El Dr. Luis Ángel Oteo Ochoa, profesor Emérito de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, analiza en este artículo lo que supone ser médico en nuestros días
La responsabilidad moral en la atención sanitaria se considera que está razonablemente asumida por la profesión médica en su práctica habitual. En las últimas décadas, una corriente sociológica y cultural de humanización de la medicina y de mejora de la calidad en la relación médico- paciente ha adquirido preeminencia con diferentes formulaciones tales como – la asistencial orientada al paciente-, – la confiabilidad en la toma decisiones compartida-, -el paciente proactivo en el cuidado de su salud-, todas ellas identitarias de una cultura deontológica y de valores en el servicio asistencial y la comunicación humana.
Conviene aquí recordar que si bien el enfoque asistencial dominante en la medicina científica y técnica avanzada es intrínsicamente racionalista en los aspectos biomédicos, biologicistas y biotecnológicos, y por consiguiente, de clara orientación utilitarista en relación a resultados de salud y calidad de vida, es también evidente, que las expectativas del paciente en razón a la cultura de valores antropológicos y sociales hoy existentes, va más allá del proceso de intervención técnico-mecanicista y trasciende hacia la dimensión más personal y humanística de nuestra existencia.
Sabemos que la calidad de la comunicación y empatía, el respeto y deferencia a la persona, la cortesía, la actitud respetuosa y educada, el esmero en las habilidades relacionales, el altruismo, la privacidad del encuentro, así como otras dimensiones y atributos de valor social, contribuyen sin duda a dignificar la relación médico-paciente .
Sin embargo, considero que la medicina humanista y moralmente persuasiva, que entronca con el profesionalismo médico que dignifica al ser humano en todas sus dimensiones, permeabiliza y propulsa además aquellos valores de consuelo, sensibilidad y ternura que dan respuesta a las motivaciones, sentimientos, preocupaciones, emociones y aflicciones que infieren críticamente en la esfera existencial y trascendente más privativa e intrínseca de la persona .
La evidencia empírica pone de manifiesto esta visión humanística dual, que siendo de facto complementaria, requiere ser considerada y analizada para revisar cualitativamente el concepto y la aplicación más avanzada del profesionalismo médico de nuestro tiempo .
La perspectiva preferencial del paciente, a cuyas circunstancias y adversidades biomédicas, sociales y humanas, deberán subordinarse todas las demás actuaciones e intervenciones de carácter asistencial y de apoyo personal, representa el verdadero cambio de paradigma en la medicina moderna -científica, humanística y social-. Sin duda, este cambio trascendente no vendrá derivado de las normas, los procedimientos o los protocolos estandarizados de la práctica médica, sino de una revitalización cultural, axiológica y moral de lo que hoy representa la dignificación de la atención integral y el cuidado compasivo de la salud humana.
La regularidad observable en las conductas y procedimientos médicos que ignoran u omiten sistemáticamente las vivencias y los sentimientos de los pacientes, no representan per-se una mala praxis, sino más bien un determinado grado de desapego, actitud distante y exigua implicación por la experiencia vital de la enfermedad y el sufrimiento acompañante de la persona en su dimensión más trascendente.
Por ello, ser médico hoy, en una realidad cambiante y socialmente transformadora en la vida de las personas, exige…1- integrar el paradigma científico de la práctica asistencial basado en conocimientos avanzados y competencias profesionales esenciales, junto a…..2- los atributos de calidad que respetan incondicionalmente con decoro relacional, cordialidad y empatía el momento interactivo del encuentro médico-paciente, y….3- conjugando a su vez, la vivencia existencial y las motivaciones trascendentes y/o espirituales de la persona enferma en su proceso doliente de dependencia y fragilidad.
Recordar estas tres vigas maestras de soporte identitario y de legitimación social del profesionalismo médico éticamente consistente, nos ayudarán a revitalizar el proceso contractual implícito de nuestra misión de servicio incondicional al paciente, así como el propio reconocimiento de la sociedad.