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Dr. Altisent: La sorpresa de Kazuo Ishiguro

El Dr. Rogelio Altisent, director de la Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza, ha publicado un artículo en ‘Heraldo de Aragón’ en el que comenta algunos libros del reciente premio Nobel en los que hay toques médicos

No soy un experto en literatura. Apenas he podido alardear de conocer a los escritores premiados con el Nobel en los pasados años. Soy más bien un lector utilitarista. Utilizo las lecturas y el arte para descansar y para buscar ejemplos, ideas y metáforas, con el fin de aplicarlos a la docencia, con la intención de hacer más fácil el aprendizaje de la ética como disciplina académica que a veces puede resultar árida. Pero, ahora, ante este sorpresivo premio Nobel he sentido una cierta emoción, por haber leído y disfrutado algunos de los libros más elogiados de Kazuo Ishiguro, este novelista de 62 años nacido en Japón y afincado en el Reino Unido que acaba de ser laureado contra todo pronóstico, pues no entraba en las quinielas mediáticas. 

Los restos del día fue su tercera novela escrita a los 35 años y probablemente la más conocida tras llegar al cine. Es la historia de un mayordomo, Stevens, que narra sus recuerdos de tres décadas al servicio de un Lord inglés simpatizante con el fascismo en los años de entreguerras. Un delicioso relato costumbrista lleno de agudeza y con toques de un hilarante humor británico del que ofrezco una muestra.  Tosiendo educadamente, llamó la atención de su patrón y, acto seguido, acercándose al oído, susurró: -Discúlpeme, señor, pero creo que hay un tigre en el comedor. ¿Me permite que utilice el rifle? Unos minutos más tarde el patrón y sus invitados oyeron tres disparos; cuando algo más tarde el mayordomo volvió a aparecer en el salón para rellenar las teteras, el dueño de la casa preguntó si todo estaba en orden. –Perfectamente señor. La cena será servida a la hora habitual, y me complace decirle que no quedará huella alguna de lo sucedido.

Nunca me abandones es una novela publicada en 2005, que también llegó a la pantalla gigante, protagonizada por los adolescentes alumnos de un original internado británico. Un relato de terror gótico donde se va desvelando lentamente que estos chicos aparentemente huérfanos son cuidados primorosamente para servir a la salud de la sociedad. Son jóvenes que viven dócilmente un romántico secuestro, pero que no dejan de tener alma y aspiraciones de felicidad. Una construcción literaria inquietante y llena de insinuaciones, escrita tras aquellos primeros años de debate público sobre la clonación de seres humanos. Es uno de los libros que he sugerido a mis alumnos de bioética como lectura complementaria para aprender a pensar, y a escribir, que también es importante para los médicos, que corremos el riesgo de expresarnos con acrónimos.

El buen sabor que me dejaron los libros anteriores me ha impulsado a leer El gigante enterrado, su última novela publicada en español hace un año. Nos situamos frente una historia de épica medieval protagonizada por una pareja de encantadores ancianos, Axl y Beatrice, que deciden emprender un largo y peligroso viaje para ver a su hijo. Un relato tejido con caballeros, guerreros, ogros y monjes, lleno de expresiones entrañables del amor matrimonial que los viejitos se profesan. Una temible dragona aparece en una conversación del anciano Axl con un barquero a quien dice: -Hasta hoy el aliento de un dragón hembra envenenaba el aire, borrando los recuerdos, tanto los felices como los sombríos. Pero ahora, por fin, han matado al dragón hembra y en mi cabeza han empezado a aclararse muchas cosas. Al leer esta fábula de afectos y olvidos recordaba la preocupación de tantos pacientes sobre su déficit de memoria, a quienes intento tranquilizar, explicando que cuando uno se da cuenta de los olvidos, el problema no es tan grave. Y, en cualquier caso, poco se puede esperar de los fármacos. Lo que nunca defrauda es el ejercicio moderado, eliminar los tóxicos y cuidar la dieta.

Me ha encantado la concesión de este Nobel de Literatura a Kazuo Ishiguro. Es quizá una reacción algo infantil. Me acuso de vanidad. 

Para el año que viene apuesto por Ian McEwan, un escritor de parecido perfil. Si acierto, también me gustaría escribir algo. Pero, por si acaso, ya les recomiendo tres de sus novelas que, por diferentes razones, también me han sido útiles: Los perros negros, La ley del menor y Cáscara de nuez.

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