El Dr. Torrecillas, urólogo y vicepresidente de la Sociedad Internacional de Criocirugía, opina en esta entrevista concedida al Diario Sur que hay que seguir luchando por que la sanidad pública, sea mejor, aunque se apoye algo en la privada. En España tenemos que defender su mantenimiento y tratar de que los recortes no afecten a la calidad, que se está deteriorando
Málaga, 29 de julio 2015 (medicosypacientes.com)
Cuando compró su primera máquina para ecografías le dijo al fabricante que prefería en vez de un descuento una futura entrevista en Málaga con dos pioneros de la criocirugía, Fred Lee y Willian Cooner. El sueño se hizo real, aunque el avión privado que haría escala desde París con los dos norteamericanos -noviembre del 89, inundaciones- , estuvo ausente de los radares hora y media. La luz al final del pánico reforzó una relación personal y científica que continúa 25 años después del abrazo. Aquellos científicos iniciaron a este urólogo formado en Granada y Harvard en una terapia innovadora que ha aplicado a unos cuatro mil enfermos. El grupo internacional con el que lleva años colaborando investiga en Málaga el equivalente a una vacuna para cronificar el cáncer. Torrecillas, vicepresidente de la Sociedad Internacional de Criocirugía, ingresó hace un mes en la Academia Europea de las Ciencias y las Letras, donde se sienta junto a otro malagueño, el diplomático Francisco Carrillo.
-¿Se propuso ser una autoridad en su campo profesional?
-He luchado por estar en ese grupo de cabeza. Siempre he procurado incorporarme a los avances en el campo de salud, donde he podido conocer a grandes de la investigación biomédica, como el doctor Boris Rubisnki, profesor en Berkeley y también al frente de un departamento en Jerusalén que costea el mismo. Tiene registradas más de 200 patentes, entre ellas la de la actual criocirugía y la de las criosondas, clave en esta técnica. También ha registrado el sistema para descargas de corrientes de nanosegundo para hacer poros en la células sin dañar vasos ni nervios. Otro sistema suyo es una especie de diadema que se utiliza por los astronautas para detectar riesgos de hemorragia o edema y es algo que se va a implantar en uvis móviles. También ha desarrollado otro sistema a modo de copa de sujetador que se conecta a un móvil como sistema de diagnóstico, algo muy útil porque en países sin infraestructura sanitaria para mamografías, muchas mujeres sin embargo pueden acceder a un móvil. Rubinski probablemente llegará a Nobel.
-Me habla casi de un Edison de la tecnología médica.
-Algo así. Y tiene un mérito añadido: el dinero que gana lo invierte en la Universidad de Jerusalén. Allí tiene a investigadores blancos, negros, chinos, musulmanes, cristianos… Es un hombre de una gran humildad.
-¿Usted es su hombre en España?
-Mejor su amigo en España. Rubinski quiere decir el rubio, descendiente de los sefardíes que ahora ya pueden nacionalizarse españoles.
-¿Participa usted de algún modo en el proyecto de secuenciador del genoma que impulsa en Málaga la fundación AIOM?
-Sigo el proyecto a cierta distancia, pero estoy admirado por el trabajo que hacen. Por supuesto me encantaría colaborar con ellos si me piden cualquier ayuda del tipo que sea.
-La genómica aplicada a la lucha personalizada contra el cáncer parece una de las vías más sólidas.
-Es un tema apasionante y al mismo tiempo, tal como está la cuestión de la información, es peligroso si esos datos del perfil genético acaban en compañías aseguradoras. Estaríamos vendidos. Son capaces de que por conocer el riesgo de cada paciente, hagan descartes porque el coste no compense beneficios.
-Le honra ese argumento estando también en la sanidad privada.
-Es que pienso que debemos seguir luchando por que la sanidad pública, sea mejor, aunque se apoye algo en la privada. En España tenemos que defender su mantenimiento y tratar de que los recortes no afecten a la calidad, que se está deteriorando. Y no por los profesionales, que son magníficos, si no porque la administración no está siendo sensible con cosas como que hay que cubrir plazas de profesionales que se jubilan y no se puede dejar sobre las espaldas de los que quedan la carga de trabajo. Eso puede puede llevar a un deterioro muy importante.
-¿Cómo vive esa situación en su labor directa?
-Hay servicios, como urgencias, donde se contrata personal por horas, por jornadas. Eso es lamentable. Están privándoles de una jubilación aceptable. Eso es algo tremendo. España se debe plantear que si quiere buenos maestros, buenos médicos, buenos jueces, tiene que pagarlos. No se pueden tener servicios de primera de otra forma.
-El modelo de retribuciones y contratos precarios parece que ha venido para quedarse en la sanidad.
-La beneficencia no nos sirve. Hemos invertido mucho en medios, hospitales y formación. La sanidad pública tenemos que defenderla todos porque a todos, incluidos los médicos, nos tienen que atender médicos de la sanidad pública y tenemos que cuidarlos. Evitar que las listas sean desanimantes para los pacientes y para los médicos, que sufren cuando las ven.
-¿Y la urología?
-En la sanidad pública, maravillosamente bien. Málaga está entre las provincias donde más trasplantes se realizan, pero porque hay unos profesionales que se esfuerzan de forma ímproba. Hay otros sectores de actividad sanitaria donde hay presión, y la gente responde dándose de baja.
-Eso es hasta cierto punto lógico, aunque perverso.
-Lleva al síndrome del quemado. Los gestores sanitarios tratan al personal con poca sensibilidad. Hay un símil un poco duro: son correas de transmisión a los jefes de servicio que les trasladan criterios de gestión económica, no de racionalidad. Es como las obras públicas. En medicina no vale decir: de aquí a las cinco de la tarde hazme una zanja de veinte metros. La persona, la salud… son valores humanos y no se puede medir solo en dinero.
-Esta situación favorece al sector privado, pero también el ejercicio profesional se ha devaluado mucho en ese ámbito.
-Pero eso es porque no está pagado bien en lo publico y el privado se beneficia. Reproduce el modelo público pero sin ninguna de sus ventajas. El sistema se beneficia pagando mal y sin ninguna de las ventajas de la Seguridad Social. La privada descarga a la pública de trabajo, y las compañías se aprovechan para tener un volumen de cartera, pero si es algo de riñón o de corazón se va a la Seguridad Social. Los sanitarios dan hasta la última gota. Yo fui médico de pueblo, medico rural, años de aprendizaje, de psicología. Ahora están muy presionados. Son los ángeles de la guarda de los pacientes. Es raro que al enfermo no le pregunte sobre lo que le ha dicho el especialista. Eso es confianza.
Para acceder a la entrevista completa, firmada por José Vicente Astorga (Diario Sur) pinchar aquí