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Los médicos consideran exigible la recertificación como mecanismo de garantía y de responsabilidad social

Los médicos consideran exigible la recertificación como mecanismo de garantía y de responsabilidad social, según se desprende de la ponencia satélite “luces y sombras de la formación del médico” en el marco de la V Convención de la Profesión Médica. Además, se puso de relieve que en la nueva realidad social es imprescindible mejorar los contenidos y la calidad de la formación

El punto de partida de esta ponencia, como viene reflejado en el abstract del Dr. Arcadi Gual, director técnico del Sistema Español de Acreditación de la Formación Médica Continuada (SEAFORMEC), es el análisis de la situación de cada uno de los tres períodos clave en la formación de todo médico: grado y máster; formación especializada; y formación médica continuada. Estos tres niveles, según el Dr. Gual, «constituyen compartimentos estanco sin ningún tipo de coordinación y sinergia. Del resultado de este conglomerado surge la paradoja de que «a los médicos españoles se les forma mal pero lo hacen bien en la práctica clínica diaria», según consta en la introducción del director de SEAFORMEC.

 
De dicho análisis se extraen «cuatro escenarios cubiertos de sombras»: el continuum formativo, las nuevas metodologías, conocimientos específicos versus transversales y calidad contrastada en los procesos de la formación médica.
 
El coordinador del módulo profesional y moderador de esta ponencia, el Dr. Carlos Arjona, presidente del Colegio de Médicos de Cáceres dio inicio a la sesión en la que participaron, además, los Dres. Fernando Carballo, vicepresidente de la Federación de Asociaciones Científico-Médicas Españolas (FACME); Felipe Jiménez de Castro, presidente de la Sociedad Española de Educación Médica (SEDEM); Manuel García Bengoechea, presidente del Colegio de Médicos de Guipúzcoa; y José Antonio Otero, presidente del Colegio de Médicos de Valladolid.
 
El Dr. Jiménez de Castro, en su papel de ponente se refirió, en primer lugar al cambio que ha experimentado la Universidad española durante los últimos 35 años: «más práctica, menos masificación, ruptura con el aislamiento a nivel internacional e incremento de la producción científica, entre otros aspectos». Desde el punto de vista económico «por cada euro invertido somos más eficientes que Alemania, Francia y el doble que EEUU, pese a ello criticó la “miseria con la que se financian las instituciones educativas, e ilustró con el ejemplo de que mientras en Oxford se invierten más de 280.000 euros al año por estudiante, en Barcelona se invierten 4.300 euros en un curso.
 
Apuntó la necesidad de contemplar nuevos aspectos para admitir a los estudiantes en las Facultades de Medicina y desterrar la admisión en base a las notas que se obtienen en el bachillerato. Recomendó abordar otros aspectos no cognitivos, como lo hacen en otros países. En línea con lo anterior, consideró imprescindible definir, al final del grado, el tipo de médico que se precisa, en la actualidad, teniendo en cuenta la gran diferencia con perfil de profesional de hace 50 años. Por tanto, «ha de tener las competencias necesarias que le permitan ejercer una Medicina tutelada» en el sistema sanitario y poder acceder a la formación especializada en cualquiera de sus disciplinas, según sus palabras.
 
Desde su punto de vista, la formación de los futuros médicos ha de estar enfocada al paciente crónico y tener en cuenta, además, una serie de competencias huérfanas tales como economía de la salud, gestión clínica, promoción de la salud, comunicación, investigación e informática médica.
 
Por su parte, el vicepresidente de FACME, Dr. Carballo, puso como premisa de su exposición que el desarrollo curricular personal «no debería seguir estando basado en qué se quiere saber, sino en lo qué se necesita saber».
 
Advirtió de «profundos fosos entre formación pregrado, postgrado y formación continuada, e instó a que las organizaciones colaboren para poder dar una solución al respecto». «Contribuir a la sostenibilidad del SNS y al desarrollo profesional continuo con especial foco en el conocimiento específico», son algunos de los objetivos de FACME, según expuso.
 

El Dr. Carballo abogó por un desarrollo de la innovación educativa que permita acortar el entrenamiento basado en observación pasiva y en mecanismos de prueba y error con el fin de lograr una estructuración de la inmersión clínica más eficiente, a lo que se suma la evaluación de resultados y la necesidad continua de acreditación según competencias necesarias para el ejercicio de los perfiles profesionales específicos, además de gestionar un modelo de crecimiento curricular basado no tanto en la acumulación de puntos como en la aptitud y el mérito.

Apostó por la realización de un Plan de Formación integrado que abarque desde el grado hasta el desarrollo profesional continuo (DPC). Para ello es imprescindible, a su juicio, estructuras como el Foro de la Profesión Médica que agrupa a los principales agentes: desde estudiantes hasta Universidades, pasando por los Colegios de Médicos, los Sindicatos y las Sociedades Científicas, además de las Comisiones Nacionales de las Especialidades. 
 
Con respecto a la formación continuada, consideró que debe plantearse una nueva orientación hacia la certificación y recertificación y a la adquisición de perfiles competenciales. Para que eso ocurra, la acreditación de la FMC ha de pasar por organizaciones garantes como el Sistema Español de Acreditación de la Formación Médica Continuada (SEAFORMEC).
 
El presidente del Colegio de Médicos de Guipúzcoa, Dr. García Bengoechea, en su turno de palabra, planteó si sería necesario que los formadores tuvieran una formación para evaluar el trabajo de los residentes. El Dr. Felipe Jiménez de Castro se mostró de acuerdo en profesionalizar la figura del tutor, al tiempo que expuso su punto de vista sobre el sistema MIR actual, que, a su juicio, «muestra signos de agotamiento». El Dr. Carballo, por su parte, en sintonía con lo manifestado por el presidente de SEDEM, remarcó la importancia de tener en cuenta a la Atención Primaria bajo este escenario, además de crear espacios que «pese a no ser académicos contribuyan a la estructuración de la formación». Asimismo, animó a reclamar espacios, tiempos y dedicaciones para el denominado «entrenamiento clínico».
 
Por su parte, el presidente del Colegio de Médicos de Valladolid, Dr. José Antonio Otero, partiendo de que, prácticamente, toda la FMC está financiada y soportada por la industria farmacéutica y de las tecnologías sanitarias invitó a reflexionar sobre si las SSCC son proveedores de formación fiables, seguras y sin conflictos, y en qué medida sucede lo mismo con los Colegios de Médicos. En opinión del Dr. Carballo se hace preciso que las organizaciones médicas trabajen en la misma dirección para adquirir una independencia respecto a la industria farmacéutica, lo que no significa tener que apartarse al cien por cien de la misma, de lo contario el modelo formativo estará en continua discusión y con la sombra de la sospecha. Las organizaciones tienen mayor capacidad para solventar el correspondiente conflicto de interés, a partir de un trabajo conjunto, fruto de un gran acuerdo, para evitar, fundamentalmente, que la formación quede en manos de los proveedores. El Dr. Jiménez de Castro se mostró de acuerdo con el Dr. Carballlo en el sentido de que el conocimiento ha de estar custodiado por las Sociedades Científicas, mientras los Colegios de Médicos han de ser el garante de la profesión ante la sociedad, por su parte, el Ministerio de Sanidad es el que debe recibir dinero de la industria para que el plan de formación funcione.
 
Finalmente, entre las conclusiones extraídas de esta ponencia satélite cabe destacar el valor que se le concede a la formación postgraduada como la razón de que tras especializarse el profesional adquiera las competencias necesarias para desarrollar su labor adecuadamente, además, se consideró que no debería existir el examen de acceso al MIR, ya que todos los alumnos deberían optar a la especialización a partir del baremo.
 
Asimismo, se opinó, por una parte, que la recertificación debería estar en manos de la profesión médica que sería la encargada de certificar y de remitir a la Administración sanitaria dicha recertificación, y, por otro lado, ésta se reconoció como el mecanismo adecuado de garantía y compromiso de calidad y de responsabilidad social.
 
 

 

 

 

 
 
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