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Dr. Juan Martínez: «Ciencia sin alma»

El doctor Martínez nos ofrece en este artículo una pincelada de lo que podría llamarse «ciencia sin alma o ciencia sin conciencia». Una de las conclusiones del autor, al respecto, es que «satisfacer curiosidades de médicos y demoler la salud psicológica de pacientes no debería estar en el catálogo de prestaciones»

Madrid, 7 de enero 2014 (medicosypacientes.com)

«Ciencia sin alma»

Dr. Juan Martínez Hernández

Vamos a explorar a modo de pincelada lo que podría llamarse ciencia sin alma o ciencia sin conciencia, y lo vamos a hacer desde el ámbito de la medicina. Sirvan para ello dos ejemplos que, como todos los ejemplos, pretenden llevar el problema hacia una formulación más general.

Epidemiología sin alma

Desde un despacho un autodenominado epidemiólogo se enfunda su traje de campaña. Entre su armamentario imprescindible diversos ordenadores cargados con paquetería estadística y otra morralla. En su mano el inquietante protocolo. Pura burocracia. Es para verlo.

Dando cuerda al reloj de los hechos, inducidos por el epidemiólogo y su armamento, resulta que hay, al final, una llamada telefónica:

-¿Oiga?, ¿Es ahí?

-Bueno, sí, dígame Vd.

-No, es que como no me llaman, pues estaba preocupado.

-No le llamamos ¿de qué? Ah, ya. Déjeme mirar. Sí aquí está. Bueno, que ha dado Vd. positivo, pero que no importa.

-¿Entonces lo del código naranja?

-Nada, nada, cosas nuestras.

-Y, ¿mi mujer y mis hijos?

-Nada, nada, ¿no me ha oído que no es nada?

-¿Entonces…?

Genética sin alma

-Mamá, ¿y yo no puedo comer pan?

-Bueno, verás, hay pan de muchas clases, hijo, tu no te preocupes

-Y María cuando nazca ¿podrá comer pan?

-¡Tu nooo te preocupes! Verás, unos señores muy listos me lo van a decir hoy. Vamos a saber antes de que nazca María si podrá comer pan, y rosquillas y polvorones…

-¡Anda! ¿De verdad? ¿Pero le van a gustar las rosquillas a María?

-Que sí que sí, que ya verás que sí.

Bien, espero que el lector espabilado haya llegado a sus propias conclusiones. Investigar contactos de un problema transmisible tendrá sentido si podemos hacer algo al respecto o si sirve para algo. Satisfacer curiosidades de médicos y demoler la salud psicológica de pacientes no debería estar en el catálogo de prestaciones.

Por otra parte, test genéticos de pingüe beneficio en la privada se están imponiendo para identificar un posible riesgo futuro contra el que nada se puede hacer o dejar de hacer, incluso en no nacidos, por ejemplo en la enfermedad de Huntington, la celiaquía y otras muchas. Cabe preguntarse con qué derecho estamos jugando a adivinos de profecías que pueden llegar a ser cumplidas (e incluso autocumplidas), o no verificarse en absoluto, creando pre-enfermos, una categoría emergente de pararealidad sanitaria.

Imaginemos que el preceliaco, si así puede llamársele, deja de ingerir gluten, porque así sus padres lo decidieron a la luz del conocimiento que obtuvieron de sus médicos (o paramédicos). Imaginemos que la nula exposición al antígeno hace que el sujeto no aprenda a tolerarlo y pase a ser de verdad celíaco. Es por imaginar, digo.

Para tener una alegoría de infinita mejor calidad, relean «La vida es sueño», de Pedro Calderón de la Barca.

 

 

 

 

 

 

 

 

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