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Dr. Antonio Ares: “Mamá, quiero ser dermatólogo”

El Dr. Antonio Ares Camerino, vicesecretario del Colegio de Médicos de la Provincia de Cádiz, reflexiona, en este artículo de opinión, sobre la vocación de la profesión médica

reflexiona, en este artículo de opinión, sobre la vocación de la profesión médica

“Aquel mundo aspiraba, a pies juntillas, en convertirse en distópico. Hubo un tiempo en el que la relación médico paciente era eso, una relación. Una pregunta seguida de una respuesta. Un dime y un te digo. Un te toco y un aquí me duele. Un respira, un tose y un diga 33. Así de simple. Primero era la palabra y después las decisiones. Nada estaba destinado a la anticipación de una información y a la de un conocimiento inseguro de sabe dios qué fuente no contrastada. Y llegaron las peticiones de pruebas. Algunas cualitativas, otras cuantitativas, y la mayoría de imágenes. De la nada surgieron un grupo de pacientes que reivindicaban otras maneras. No querían pruebas, sólo ansiaban qué les preguntaran, qué les escucharan, qué les tocaran, qué les palparan, qué les exploraran. Nada de pantallas a todo color, simplemente aspiraban a poder tener ese toque de curación que sólo está en unas manos sabias”.

A punto de adentrarnos en el proceso de selección más anárquico e injusto que es la EBAU (Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad), en el que decenas de miles de estudiantes deberán dirimir sus derroteros profesionales, se nos plantea el asunto de la vocación. Decía el Profesor Millán Núñez-Cortés que “la vocación médica es descrita como un sentimiento que se expresa como un deseo de dedicarse a esa actividad o profesión. Este impulso no tiene sólo un origen propio en sí, individual e interno, sino que generalmente viene influenciado por rasgos externos (influencia familiar, visión social de la profesión, interés específico por áreas de conocimiento, visualización de modelos atractivos, expectativas económicas y otros de diversa naturaleza”.

Lo que antes fuera un servicio de entrega, lo que otrora era un ansia de descubrimiento y compromiso con el procurar el bienestar a las personas que sufren, se ha convertido en un reto de notas, de conseguir las mejores puntuaciones en preguntas de concursos médicos que sólo evalúan unos conocimientos técnicos rebuscados, de un saber de datos que nada tienen que ver con un ejercicio de la medicina a pie de cama, con el buscar el consuelo de la persona enferma. Si las premisas que tienen más valor son las del lucro y las del prestigio social frente a las de la labor social y de entrega a los demás, la batalla está perdida.  

Cada vez nos enfrentamos más con un colectivo con la vocación en sus horas bajas, menos dispuesto al sacrificio que la profesión requiere y más preparado para su abandono ante las adversidades intrínsecas al compromiso vocacional. Algunos profesores de Facultades de Medicina afirman que, desde el inicio de los estudios, la mente del alumnado está puesta en el examen MIR. Realizar una buena historia clínica es la base fundamental de un buen diagnóstico. Ello requiere asertividad, empatía y una capacidad de saber descubrir el desconsuelo y el sufrimiento de la persona que tenemos delante. Una buena anamnesis requiere de una destreza verbal capaz de saber leer entre líneas. Una correcta exploración física precisa de toques, palpaciones, percusiones y de un meterse en la piel de la persona que sufre. Es preciso saber ver con los dedos y escuchar con los ojos. Intuir las dudas que se les plantean y dar unas respuestas a las cuitas e incertidumbres que se les vienen encima. Las personas que tenemos delante no son simples pruebas diagnósticas ni resultados de analíticas complejas, son seres que sufren y a las que nuestro conocimiento puede reconfortar.

Estamos en pleno proceso de selección de las plazas MIR de la convocatoria 2022. Según los datos que aporta el Ministerio de Sanidad, 9932 egresados podrán participar en el proceso de selección de plazas, 1895 han quedado eliminados de la prueba. El sistema MIR ha sido el gran éxito para la formación médica especializada que ha permitido que los licenciados en medicina y cirugía tengan la opción de poder acceder a un sistema formativo, donde la equidad y la objetividad son fundamentales (Miguel Vilardell Tarrés). El Hospital General de Asturias, con el Dr. Carles Soler Durral a la cabeza, el Hospital de Sant Pau de Barcelona y el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, crearon las plazas de médicos internos. En el año 1968, por encargo del Ministerio de Sanidad, el profesor Segovia de Arana planificó en plan formativo de especialidades médicas. En 1976 se establece un examen teórico centralizado que valoraba las competencias y seleccionaba, tanto la especialidad como el lugar donde realizarla, en función de la puntuación obtenida. Cabe destacar que en 1980 se crea la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria de la mano de los profesores Segovia de Arana y Martín Zurro. En sus inicios las especialidades más demandas eran las consideradas más complejas y de “alto riesgo”, por sus demandas formativas o por las destrezas que requerían. Cirugía cardiovascular, neurocirugía, medicina intensiva o medicina interna, copaban los primeros puestos a la hora de las prioridades de los aspirantes. El devenir de los años y la vocación, a su manera, han hecho de las suyas. Dermatología y Cirugía Plástica y Reparadora han copado la atención y los deseos de los aspirantes más destacados. De las 8188 plazas disponibles en la primera semana se habían agotado. Como en años anteriores las 2366 plazas de Medicina Familiar y Comunitaria serán de las últimas en ser adjudicadas. A más de una semana del inicio del proceso aún no se han adjudicado plazas de Análisis Clínicos, Bioquímica Clínica, Medicina del Trabajo, Medicina Nuclear u Oncología Radioterápica.

Las aspiraciones profesionales de los mejores parecen renunciar a la medicina a pie de cama. En sus decisiones se intuye que las pretensiones huyen de la sanidad pública y apuestan claramente por la privada. Nada de arriesgadas urgencias ni de guardias agotadoras. Se prefieren las consultas a las hospitalizaciones, lo relacionado con lo reconstructivo y externo a la atención integral a las personas con padecimientos complejos.

Remedando al musical español, con libreto de Juan José de Arteche e interpretado por la maravillosa Concha Velasco, “Mamá, quiero ser dermatólogo”.

* Las tribunas y artículos publicados en medicosypacientes.com no representan posturas o posicionamientos oficiales del CGCOM

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