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Dr. Ortega Marlasca: “Consultas de alta velocidad”

La presión asistencial y la falta de tiempo son los puntos clave de este artículo firmado por el Dr. Manuel Ortega Marlasca, médico de familia y vocal de A.P. del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos, quien desgrana las principales consecuencias que acarrean para el paciente, el profesional y para el propio sistema

La cruda realidad es que un altísimo porcentaje de los médicos de atención primaria (MAP) asistimos a nuestros pacientes bajo una intensa presión asistencial y de diversa índole. Ahora no hablaremos de las presiones en la prescripción, las acumulaciones de otros cupos asistenciales ni en la adecuación “estimada” sobre las derivaciones hospitalarias, pruebas complementarias o bajas laborales. Vamos a tratar el tema de la presión asistencial por carencia de tiempo adecuado destinado (teóricamente) a cada paciente en la agenda asistencial.

 
Voy por delante con tratarse de un incumplimiento de la normativa de la entidad para la que trabajamos, es decir, los servicios sanitarios de las Comunidades Autónomas en nuestra amplia mayoría. Es algo público, notorio y generalizado frente a lo cual, en ningún servicio tengo constancia que haya actuado contra un MAP en forma de expediente o llamada al orden: contra esto no se actúa… A todos los que trabajamos en Atención Primaria (AP) en ocasiones o bien a diario, nos hemos aclimatado a trabajar sabiendo que acumulamos demora sobre la hora que se le da la cita al paciente. Ellos también son plenos conocedores de lo que acontece y en ocasiones se vanaglorian de ver como se les dedica el tiempo debido y no el teóricamente asignado.
 
Todavía recuerdo los tiempos en los que los que integrábamos (y algunos nunca nos dimos desvinculamos afectivamente) la Plataforma 10-minutos y en las que se trataba directamente el problema de las “consultas de alta velocidad”. Todos comentábamos los peligros que para todos detraían las mismas:
 
Para el paciente: desencadenantes de errores de detección, percepción, prescripción o discernimiento elaborado adecuado de sus comentarios; sensación de falta de empatía y de valoración adecuada por discordancia entre lo esperado y recibido; sensación de banalización del motivo de consulta; inducción con mayor probabilidad a recibir una prescripción antes que una explicación; demora en la asistencia final sobre la hora que inicialmente se le ha facilitado, lo que en no pocas ocasiones induce a conatos de agresividad; e incremento de la iatrogenia asistencial.
 
Mientras, para el profesional: aumento de la actividad prescriptora; incremento de las altas tasas de Burn-out; finalización de la jornada con una valoración negativa y con sensación de frustración progresiva; peyorarización progresiva de la actividad asistencial; aumento de las peticiones de pruebas complementarias; y progresivo olvido del “poder de la palabra” sobre el predominio de la prescripción.
 
Para el sistema: aumento del gasto sanitario general y de la prescripción en especial; incremento progresivo de las consultas programadas y urgentes por no realizar una asistencia de calidad; incremento de los gastos por aumento de las pruebas complementarias realizadas; y aumento de las ausencias en la asistencia en consulta por no presentarse finalmente a la consulta facilitada.
 
No debemos olvidar que en nuestras consultas manejamos fármacos que están tipificados desde hace años como medicamentos de alto riesgo y que una decisión apresurada o una prescripción defectuosa en nuestros programas asistenciales pueden detraer graves consecuencias para todos.
 
 
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