El reciente Simposio del Observatorio de la Sanidad de El Español ha vuelto a demostrar hasta qué punto la salud se ha convertido en un asunto estructural para el futuro del país. Entre las múltiples reflexiones que allí se compartieron, una resonó con especial claridad: “La salud es una inversión de futuro”. No es un lema, sino una advertencia. La sostenibilidad de nuestro sistema sanitario depende de que entendamos esa frase en toda su profundidad.
España cuenta con una de las sanidades más valiosas del mundo, pero su fortaleza convive con desafíos que ya no pueden abordarse con respuestas fragmentadas. El envejecimiento acelerado de la población, la cronicidad en aumento, la desigualdad territorial, la escasez de profesionales y la rapidez con la que avanza la innovación tecnológica exigen una transformación ordenada, ambiciosa y basada en evidencia.
Lo que se desprende de los análisis realizados —tanto en el Simposium como en otros espacios de reflexión— es que la salud debe concebirse como un ecosistema. Un sistema donde la atención clínica se integra con la prevención, los datos, la digitalización, la equidad, la investigación, la colaboración público-privada y la participación activa de la ciudadanía. El reto del siglo XXI no es solo curar, sino anticipar, prevenir y planificar con rigor.
El avance regulatorio en la Unión Europea —en materia de datos sanitarios, evaluación de tecnologías, medicamentos críticos o inteligencia artificial— ofrece una oportunidad única para reforzar la autonomía estratégica y acelerar la innovación. Sin embargo, estas normas europeas no sustituyen nuestra obligación de actuar con visión de país.
Europa marca el rumbo, pero España debe decidir su velocidad y su ambición. Si algo aprendimos durante la pandemia es que la improvisación es un lujo que nuestro sistema sanitario no puede permitirse.
En ocasiones se plantea un falso conflicto entre sostenibilidad y equidad. En realidad, se necesitan mutuamente. Sin sostenibilidad financiera, peligra la universalidad del sistema; sin equidad, se pierde su legitimidad social.
Aunque el gasto sanitario ha aumentado en la última década, ese incremento no siempre se ha traducido en mejoras proporcionales en resultados en salud. Es imprescindible incorporar de manera estructural evaluación económica, transparencia y medición de resultados. Un sistema que no evalúa se estanca. Y uno que se estanca, retrocede.
Ninguna reforma será sostenible si no sitúa a los profesionales sanitarios en el centro. Contamos con un capital humano excepcional, pero también con déficits que deben afrontarse: estabilidad laboral, carrera profesional, planificación del talento, formación continuada y movilidad entre territorios.
Además, la cooperación entre profesiones —médicos, farmacéuticos, enfermeras, psicólogos, fisioterapeutas y muchos otros— es esencial para un modelo más integrado y centrado en el paciente. Como se subrayó en una de las intervenciones del Simposium, “sin profesionales motivados, no hay sistema sanitario que se sostenga”.
La inteligencia artificial, la interoperabilidad y el uso avanzado del dato están transformando la medicina. Pero esta revolución solo será positiva si se gobierna con rigor ético, seguridad jurídica y evidencia científica.
La ciberseguridad debe ocupar un lugar prioritario: proteger los datos clínicos significa proteger la confianza en el sistema y la seguridad de cada paciente. La digitalización no puede ser un fin en sí misma, sino una herramienta al servicio de una atención mejor.
España necesita un pacto social por la salud que trascienda legislaturas, que dé estabilidad regulatoria y que coloque la evidencia por encima del impulso político. Un pacto que integre a administraciones, profesionales, industria, pacientes, universidades y sociedad civil en torno a tres principios: equidad, sostenibilidad e innovación responsable.
La sanidad del futuro será más preventiva, más personalizada, más digital y, sobre todo, más humana. No se construirá con declaraciones, sino con decisiones valientes y continuadas. Como recordó uno de los expertos en el Simposium, “si la salud no es la prioridad número uno, ninguna otra prioridad se sostiene”. Es una verdad incómoda, pero inaplazable.
Ha llegado el momento de actuar con la determinación que exige esa frase.
Dr. Tomás Cobo Castro
Presidente de la Organización Médica Colegial



