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Dr. Bátiz: «Para ayudar a bien morir no es preciso la eutanasia»

Cuando una persona se encuentra en situación terminal de una enfermedad incurable solicita ayuda para que le aliviemos su sufrimiento y le ayudemos a morir bien. No nos suele pedir que le practiquemos la eutanasia si conseguimos evitar su sufrimiento mientras llega su final. Al menos eso es lo que me ha pasado a mí, a lo largo de 24 años acompañando a los enfermos durante su proceso de morir. 

Antes de seguir reflexionando sobre este tema deseo recordar la definición del concepto de eutanasia consensuado por la OMC y la SECPAL: “Eutanasia es la provocación intencionada de la muerte de una persona que padece una enfermedad avanzada o terminal a petición expresa de ésta y en un contexto médico…”

 
Al leer en El País (2-4-2017) las declaraciones del Dr. François Damas de cómo ayuda a morir a los enfermos incurables en Bélgica, me sentí con la necesidad de compartir con los que hayan elegido leer este artículo algo distinto a la eutanasia para ayudar a morir bien a los enfermos.
 
Desear tener una buena muerte, morir bien, es una legítima aspiración de los seres humanos. Y este deseo nos obliga a los profesionales de la salud a ayudar a nuestros enfermos a que mueran bien, sin sufrimiento alguno, con un control adecuado y enérgico de los síntomas aunque con los tratamientos para dicho control se pudiera adelantar la muerte; con una adecuación de aquellos tratamientos que ya son inútiles y que les harían sufrir más que la propia enfermedad; y, si fuera preciso porque aún no hemos conseguido aliviar su sufrimiento, recurriendo a la sedación para garantizar una muerte serena. Aunque de todo ello se pudiera derivar un adelantamiento no buscado de la muerte, ninguna de estas actuaciones son prácticas eutanásicas si lo que buscan es eliminar el sufrimiento de la persona y no eliminar a la persona que sufre. 
 
Cuando un enfermo dice: “doctor, acabemos con esto” ¿Cómo lo tenemos que interpretar? que ¿acabemos con su vida?, que ¿acabemos ese dolor insoportable que padece?, que ¿acabemos con su angustia? o que ¿acabemos con su soledad? El enfermo lo que nos pide es que aliviemos su sufrimiento. Detrás de la petición “quiero morir”, hay un trasfondo que significa “quiero vivir o morir de otra manera”. El enfermo pide ayuda, y si no comprendemos el sentido profundo de su petición, determinamos que desea la muerte. Y es por eso por lo que la tentación de la eutanasia como solución precipitada, se da cuando un paciente solicita ayuda para morir y se encuentra con la angustia de un médico que quiere terminar con el sufrimiento del enfermo porque lo considera intolerable y cree que no tiene nada más que ofrecerle. El fracaso de los médicos se produce  cuando nos planteamos quitar la vida a un enfermo porque no sabemos cómo mejorarle sus síntomas ni cómo modificar las circunstancias personales en las que está viviendo. Por eso es necesario aprender a ayudar a morir bien y todas las técnicas de acompañamiento del moribundo y su familia. Los médicos debemos estar preparados para escuchar algo más que una petición de morir.
 
Volviendo a las declaraciones del Dr. François Damas, me solidarizo y comparto su batalla por evitar el tormento que supone un sufrimiento prolongado en la fase terminal tanto para el enfermo como para su familia, pero para ello no necesito emplear la eutanasia, sino el acompañamiento al enfermo y a su familia, el control adecuado de su dolor y de cualquier otro síntoma que le provoque sufrimiento, la adecuación del esfuerzo terapéutico y la sedación paliativa cuando la necesite.
 
Sin embargo, los que cuidamos a los enfermos que sufren pensamos que los progresos de la Medicina Paliativa han provocado el ocaso de la noción de eutanasia como liberación del dolor insufrible. Cualquiera con un poco de experiencia en la atención de enfermos graves sabe que, cuando un enfermo solicita la muerte, es muy importante averiguar qué hay realmente detrás de esa petición. Tal vez sea una llamada de atención, para que se le alivie el dolor o se le ponga remedio al insomnio; quizá sea una queja encubierta para que se le trate de una manera más humana o se le haga compañía; o sencillamente, para que se le explique lo que le está ocurriendo.
 
Hace unas semanas se discutía en el Congreso de los Diputados sobre la admisión a trámite el debate de una Ley sobre la eutanasia. El sentido común de la mayoría de los diputados prevaleció y pensaron que un Parlamento antes de elaborar una Ley que garantice los derechos de los ciudadanos en el proceso final de vida acometa una legislación de la eutanasia comete algo que puede ir desde una frivolidad hasta una irresponsabilidad. Espero que por fin se haga realidad una Ley sobre la atención al final de la vida para garantizar una muerte sin sufrimiento ante una enfermedad terminal. Tal vez este consejo del Prof. de la Universidad de Namur (Bélgica), Étienne Montero, en el Prólogo a la edición española del libro Seducidos por la muerte, de Herbert Hendin, les haga reflexionar a nuestros legisladores si tuvieran la tentación de seguir insistiendo en contemplar en una ley, la eutanasia: “Raras veces conviene que una legislación esté pensada a partir de casos límite. El buen legislador debe evitar lo que cierta sociología jurídica denomina el ‘efecto macedonio’, es decir, esa tendencia desacertada a moldear una regla general sobre la base de unos casos excepcionales o marginales. Si se siguiera esta lógica hasta el final, ningún principio quedaría a salvo, dado que toda norma, en mayor o menor medida, plantea problemas en los límites de su ámbito de aplicación”.
 
Para terminar este artículo desearía compartir esta última reflexión sobre el asunto: ¿El médico puede ser el cuidador de la salud de las personas y ser capaz de poder producir, al mismo tiempo, su muerte intencionada?
 
 
Dr. Jacinto Bátiz
Jefe del Área de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce.
Miembro del Grupo de Trabajo Atención Médica al final de la vida de la Organización Médica Colegial (OMC).
 
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