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Montserrat Rico Góngora: “Acepté el reto de dar vida literaria a un médico porque entendía sus valores de solidaridad y entrega a los demás”

Montserrat Rico Góngora, escritora española de novela histórica, ha sido la ganadora, del II Premio de Novela Albert Jovell que convoca y concede cada año la Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial (OMC).  En esta entrevista, agradece recibir este premio en recuerdo a un médico “que luchó porque la Sanidad no fuera un lujo”; unos principios ideológicos que, según cuenta, defiende y encarna uno de los protagonistas de la obra: “acepté el complicado reto de dar vida literaria a un médico, sencillamente porque creí que entendía lo esencial de su magisterio: la solidaridad y la entrega hacia los demás” 

La novela ganadora “La Ciudad de los Demonios”, que ha publicado la editorial Almuzara, hace un retrato de la Barcelona de finales del XIX y recupera la figura olvidada del poeta Jacinto Verdaguer considerado uno de los grandes constructores de la lengua catalana, un personaje que según cuenta la autora “le inspiraba piedad”.

 
Esta obra descubre al lector el desarrollo de la Medicina y la ciencia en una época en la que predominaba la superstición, para Montserrat Rico, quien ha desarrollado también su faceta como poeta, así como de colaboradora en distintos medios y revistas, “hay muchas escenas de la historia que se podrían novelar donde la Medicina, en su estado particular de desarrollo, es la suprema protagonista”.
 
Sobre la labor de la FPSOMC, que nació con la Misión de aunar la solidaridad de todos médicos españoles hacia compañeros o familiares en situaciones de especial necesidad, asegura que “su fin es encomiable y que muchos otros colectivos tendrían que seguir su ejemplo”.
 
-¿Qué supone para usted haber sido la ganadora del II Premio de Novela Albert Jovell? 
 
Una satisfacción. Un premio es siempre un reconocimiento, pero este, en particular, es además un broche de oro en tu trayectoria profesional, por lo que significa la figura de aquel que da nombre al galardón. Siempre tuve mucho respeto a la labor del cuerpo médico, como paciente asidua por motivos de salud. De modo que entiendo lo importante que es que se instituya un Premio en recuerdo a un médico que luchó porque la sanidad no fuera un lujo y estuviera al alcance de todos. Esos principios ideológicos, casualmente, defiende uno de los protagonistas de la obra: el doctor Apolinar Bohígas. No deja de ser un guiño de la ficción a la realidad.
 
-La concesión de este premio ¿de qué manera influye en su trayectoria como escritora?
 
Después de algunos años de silencio, me vuelve a poner en hora.
 
-¿Cómo conoció la existencia de este Premio? 
 
A través de una hoja web donde se copilan las bases de todos los premios que se convocan en lengua castellana.
 
-¿Qué le diría a otros profesionales para que se animen a participar en el siguiente Premio?
 
Que aunque no siempre se gana, hay que intentarlo. 
 
-¿Qué significa para usted escribir?
 
Escribir es un acto de fe, una manera de mirar el mundo, una filosofía de vida, un proceso, nunca un fin. Ni siquiera creo que sea algo que haya elegido deliberadamente. Cuando con ocho años estás segura de lo que quieres ser, supongo que la fórmula se invierta: la literatura te ha elegido a ti, y eso significa renunciar a muchas cosas, al sueño de la estabilidad laboral, por ejemplo. 
 
 -¿Por qué se decantó por la novela histórica tildada por tendencias esotéricas?
 
Es cierto que mis últimas novelas: “La Abadía Profanada”, “La Caída de Bailonia” y la galardonada “La Ciudad de los Demonios” de alguna manera tratan lo esotérico, lo oculto, lo misterioso, porque en la práctica es lo que más atrae, pero eso no quiere decir que todo valga, sobre todo para una mentalidad tan racional como la mía.  
 
Simplemente mis novelas analizan desde un punto de vista sociológico o antropológico situaciones y acontecimientos que fueron reales: la búsqueda de Grial por los Nazis en Montserrat, la lucha de la fe católica contra los vestigios de las religiones paganas en la Roma Renacentista, la creencia en la posesión diabólica en la Barcelona del siglo XIX. No me permito en mis obras ni una concesión a la falacia, aunque es cierto que, a veces, adorno mis letras con el realismo mágico, como ocurre en “La Caída de Babilonia”. 
 
Quien lea la obra galardonada “La Ciudad de los Demonios” descubrirá la auténtica crónica de un tiempo: un choque de ferrocarriles, un atentado en el Liceo, un incendio en Santander, sucesos todos reales, pero que la mente inclinada a lo maravilloso de uno de sus protagonistas, el exorcista y poeta Jacinto Verdaguer, creyó obra de la intercesión del demonio. Realmente no hay ficción en esta historia, sólo un intento de novelar, con la materia maleable de la palabra, un pasado que nos pertenece y nos define. 
 
-Esta novela descubre al lector el desarrollo de la Medicina y la ciencia en una época en la que predominaba la superstición. ¿Cree que la Medicina es fuente de inspiración en literatura? ¿Cómo era la Medicina de esta época?
 
El desarrollo de la Medicina puede dar mucho juego literario.  Una de las mejores novelas que he leído hablaba del médico de Felipe II. Hay muchas escenas de la historia que se podrían novelar donde la Medicina, en su estado particular de desarrollo, es la suprema protagonista. 
 
Se me ocurre pensar en el parto malogrado de la emperatriz Isabel de Portugal, que murió en Toledo sin que el doctor Laguna -traductor de Dioscórides- pudiera curarla de sus fiebres puerperales. En aquella época, por ejemplo, las hemorragias se taponaban con telarañas o con emplastos de estiércol cocido en vinagre. Era lo que había. En el siglo XIX, por supuesto, se dio un paso de gigante en la Medicina, a lo que contribuyó el descubrimiento de los Rayos X, de la vacuna de la rabia o el desarrollo de los Institutos Microbiológicos Municipales, por citar algunos hitos. El protagonista de “La Ciudad de los Demonios”, siente verdadero terror por la rabia, de la que han muerto sus padres. He de confesar que he transferido a mi novela los mismos miedos que quedaron enquistados en el recuerdo de mi familia, porque mis tartarabuelos murieron de rabia en el siglo XIX, casi dos años después de que un perro callejero le arrancará a mi tatarabuela del pecho el niño que estaba amamantando y se lo llevara.
 
¿Qué representa la figura del médico encarnada en su obra por el doctor Apolinar Bohígas? ¿Cómo se puede plasmar los principios de la Medicina en la literatura? 
 
El doctor Apolinar Bohígas es uno de los protagonistas más entrañables de la novela. Es a través de su peripecia vital que descubrimos qué enfermedades asolan a la sociedad del siglo XIX y en qué estado de desarrollo se encuentra la ciencia y la tecnología puesta a su servicio. Aunque yo no he estudiado Medicina ni nada que se le parezca, acepté el complicado reto de dar vida literaria a un médico, sencillamente porque creí que entendía lo esencial de su magisterio: la solidaridad y la entrega hacia los demás. Esos valores, como apreciará el lector, los encarna a la perfección ese médico,  cuya única ilusión de reconocimiento a sus servicios era la de que un día se pusiera su nombre a una calle, en el devenir de la historia de aquella cuadrícula visonaria de Barcelona que pergeñó el urbanista Ildefonso Cerdá.
 
-La Ciudad de los Demonios, recrea la Barcelona de finales del XIX ¿Qué le inspiró para escribir la obra ganadora? ¿Por qué el siglo XIX? 
 
Me atrajo siempre la figura de Verdaguer y cuando leí sus primeros apuntes biográficos descubrí que el personaje y la época no estaban tan lejos. Mi abuelo, al que no conocí, de hecho nació a pocos metros del palacio donde se practicaron muchos exorcismos, en 1891, en el momento álgido de aquel brote que podríamos llamar de sugestión colectiva. Eso ya fue un acicate. Además he de confesar que el siglo XIX me atrae de una manera poderosa. Está a mitad de camino de todo, a una distancia perfecta para ser comprendido desde la atalaya de la historia, y no demasiado lejos para perder de vista sus detalles.
 
¿Qué le llevó a recuperar la figura olvidada del poeta Jacinto Verdaguer considerado uno de los grandes constructores de la lengua catalana? 
 
Es un personaje que me inspiraba piedad. En el fondo creo que no estaba tan loco como sus coetáneos, por malicioso interés, hicieron creer.  Después, por supuesto, de haberlo convertido en un a Pía Institución para el tráfico de favores, teniendo en cuenta de que era el limosnero y guía espiritual del hombre más rico de España, el marqués de Comillas. Cabe   decir que él no se apartó de las recomendaciones que el Pontífice León XIII hizo llegar a todas las diócesis católicas del mundo para combatir al demonio. Eran prácticas habituales aún en un sector de la Iglesia menos aperturista. Sin embargo al Pontífice nadie lo trató de loco ni lo arrojó a las manos de los tribunales civiles, como hizo el obispo Morgades con él.
 
-Entonces, ¿qué verdad hay sobre la vida de este poeta, tildado por loco?  
 
Para responder a esta pregunta, creo que los más adecuado es echar mano a la cita de Nietzsche que abre la novela: “La locura es muy rara en los individuos; en los grupos, en los partidos, en las épocas, es la regla.”
 
Según refleja en su obra, ¿cuál era el papel de la caridad en estos tiempos?
 
La caridad era la única forma de empatía con los desfavorecidos en una época sin derechos sociales.
 
-La Fundación de Protección Social nació para atender a los huérfanos de médicos que murieron a causa de la gripe española a principios del Siglo XX, hoy es un referente de solidaridad y protección social. ¿Cómo ve el papel de estas organizaciones en tantas situaciones de desprotección social que hay actualmente?
 
Me parece que su fin es encomiable y que muchos otros colectivos tendrían que seguir su ejemplo.
 
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