El Dr. Antonio Ares, delegado territorial de Bahía de Cádiz del Colegio de Médicos gaditano, reflexiona en este artículo sobre cómo la variabilidad según la zona donde se resida influye de manera directa en los servicios sanitarios que una persona puede recibir. Así, a su juicio, las diferencias en salud, "injustas y evitables", merecen ser consideradas prioritarias
Dicen que el nombre es lo que nos identifica. En los países pobres a los recién nacidos no les ponen nombre hasta que cumplen unos meses. El miedo a perderlos por la elevada mortalidad perinatal hace que sea menos doloroso llorar a un innombrado.
Además del nombre también somos números. A lo largo de nuestra vida algunos dígitos nos identifican. Qué si el NIF, qué si el número de afiliación a la Seguridad Social. Que si el número de nuestra cuenta corriente, Qué si los dígitos de la clave de nuestra tarjeta de crédito. Todos esos guarismos confluyen en reconocernos como sujeto de derechos y de deberes.
Existe un simple número, de tan sólo cinco dígitos, que puede aportar datos sobre nuestros gustos y aficiones, sobre si somos más de comer en casa o de salir de restaurantes de estrella, sobre si tenemos coche de alta gama o somos de usar el transporte público. Si somos de tener renta acomodada o somos de llegar a fin de mes con muchos días de adelanto. Me refiero al Código Postal. Esas decenas y unidades de mil que identifican a la provincia, y esas centenas, decenas y unidades que ubican la ciudad o el barrio donde vivimos dan mucho de sí.
Cruzar una calle, pasar simplemente de una acera a otra pueden marcar una frontera invisible en una ciudad. La que separa un barrio rico de un barrio pobre. La que supone tener una esperanza de vida mayor o menor, la que nos da alas para poder desarrollar una vida plena y sin aprietos o la que nos condena a vivir con los justo y a merced de los avatares del destino.
Recientemente la Agencia Tributaria (AEAT) ha publicado datos relativos al nivel de renta de la población según código postal. En algunos casos la diferencia, en una misma ciudad a pocos metros, puede ser del 40-60% del nivel de renta. Eso se traduce en acceso a servicios de mayor calidad, en un medio ambiente más sano, en mayor calidad de vida y en mayor longevidad.
En la década de los noventa, en el Reino Unido, se comprobó que la equidad en el acceso a los Servicios Sanitarios Públicos (universales, gratuitos y accesibles) no lograba reducir las diferencias entre las poblaciones ricas y pobres, que dependían, única y exclusivamente, de sus niveles de ingreso.
Las desigualdades sociales condicionan nuestra vida. Esas diferencias en salud, que son injustas y evitables, merecen ser de prioridad a la hora de su eliminación. La OMS puso en marcha en 2005 la Comisión sobre Determinantes Sociales en Salud, la misma se marcó como objetivo el subsanar las desigualdades en una generación. En España, desde el campo de la Salud Pública, hay una intensa y excelente actividad científica sobre las desigualdades sociales en salud. Se ha constatado que la clase social, el sexo, la etnia o el país de origen como territorio marcan nuestras expectativas de vida. Estudiosd realizados en grandes ciudades sobre esperanza de vida, teniendo en cuenta, como marco geográfico de territorio las unidades censales, pueden llegar a marcar una diferencia de casi diez años para los varones y seis años para las mujeres.
A todo ello hay que sumar lo que los expertos en Evaluación de los Sistemas Sanitarios han dado en llamar la Equidad de Resultados. Ya no basta con la equidad en acceso. Hay que valorar si los resultados obtenidos son similares o en cambio existen diferencias atribuibles a los medios materiales y los recursos humanos. La red de hospitales y centros de atención primaria desplegados por todo el territorio nacional ha permitido alcanzar uno de los retos de nuestro Sistema Sanitario propuesto por la Ley General de Sanidad (1986). “garantizar la equidad de Acceso”. Que toda la ciudadanía tenga acceso de manera inmediata y cercana a los servicios de salud que precise.
Ahora es el momento de asegurar la Equidad de Resultados. La diferencia de mortalidad en cirugía cardíaca puede alcanzar el 40% dependiendo del hospital donde se practique. La alta complejidad de ciertas técnicas diagnósticas y terapéuticas aconsejan concentrar servicios, eso sí con isócronas y soportes de traslados que garanticen que el tiempo de demora no influye en los resultados deseados.
Una de las técnicas que mayor factor de impacto ha tenido sobre la práctica asistencial hospitalaria ha sido la implantación del “código ictus” y el “código infarto”. El descenso de la mortalidad ha sido espectacular desde que se han diseñado diagnósticos de atención y traslado rápido en ambulancias medicalizadas . Aún existen zonas de España donde todavía no se han puesto en marcha. En estos casos el tiempo es un factor de pronóstico vital, pero lo es también en patologías de evolución crónica, como el cáncer o como son los cuidados paliativos.
La variabilidad según la zona donde vivimos influye de manera clara en el pronóstico de los resultados. Estar a las puertas de un recurso sanitario no es lo mismo que encontrarse a kilómetros de distancia.
No sólo es importante saber de nuestros derechos asistenciales en materia sanitaria, es más importante conocer donde estamos, que medios tenemos a nuestra disposición y cómo podemos acceder a ellos.