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Dr. Pedro Cabrera: “Los inhaladores presurizados en el punto de mira”

El Dr. Pedro Cabrera Navarro, médico neumólogo y Coordinador Nacional de la Alianza Médica contra el Cambio Climático impulsada por el CGCOM, analiza, en este artículo de opinión, como en España, se prescriben alrededor de 15 millones de inhaladores presurizados cada año y vierten a la atmósfera el equivalente a 400.000 toneladas de CO2

Los inhaladores presurizados, conocidos en la literatura científica como pMDI, por sus siglas en inglés, constan de un cartucho de aluminio que contiene un medicamento en polvo, suspendido en gas licuado a alta presión que actúa como propelente del fármaco cuando se pulsa el dispositivo.

 
Hasta principios de los años noventa, el gas empleado era de la familia de los clorofluorocarbonados que, posteriormente fueron prohibidos tras el Protocolo de Montreal de 1989 por mermar el ozono atmosférico. A partir de entonces, la industria farmacéutica se vio obligada a sustituir el gas propelente por otra familia: los hidrofluoroalcanos (HFA) también conocidos como hidrofluorocarbonados (HFC). Ahora, estos gases también entran en crisis por actuar como gases de efecto invernadero con alto potencial en el calentamiento global del planeta.
 
Deben conocer los pacientes que estos gases, de forma directa, tienen un máximo perfil de seguridad. Aunque, de forma indirecta, su gran aportación al cambio climático, conllevará futuras enfermedades tal como está advirtiendo la Organización Mundial de la Salud que, en las próximas décadas, sitúa el cambio climático como la mayor amenaza para la salud. Y los enfermos respiratorios constituyen una población altamente vulnerable a este fenómeno. 
 
Esta situación que, en principio parece muy alarmante, no lo es tanto. Los pacientes no quedarán desasistidos ni sufrirán un descontrol de su enfermedad. Existen alternativas para administrar estos medicamentos, igual de eficientes, sin gases propelentes, y mucho más respetuosas con el medio ambiente. Son los dispositivos que conocemos como inhaladores de polvo seco o de niebla fina (sistema Respimat?). Y aquellos enfermos comprometidos con la conservación del planeta, y tratados con inhaladores presurizados, deberían consultar a sus médicos por estas otras alternativas. No obstante, siempre queda una población mínima de enfermos que deberían permanecer con inhaladores presurizados y es obligación del médico elegir siempre la mejor opción para cada enfermo, así como negociar los cambios con sus pacientes. Pero, las evidencias científicas aconsejan, de forma aplastante, disminuir nuestras prescripciones de inhaladores presurizados con HFC. 
 
En cuanto a los médicos, prevenir la enfermedad es un mandato ético de primer orden y luchar contra el cambio climático es hacer medicina preventiva. Un deber ineludible.
 
La mayoría de las sociedades científicas del ámbito respiratorio y los sistemas públicos de salud se están alineando en el sentido de promover los inhaladores sin gases de efecto invernadero. En el Reino Unido, el National Health Service ha realizado múltiples llamamientos para limitar la prescripción de inhaladores presurizados. Ha sido el promotor en exponer, de forma muy didáctica, la comparación del uso de este tipo de medicación con la contaminación producida por los automóviles. Así, ha puesto de manifiesto que un inhalador presurizado, sólo uno, encierra tantos gases de efecto invernadero como los emitidos por un coche convencional al recorrer 300 Km. 
 
En nuestro país, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, a través de la Alianza Médica contra el Cambio Climático, algunos servicios autonómicos de salud y la Agencia Española del Medicamento, también ven con buenos ojos la migración de inhaladores presurizados a otros de polvo seco o niebla fina. 
 
En cuanto a las sociedades científicas, el criterio es el mismo. La British Thoracic Society, recomienda: “los inhaladores con bajo potencial de calentamiento global deben ser utilizados cuando sean igual de efectivos”. De manera similar se ha pronunciado la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica y otras sociedades neumológicas de ámbito autonómico. 
 
En España, se prescriben alrededor de 15 millones de aerosoles presurizados cada año y vierten a la atmósfera el equivalente a 400.000 toneladas de CO2. Con el agravante de tener un alto poder acumulativo ya que su vida como gas de efecto invernadero varía entre 10 y 30 años. 
 
Tenemos mucho margen para reducir la prescripción de inhaladores presurizados y hay países de alto nivel de desarrollo que ya lo han hecho. Mientras que, del total de inhaladores prescritos en España, el 52% son presurizados, en Suecia sólo ocupan el 13% del mercado. Si consiguiéramos alcanzar esa proporción, ahorraríamos cada año 300.000 toneladas de gases de tipo invernadero en equivalentes de CO2. En 10 años, debido al valor acumulativo de los mismos, se reducirían mucho más de 10 millones de toneladas de CO2 equivalente. 
 
Pero, también en este asunto, existen negacionistas. La mayoría de la industria farmacéutica, y entre ellas las más potentes, apoyan el cambio a inhaladores respetuosos con el medio ambiente. Pero siempre existe alguna empresa que prioriza su cuenta de resultados y, sin atreverse a negar esta evidencia, fomenta posturas de inacción, entre los propios médicos y en asociaciones de enfermos. Tienen la guerra perdida. Se ha demostrado que el 60% de pacientes en tratamiento con inhaladores presurizados con HFC están de acuerdo con sus médicos en cambiar de dispositivo cuando se le explica la agresión medio ambiental de su medicación habitual. Entre el 40% restante, la mitad no tiene una decisión clara y el otro 20%, que insiste en quedarse con sus inhaladores presurizados, no tendrá ningún problema para ello por parte de los médicos.
 
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