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Dr. Fernández Chavero: “Ser médico: La alegría de servir. El privilegio de curar”

El Dr.Manuel  Fernández Chavero, médico de Badajoz, dedica este artículo a ensalzar la vocación de los médicos. Una vocación que empuja a "curar, a reconfortar y a fortalecer la debilidad emocional del enfermo". La vocación se convierte así en capacidad terapéutica, a la que anima a no renunciar. Como subraya, "la vocación médica no entiende números sino de personas"
 

 

 
Dormía…, dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Me desperté y vi que la vida no era más que servir… y el servir era alegría. 
Rabindranath Tagore (1861-1941). Filósofo y escritor indio.
 
Existen situaciones en las que una simple palabra, una frase o un comentario, pueden inducirte a concretar una idea que puede llevar meses vagando por tu cerebro sin encontrar el momento de hacerse realidad. Algo parecido me ha sucedido cuando, hace algún tiempo, tuve la oportunidad de leer un artículo de unos compañeros de la SOBRAMFA (Sociedade Brasileira de Medicina de Familia), escrito por los Dres. Pablo González Blasco, María Auxiliadora C. de Benedetto e Ismael Ramírez Villaseñor. Ellos lo titularon: “El arte de curar: El médico como placebo”. De esa lectura surgió la necesidad de realizar este escrito. Haré mención de algunas de sus reflexiones (letra cursiva).
 
Comienzan su artículo con esta frase: 
 
“Nuestra reflexión nace de historias de vida -la nuestra y las de nuestros pacientes- que despiertan al filósofo que todo médico lleva dentro. El ejercicio reflexivo de la profesión: esa es la senda que nos conduce al arte médico”.
 
Una vez le preguntaron a una señora, viuda reciente, qué tipo de médico había atendido a su marido. Su respuesta fue: “Es un médico de familia, de los que vienen a verte a casa, y que mientras le esperas, empiezas a sentirte mejor. Es un médico que cura con la presencia”. 
 
“¿Qué significa esta respuesta? ¿Qué es ese poder que parece acompañarnos, que nos fue otorgado sin mérito, y del cual a veces nos olvidamos?: El médico como medicamento”.
 
Vivimos en una sociedad medicalizada; con tantas campañas de prevención que hemos convertido a los sanos en pre-enfermos. Para mantenernos sanos precisamos, y necesitamos, comportarnos como enfermos. Me atrevería a decir que, en muchos casos, cuesta más dinero y recursos mantener sano al sano que curar al enfermo. Una sociedad convencida de que la tecnología todo lo cura o todo lo alivia. Una sociedad que no sabe qué tipo de médicos desea tener. El usuario exige un médico con mono de trabajo; el enfermo demanda un médico con bata; y el moribundo y su familia necesitan seres humanos que transmitan a partes iguales ciencia, alivio, consuelo, empatía y presencia. 
 
Se vive en la esquizofrenia del abuso tecnológico y sólo cuando el sufrimiento se nos hace insoportable le exigimos al médico que abandone su actitud tecnócrata, exigida e impuesta por la misma sociedad, y nos ayude a espantar las lágrimas a la par que nos devuelva el sosiego con su escucha y su voz tranquilizadora. Únicamente cuando nos convencemos de que una resonancia sólo diagnostica un menisco dañado o una hernia de disco, pero que no es capaz de diagnosticar un estado de ánimo, una ilusión rota, una desazón del alma o un dolor emocional, es cuando buscamos al médico-medicamento, al médico-placebo. Al médico humanista.
 
En cierta ocasión le escuché a un gran médico esta anécdota: Una familia tenía a uno de sus miembros gravemente enfermo. Este médico les convocó, les puso al tanto de la gravedad y planteó las alternativas terapéuticas que había. La familia decidió irse a casa para poder debatir y valorar lo mejor para su ser querido y tomar así una decisión consensuada. Al día siguiente, el portavoz de la familia acudió a la consulta y le dijo al médico: Mi familia ha decidido que haremos lo que usted nos diga. 
 
Yo creo que esta anécdota nos ha ocurrido a casi todos en algún momento de nuestra vida profesional. Se puede interpretar de muchas maneras: delegación de responsabilidad, ausencia de criterio, cobardía. Probablemente si nos quedamos ahí nos equivocaremos. Quizá la correcta interpretación es que los médicos debemos inducir siempre una confianza sin fisuras o una fe ciega en nuestro buen quehacer. El médico como medicamento. Y no tiene nada que ver con la medicina paternalista ni con el principio de beneficencia. 
 
Somos medicamentos asequibles y de extraordinaria eficacia. Cuesta entender, por tanto, a una Administración que quiera limitar esta opción terapéutica con recortes que mermen el potencial humanístico de la profesión médica. Vivimos en la actualidad sumidos en una crisis de valores. Según el Observatorio Nacional de Agresiones a Médicos, cuyo coordinador es el Secretario de nuestro Colegio, el número total de agresiones a médicos en España en el periodo 2010-2015 fue de 2419  de las cuales 154 corresponden a Extremadura. Parece una cifra desmesurada y sin duda lo es y, sin embargo, solo es la punta de iceberg. Formamos parte de una sociedad que agrede a sus cuidadores y estamos gestionados por una Administración que quiere controlar nuestro entusiasmo profesional así como recortar y acotar nuestro compromiso único y primordial: La atención al enfermo. En esta dificilísima situación los médicos nos reafirmamos en el deseo, el compromiso y la necesidad de actuar como medicamentos. 
 
Vehiculizar ese tremendo potencial terapéutico, canalizarlo para su total aprovechamiento, guiarlo por la senda de la Ética y la Bioética,  controlarlo desde la óptica deontológica, depurarlo de intrusos, filtrarlo de elementos tóxicos, defenderlo y protegerlo de agresiones -orales, físicas o administrativas- provenientes del propio individuo, de la sociedad o de la Administración. Esa debe ser una de las obligaciones, entre otras muchas, de nuestro Colegio y de todos los Colegios. Dicha obligación supone una razón más de la absoluta necesidad de estar colegiados. Solo así seremos unos Colegios fuertes, donde estemos todos y todos nos proyectemos, independientes en su sustentación, libres en su toma de decisiones, autónomos en su gestión, exigentes en la disciplina, transparentes y en continuo proceso de crecimiento y reciclaje. Unos Colegios así no sólo tendrían que ser una auténtica necesidad para la Profesión sino un irrenunciable derecho para la Sociedad. 
 
La crisis nos ha obligado a mirarnos al espejo. Ojalá que la imagen que veamos reflejada sea la de una profesión unida, colegiada, comprometida y solidaria. 
 
Sobre la Solidaridad existe una bonita frase de Oliverio Girondo: “Solidario por predestinación y por oficio. Solidario por atavismo, por convencionalismo. Solidario a perpetuidad. Solidario de los insolidarios y solidario de mi propia solidaridad”.
 
La actual situación de crisis, de la que nadie es ajeno, está ocasionando determinadas decisiones que pondrán al médico frente a un dilema moral: La regulación administrativa de la atención a la persona sin papeles. Cualquier Administración que pretenda que un médico no atienda a un enfermo, no ayude a un necesitado o no socorra a un desvalido, es una Administración que no entiende nuestra Profesión ni tampoco a sus profesionales. Para los médicos es una cuestión moralmente inaceptable, éticamente inasumible y deontológicamente intolerable que ninguna Administración seleccione a los enfermos que merecen nuestra atención. Una Administración que, sin embargo, defiende de manera contundente a la cigüeña negra  o el águila imperial, no puede, bajo ningún concepto inducir al médico a no atender a un ser humano sólo porque se trate de un inmigrante “ilegal” sin papeles. Ningún ser humano es ilegal. Ilegales son los hechos, los comportamientos o los objetos, pero nunca las personas. La Medicina es una profesión vocacional. Vocación de Servicio. En ese servicio está su grandeza, está nuestra alegría y reside nuestra responsabilidad. Esa es nuestra razón de ser.
 
Creo que pocas profesiones, como la profesión médica, tendrán la oportunidad de salir tan reforzadas socialmente de esta crisis. Ninguna profesión tiene la oportunidad moral de ofrecer a sus propios profesionales como medicamentos. Curamos por nosotros mismos, con nuestra actitud, nuestra proximidad, nuestra escucha y nuestro entusiasmo. Por eso, creo que nunca nos dará miedo preguntarles a nuestros enfermos, a nuestros con-ciudadanos, ¿qué hacemos por vosotros en estos momentos difíciles? Y no nos dará miedo porque la obligación de todo médico es conseguir que la respuesta de la sociedad sea: Nuestros médicos lo hacen todo por nosotros.  Ahí estaremos.
 
Tengo la suerte de tener una hija enfermera. Me gusta conocer su opinión hasta de mis propias opiniones. También se la he pedido de este artículo y tras leerlo me dijo: Papá, me parece muy bien que los médicos os atribuyáis el derecho y la necesidad de ser medicamentos de vuestros pacientes, pero yo creo que quizás los auténticos medicamentos somos las enfermeras y los enfermeros. Dedicamos las 24 horas del día a acompañar, conversar, aliviar y consolar a esos mismos enfermos a los que, a veces, tan solo dedicáis unos escasos minutos en vuestra visita diaria. La mire y pensé: ¡¡ mira que si lleva razón!!
 
Ello me lleva a concluir que los sanitarios en general tenemos una labor y responsabilidad muy por encima de los recursos con los que contemos y/o de las medidas que organismos o administraciones quieran implantar.
 
El alcance de nuestra profesión va mucho más allá de la sanación o la paliación del dolor físico. Nuestra vocación y entrega nos empujan a curar,  a reconfortar y a fortalecer la debilidad emocional del enfermo, insuflándole fuerzas y ánimos para su recuperación total. 
 
Y es esa capacidad terapéutica, tanto de médicos como de enfermeros y enfermeras, a la que no debemos renunciar nunca ni restar importancia a pesar de todos los recortes que tengamos que asumir. La vocación médica no entiende de números sino de personas. Sólo de personas.
 
El Código de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial dice textualmente en su Capítulo II Articulo 5:
 
1: La profesión médica está al servicio del ser humano y de la sociedad. Respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico.
2: El médico debe atender con la misma diligencia y solicitud a todos los pacientes, sin discriminación alguna.
3: La principal lealtad del médico es la que debe a su paciente y la salud de éste debe anteponerse a cualquier otra conveniencia.
 
 
Quiero terminar con una frase de unos de los más grandes médicos que ha dado la Humanidad:
 
 
Si ser médico  es entregar la vida a la misión elegida.
Si ser médico es no cansarse nunca de estudiar y tener todos los días la humildad de aprender la nueva lección de cada día.
Si ser médico es hacer de la ambición nobleza; del interés, generosidad, del tiempo destiempo; y de la ciencia servicio al hombre que es el hijo de Dios.
Si ser médico es amor, infinito amor, a nuestro semejante,..
Entonces ser médico es la divina ilusión de que el dolor, sea goce; la enfermedad, salud; y la muerte vida.
 
Gregorio Marañón
 
 
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