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Dr. Borrel Martínez: “Tolerancia cero con la mutilación genital femenina”

Ante la mutilación genital femenina, el Dr. Borrel, presidente del Colegio de Médicos de Huesca, pide la colaboración de toda la sociedad a nivel internacional, en defensa de los derechos humanos, en base a la educación y en defensa de la igualdad. Al mismo tiempo considera fundamental la labor de los profesionales sanitarios enfocada a la prevención y concienciación a las familias de lo improcedente, inhumano y cruel de este tipo de acciones

Dr. José María Borrel Martínez. Médico de Familia. Centro de Salud de Ayerbe. Presidente del Colegio de Médicos de la provincia de Huesca 
 
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobaba en sesión de 20 de diciembre de 2012 instaurar la fecha del 6 de febrero como “Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina”. Esta práctica, que parecería una barbarie de épocas pasadas, sigue siendo una realidad a día de hoy, a la que son sometidas cada año 3 millones de niñas, y refleja por encima de cualquier otra cosa la discriminación por razón de sexo, o de género como se gusta decir ahora, en la que viven las mujeres ya desde su infancia.
 
¿En qué consiste esta tradición milenaria en muchos países del mundo? La mutilación genital femenina, según la técnica empleada, la podemos encontrar en la literatura también como ablación del clítoris o como infibulación, y todas ellas consisten en suprimir, deteriorar o modificar los genitales externos femeninos sin ninguna indicación de tipo médico o sanitaria. Según culturas, o más bien podríamos hablar de infraculturas o subculturas, se elimina sólo el clítoris, en otras se incluyen los labios menores, pero en otras se amputan incluso los labios mayores y se sutura posteriormente la herida para que cierre y quede solo una pequeña abertura por la que poder expulsar el sangrado menstrual. Por supuesto que esta tortura se realiza al margen de cualquier medida de tipo higiénico, sin anestesia ni analgesia, e inducida por el entorno familiar más próximo. No voy a describir el ritual porque aterroriza hasta al más pintado, pero dejo la observación de que aún se usan espinas de acacia para suturar. ¡Y todavía hay quien lo vincula con una cultura! 
 
Se calcula que viven en la actualidad 200 millones de mujeres que han sufrido esta práctica criminal, 44 de ellas menores de 14 años, y como Naciones Unidas ha planificado su total erradicación para 2030, si redoblamos esfuerzos podemos evitárselo a muchas niñas, y cuando menos a las que están a nuestro alcance, las que residen en nuestro país.
 
Alguien, al ver lo absurdo del tema, se preguntará cual es el objetivo de todo esto, de coger a las niñas antes de la adolescencia y someterlas a una salvajada así. La respuesta tampoco tiene desperdicio: es sencillamente privarles de todo placer sexual. Refleja pues, esa desigualdad entre sexos tan arraigada y asumida incluso en el lado femenino, pues no hay que olvidar que se implican madres y abuelas para llevarla a cabo. Para colmo cabe mencionar que últimamente, con visos de negocio, se han apuntado a practicarla algunos profesionales de la salud, quienes son ya responsables de casi la quinta parte de las mutilaciones que se hacen en la actualidad. Una vergüenza para nuestro colectivo que probablemente contribuya a dificultar su erradicación.
 
Es una violación en toda regla de muchos de los Derechos Humanos: del Derecho a la salud, a la vida, a la integridad física, a no ser sometidas a tratos crueles ni degradantes….”Todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos…”, “Nadie estará sometido a esclavitud ni servidumbre…”, “nadie será sometido a torturas…”, “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona…”. Todo queda una vez más en papel mojado.
 
Las consecuencias más inmediatas de la mutilación genital femenina son el tremendo dolor, las hemorragias y las infecciones que en no pocos casos les llevan a la muerte. Pero está además el impacto emocional que les deja marcadas para toda la vida. A la larga propiciará todo tipo de infecciones urinarias y genitales que pueden llevar a la esterilidad, a problemas en el parto, y en los casos en los que se estrechó la abertura vaginal, a una nueva operación para que sean posibles las relaciones sexuales y el parto. Todo ello un sinsentido.
 
Para acabar con esto, es necesaria la colaboración de toda la sociedad a nivel internacional, en defensa de los derechos humanos, en base a educación y concienciación de la igualdad, sin olvidar nunca las medidas punitivas. Es un gran paso que este último año, agosto de 2016, el Parlamento Panafricano prohibió esta práctica en sus países miembros. Como toda actividad ligada a la tradición, es de suponer que pasen muchos años todavía hasta que surta el efecto deseado. 
 
En España está perseguida incluso fuera de nuestras fronteras, pues lo que se hace es, con la excusa de una visita familiar, viajar con las niñas y hacérselo entonces con total impunidad en sus países de origen.
 
¿Qué podemos hacer los sanitarios? Lo principal prevenir, concienciando a las familias de lo improcedente, inhumano y cruel de la acción. En caso de notar pasividad hacia el rechazo por parte de los padres, si tenemos conocimiento o sospecha de un viaje o intuimos las intenciones, se puede denunciar para prevenirlo. Por desgracia, es más habitual comprobarlo a posteriori, ante lo cual solo cabe denunciarlo para las sanciones que procedan, pero el daño ya está hecho y es irreparable.
 
Como países de más alto riesgo podemos hablar del África subsahariana, Egipto, Sudán y el cuerno de África, Nigeria, Oriente medio y países del Índico como Indonesia, sin olvidar también zonas de Colombia por ejemplo. 
 
Toda la sociedad puede ayudar, y tienen un papel primordial los medios de comunicación y todo el ámbito educativo, dándolo a conocer, rechazándolo y denunciándolo, y ante todo adelantándonos, pues impedir y erradicar esta práctica es la mejor y única solución. 
 
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