Los ingresos en hospitales por conducta suicida en adolescentes españoles se han multiplicado por cuatro en la última década, según constata un estudio publicado en el ‘Journal of Affective Disorders’ en el que han participado investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y Emooti.
El trabajo, que analiza datos del Registro Nacional de Altas Hospitalarias, constata un “aumento preocupante” en las hospitalizaciones motivadas por conductas suicidas en adolescentes entre 2000 y 2021.
En ese sentido, el 73,4% de las hospitalizaciones por este motivo corresponden a adolescentes mujeres; mientras que la mortalidad intrahospitalaria es más frecuente en hombres.
A su vez, la mediana de edad de los ingresados por conducta suicida se situó en 16 años, “reduciéndose progresivamente” durante el periodo estudiado, lo que implica “la necesidad de intervenciones preventivas en edades más tempranas”.
El primer año de la pandemia provocó que las hospitalizaciones por conducta suicida cayeran; sin embargo, en 2021 crecieron un 250%, siendo los trastornos de ansiedad (22%) y las alteraciones del estado de ánimo (13%) los principales factores asociados a estas conductas.
A pesar de que las hospitalizaciones de adolescentes en España remitieron un 23% en las dos décadas objeto de estudio, la proporción de ingresos relaciones con trastornos mentales pasó de un 3,9% en 2000 a un 9,5% en 2021, lo que representa “una creciente carga en el sistema de salud de los trastornos mentales”.
A juicio del doctor Hilario Blasco-Fontecilla, investigador principal del estudio y director general de Emooti y miembro de Unir, “el aumento de hospitalizaciones por conducta suicida es un reflejo de una crisis de salud mental que exige una respuesta contundente y coordinada desde el ámbito educativo, sanitario y social”.
Por ello, consideró “imprescindible priorizar estrategias preventivas basadas en evidencia que aborden las causas subyacentes y fomenten la resiliencia en los jóvenes”.
El informe propone el desarrollo de programas educativos basados en la gestión emocional y la identificación temprana de señales de alarma y plantea incrementar la accesibilidad a los servicios de salud mental, especialmente en el ámbito comunitario, para ofrecer un apoyo continuado a los adolescentes y sus familias.
“Invertir en programas de prevención no sólo reducirá las tasas de suicidio, sino que contribuirá al bienestar integral de los jóvenes”, concluyó el doctor Hilario Blasco-Fontecilla.