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Amor Pan: «La aplicación de las Neurociencias en el ámbito militar es más que preocupante»

 

«La aplicación de las Neurociencias en el ámbito militar es más que preocupante» y la utilización de las armas químicas es un ejemplo de ello, según pone de manifiesto el autor del libro «Bioética y Neurociencias», José Ramón Amor Pan, que mañana  presentará mañana en la sede de la Organización Médica Colegial (OMC), a las 19:00 horas

 

Madrid, 21 de septiembre de 2015 (medicosypacientes.com/T.A.)

José Ramon Amor Pan, Doctor en Teología Moral y experto en Bioética, describe en este libro, editado por el Instituto Borja de Bioética de la Universidad Ramon LLull,  como el creciente impacto de las enfermedades del sistema nervioso en las sociedades occidentales como los accidentes cerebrovasculares, procesos neurodegenerativos como el Alzheimer o el Parkinson o trastornos psiquiátricos como la depresión o la esquizofrenia, ha conllevado un enorme desarrollo de las investigaciones del sistema nervioso central y de sus alteraciones, aunque asegura que «aún es mucho lo que ignoramos del cerebro humano».

En esta entrevista para Médicos y Pacientes, el autor alerta de la preocupante aplicación de las Neurociencias en el ámbito militar y pone como ejemplo el uso de armas químicas, a pesar de que  existe ya una Convención para su prohibición y de cómo una de las entidades que más fondos está dedicando a la investigación neurocientífica es la agencia militar norteamericana DARPA.

Para Amor Pan, por «intereses partidistas, económicos y cortoplacistas» no hay una buena gobernanza mundial de las Neurociencias y asegura, en esta entrevista, que con este libro su objetivo es hacer una descripción lo más completa posible de las Neurociencias  para señalar los problemas éticos y legales que plantean en la actualidad.

En su libro habla de Bioética y Neurociencias. ¿Cuál de las dos disciplinas prevalece?

Mi objetivo es presentar un panorama lo más completo posible de por dónde van los tiros en relación con los problemas éticos y legales que plantean en la actualidad las Neurociencias. Y aunque manejo los principales datos de las Neurociencias, porque la buena Ética comienza con buenos datos, es claro que por mi formación predomina la Bioética.

¿Cómo es la relación entre los científicos y los bioéticos?

El fundador de la Bioética, Potter, era un investigador del cáncer: o sea, un científico. Su intuición de base era la imperiosa necesidad de establecer puentes entre las ciencias y las humanidades, para garantizar un futuro decente y sostenible a la Humanidad. La Bioética es necesariamente interdisciplinar. Y aunque un diálogo de esta naturaleza no es fácil, no queda otra. Sólo surgen conflictos irresolubles cuando por cualquiera de las dos partes aparecen posturas dogmáticas, arrogantes o superficiales.

Habla de técnicas para escanear el cerebro para conocer si mentimos, si se ha cometido un delito porque hay un problema

No es que hable yo, es que en EEUU ya hay empresas que ofrecen esos servicios y en sus Tribunales ya se admiten pruebas de esta clase. En España hemos tenido ya algún caso de utilización de una técnica basada en neurofisiología clínica, la P300 ODD-BALL, una prueba de electroencefalografía. Por ahí se quiere avanzar, aunque todo esto presenta numerosos interrogantes éticos, procesales, constitucionales y de validación. Y es mucho, muchísimo, lo que ignoramos del funcionamiento del cerebro humano.

¿Cuáles son los principales avances y la última «revolución» neurocientífica?

Creo que no es ajustado hablar de «revolución», es un término cargado de ideología, en el sentido de un reduccionismo neurocentrista. Sí cabe hablar de grandes avances, en terrenos como el Parkinson, la interfaz cerebro-ordenador para el manejo de prótesis, por ejemplo. Pero podría decirse que apenas hemos empezado a navegar en el universo neuronal, compuesto por unos 100.000 millones de neuronas, cada una de las cuales establece entre 1.000 y 10.000 conexiones sinápticas, una estructura reticular difícil de imaginar en toda su complejidad. Dos grandes proyectos de investigación, uno norteamericano y otro europeo, pondrán algo de luz en los próximos años.

¿Cuáles son los riesgos y desafíos más significativos que plantean las Neurociencias?

Sin duda, los reduccionismos epistemológicos, el tomar la parte por el todo. Además, el cortoplacismo, el ansia de obtener logros palpables que den notoriedad pública y rentabilidad económica, puede llevar a la imprudencia. Los intereses de todo tipo que están en juego son formidables: lea, si no, el discurso del presidente Obama cuando presentó el proyecto BRAIN hace un par de años.

La Neuropolítica, otra disciplina ligada, ¿es capaz de comprender el cerebro de las personas en su condición de ciudadanos, electores o activistas? ¿Se pueden utilizar las Neurociencias para manipular a la opinión pública?

En eso andan. Marketing político con instrumentos cada vez más refinados y poderosos, para «vender» un candidato, una marca: no se trata de debatir programas, sino de influir en las emociones de los votantes. Hay ya bastante literatura al respecto.

Uno de los avances científicos está relacionado con agentes químicos incapacitantes que atacan, precisamente, al sistema nervioso central. ¿Qué exigen las convenciones internacionales al respecto? ¿Deberían revisarse?

Todo el tema de la aplicación de las Neurociencias al ámbito militar es más que preocupante. Una de las entidades que más fondos está dedicando a investigación neurocientífica es precisamente DARPA, la agencia científica de los militares norteamericanos. Respecto al tema concreto que planteas, existe ya una Convención para la Prohibición de las Armas Químicas en vigor desde 1997, y aunque se han hechos avances significativos, la realidad es que siguen usándose, la tentación del arma perfecta es muy grande (derrotar al enemigo sin dañar el patrimonio).

¿Hay un buen gobierno de las Neurociencias?

Los neurocientíficos son gente seria, en general, que trabajan por el bien común, muy comprometidos con la lucha contra la enfermedad. Falta más interdisciplinariedad, eso sí, más formación bioética, como reconocen diversos documentos.

Otra cosa son los gobiernos y las instituciones internacionales… Aquí hay muchísima tarea por hacer. Los intereses partidistas, ese cortoplacismo del que hablaba antes, los intereses geoestratégicos, las grandes multinacionales, etc, todo ello complica el escenario y me lleva a decir que no hay una buena gobernanza mundial, una afirmación en la que, lógicamente, se incluyen las Neurociencias.

El suicidio  es la primera causa de muerte no natural en España y la depresión, la mayor puerta de entrada a estas conductas. Con los avances en Neurociencias, ¿para cuándo se podrá evitar esto?

La estimulación cerebral transcraneal ya está dando buenos frutos en el tratamiento de depresiones graves. Aunque falta todavía mucha investigación básica, desentrañar el origen de la depresión, y sin querer generar expectativas falsas o desproporcionadas, creo que el panorama es alentador. Pero conviene subrayar que no pueden obviarse los condicionantes externos, las circunstancias en las que vive el sujeto, y lo cierto es que estamos construyendo unas ciudades y unos modos de vida que claramente generan enfermedad.

Usted también habla en su libro de «medicalización de la vida». Muchos pacientes buscan en los fármacos más que un tratamiento a una enfermedad concreta,  una mejora del estado de ánimo, eso que se ha conocido como la píldora de la felicidad. Lo cierto es que en los últimos 10 años, el consumo de antidepresivos en España se ha triplicado, con más de 38 millones de envases vendidos.  ¿Cómo analiza esta cuestión?

Creo que con realismo y prudencia, también con mucha preocupación. Cualquier fármaco tiene efectos secundarios, eso lo sabemos bien. Nuestro cerebro es aún un absoluto misterio. Por eso me preocupa que trivialicemos el consumo de neurofármacos y que algunos autores incluso hablen de utilizarlos no sólo para luchar contra la enfermedad sino también para la mejora humana: del rendimiento cognitivo, del estado de ánimo, incluso de la moral de una persona. Tomar una píldora no equivale a chupar un caramelo. Los fines de la Medicina no son esos, ni mucho menos.

Pero, claro, los intereses económicos son astronómicos, ¿se imagina usted? Las posibilidades de manipulación del sujeto no serían menos importantes. Los médicos de Atención Primaria, que ya tenían poco tiempo para atender a sus pacientes, con los recortes de los últimos años lo tienen prácticamente imposible para aplicar una escucha activa y, claro, el recurso es la receta. Pero eso no soluciona en muchos casos los problemas de la persona, tan sólo los enmascara. Y todo ello en una sociedad que practica lo que un sociólogo francés ha denominado una ética indolora: se quiere la sensación placentera inmediata, sin complicaciones, sin esfuerzo, entendida en términos individuales. Vamos, el soma de la famosa novela de Aldous Huxley, Un mundo feliz.

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