicos de cabecera, me refiero. Esto es así, aunque a veces nos cueste reconocernos en medio de nuestras vergüenzas, nuestras inquinas y nuestras maldades. Estamos sujetos a los cambios de humor que nos impone la vida, con sus apreturas y sus empujones, y a los que nos imponemos nosotros mismos con la estulticia de la que tanto cuesta librarnos a veces.

Cuando la consulta se vuelve pastosa, cuando las horas se echan encima como si pesaran toneladas, y a los pacientes parecen ralentizárseles los ritmos, y no sólo el cardiaco, sino el de su voz, sus recuerdos y sus dolores, cuando los dedos se embarullan en las teclas y suspiras por soluciones cortas a problemas breves, en esos críticos momentos en que no quisieras que te vieran tus residentes (y no quieres mirarte tú mismo), en ese crítico momento, siempre aparece ella.

Entra despacio, como atemorizada, rehuyendo la mirada. Un tanto desaliñada, con un tinte de pelo de una amarillo irreal. Se sienta y empieza siempre con una disculpa, porque aunque pongo todo de mi parte, parece ser capaz de percibir el más minimo rictus de enfado, de incomodidad, de fastidio.

Busco fuerzas en mi flaqueza, que suele ser un pozo sin fondo para encontrarlas, y trato de interrogarla con cariño, pero sintiéndome culpable porque adivino que la consulta no será corta, ni será fácil, y yo estoy derrotado.

Somos humanos. Tenemos esa tendencia a aplicar nuestras escalas a los demás. Pero en nosotros, los médicos de cabecera, es particualrmente terrible, porque demasiadas veces nos sentimos imbuidos de una autoridad moral que no nos corresponde, pero nos gusta, por vanidosos y fútiles. Toleramos fatal el exceso de dolor, torcemos el rictus como si drenara un abceso pseudomónico, y murmuramos frases poco elegantes en nuestros adentros, que a veces hasta se nos escapan entre los dientes. Y a ella siempre le duele demasiado. Cualquier cosa. Sujetarle la mano para explorarla la muñeca se convierte en un ejercicio que me da pánico, como si tuviera que limpiarle el polvo a una coleccion de Fabergés un día de resaca.

Apoyo apenas la yema del dedo y ella responde con un pequeño brinco que me asusta y me va poco a poco retrayendo a mi caparazón de médico demasiado humano y demasiado cansado.

Hasta el día en que el hematoma que remarcaba uno de sus ojos feotes y tristes me dio a mi el bofetón de realidad que me merecía. Y supe que la piel es capaz de extender el dolor a cada uno de sus centímetros cuadrados cuando está harta de que la golpeen.

Y volví a sentirme demasiado cansado y demasiado culpable por no haberme dado cuenta.

Somos humanos. Demasiadas veces cerramos los ojos a lo que sufre el alma, seguros de que caer en ansiedades y desesperaciones es fruto de una debilidad que nos es ajena. Y no es así. No nos es ajena, sino cercana y amenazante. Pero tenemos miedo de rascar fuerte, no sea que lleguemos al fondo, que ni nos va ni nos viene. Y nos limitamos a hacer cosquillas, prefiriendo que pase de largo cuanto antes, ofreciendo salidas que en realidad son para nosotros huidas cobardes: tienes que ir al psiquiatra, habla con el psicólogo, debes buscar ayuda en tu familia.

Qué carajo, que sólo somos el médico de cabecera, que ésto no se arregla en una consulta, que ésto necesita un especialista… que se acabe pronto, que se marche otra vez insatisfecha y me deje aquí con mi imagen escupiéndome en el espejo mientras me lavo las manos para irme a casa. Eso si me atrevo a levantar la mirada.

Somos humanos. Pero ellos ponen en esas manos que dejo bien limpias, sus miedos, sus dolores, sus locuras y sus bajezas. Y yo me doy cuenta de que necesito ser algo más que humano.

Hay señales que deberían mantenernos a los médicos de cabecera alerta como un sabueso en plena montería. Porque ninguna de nuestras pacientes se merece que las dejemos solas con su dolor y su miedo, mientras miramos el reloj haciéndonos los despistados. Y lo siento, pero no hay excusa, aunque las recitemos en alto con ritmo de letanía, aunque empapelemos las paredes y rellenemos las charlas de café con ellas. Aunque te acuestes susurrándoselas a tu conciencia para poder quedarte dormido.

En 2014, cincuenta y tres mujeres murieron víctimas de la violencia  de género, una menos que el año anterior, pero una más que el 2012, según datos del Ministerio de Sanidad. En los últimos 7 años, se vienen produciendo unas 130.000 denuncias por malos tratos anuales, como recoge el Instituto de la Mujer, emitiendose en aproximadamente un diez por ciento de ellas un parte de lesiones.

Cuántas están esperando la mano tendida de sus médicos de cabecera, que pueda detenerse el tiempo de la consulta, que podamos, aunque sólo sea durante ese ratito, ser más humanos que los humanos.

 

 


Relacionados

TE PUEDE INTERESAR

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Más populares