El Dr. Antonio Ares Camerino, vicesecretario del Colegio de Médicos de la Provincia de Cádiz, analiza en este artículo de opinión, publicado en Médicos y Pacientes, la vocación de servicio de los profesionales de la Medicina.
Estas fechas se han convertido en parada obligatoria para todos los medios de comunicación, tanto especializados como generalistas. Las esperanzas están puestas en quienes van a ser los profesionales de la medicina que nos cuidaran en los próximos años. La elección de las plazas de la convocatoria MIR supone un acontecimiento de repercusión que transciende fronteras. La calle Lope de Vega, aledaña al Paseo del Prado, sede del Ministerio de Sanidad, es un bullir de cámaras y de micrófonos. Todos los medios quieren tener las primeras declaraciones de los egresados de medicina con mejor nota en la convocatoria MIR de este año, saber algo de quiénes son y por qué especialidad se han decidido. La historia se repite desde hace unos años. Este año, entre los treinta primeros aspirantes en elegir, trece han optado por la dermatología. Preguntados por las razones que los han llevado a tomar tal decisión, la respuesta es unánime: “Es una especialidad que permite un excelente equilibrio entre la vida laboral, personal y familiar, con alto potencial de ingresos en la privada, y con oportunidades para poder desarrollar procedimientos estéticos”.
Según el Diccionario de la RAE (Real Academia Española) el término “vocación” viene del latín “vocatio”, acción de llamar. De entre sus acepciones, dejando de lado la Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión, tenemos la Inclinación a un estado, una profesión o una carrera. Entre sus sinónimos nos encontramos con inclinación, afición, preferencia, proclividad, tendencia, aptitud o gusto.
Según los resultados de la IV Encuesta sobre profesiones felices, realizada por ADECCO, (compañía de recursos humanos), hace unos años, las profesiones vocacionales son las que lideran el ranking de la felicidad en el desarrollo de la profesión. La elección se dirime entre la dicotomía de las salidas profesionales y la satisfacción en el desarrollo de la profesión. El ejercicio de la medicina se sitúa en lo más alto de la escala con un 94,44% de satisfacción, solo por detrás de los deportistas (98,9%), los investigadores (95,4%) y los maestros (95,15%). En el extremo inferior de la tabla están los profesionales de farmacia (84,4%). Por territorios, los más felices son los navarros, asturianos, extremeños y vascos. Las personas adultas, entre 55 y 65 años, son más felices, quizás porque ven más cercana la jubilación. Por el contrario, los menores de 30 años son los menos felices. Las claves están en saber disfrutar de lo que se hace, haber acertado con la elección y tener un buen ambiente laboral. Las mejoras salariales se sitúan en un segundo lugar. Según estudios realizados sobre las carreras profesionales que más salidas tienen en nuestro país la medicina ocupa el segundo lugar, solo por detrás de administración y dirección de empresas.
El profesor Jesús Millán Núñez-Cortés, emérito de la Universidad Complutense de Madrid, hace referencia a los motivos que llevan al estudiante a seguir los estudios de medicina. Nos habla de “un impulso vocacional en el que influyen razones externas como la influencia familiar, la visión social de la profesión y el interés por la búsqueda del conocimiento. Pero también hace referencias a la capacidad de entrega y de sacrificio, a la generosidad y altruismo, como elementos motivadores de la decisión”.
La verdadera vocación debe tener un trayecto de retorno, devolver algo de lo que se entrega sin miramientos, si no estaríamos hablando de otras cosas. Un retorno de vuelta que debe contemplar unas relaciones laborales dignas y estables. Unas retribuciones acordes con los esfuerzos de una formación que no acaba nunca y que suele ser a coste cero, ni en tiempo ni en dinero, para el empleador. Una consideración por parte de las administraciones sanitarias que aún no se han enterado que no sólo es cuestión de números, de datos y de estadística, sino de personas que sufren y a las que por lo menos intentamos consolar. De una recuperación de ese reconocimiento social que nuestra profesión tuvo en otros tiempos, y no que seamos considerados como un mero servicio al que cada vez más responden algunos ciudadanos con exabruptos y agresiones a las primeras de cambio. Los datos son tan demoledores, en cuanto a agresiones, que muchos profesionales sufren en sus carnes un maltrato, verbal, físico y psicológico, nunca antes visto, y que hace que algunos se planteen el abandono de la profesión.
Las primeras plazas en agotarse, como suele ser habitual en los últimos años, siguen siendo dermatología y cirugía plástica. Este año sorprende que el número 24 haya elegido una plaza de medicina familiar y comunitaria en Sevilla, el año pasado esa elección no se produjo hasta el puesto 901. A la fecha aún siguen sin ser elegidas ninguna plaza de análisis clínicos, bioquímica, farmacología, medicina del trabajo y medicina nuclear.
Como sigue siendo habitual, este año, también quedará un número considerable de plazas de medicina familiar y comunitaria sin cubrir. Se está cuestionando la falta de vocación de las jóvenes generaciones de profesionales de la medicina por la atención médica en primera línea, pero lejos de ser una realidad, nos encontramos ante una situación casi de abandono por parte de las administraciones sanitarias que siempre recortan por el mismo lado, de los insatisfechos usuarios, e incluso de la propia clase médica que considera a la medicina familiar y comunitaria como una especialidad de segunda categoría. Prestigiar la especialidad la haría más apetecibles a la hora de optar por ella.
Entre 2009 y 2023 la plantilla de médicos de atención primaria creció un 8,8%, mientras que la de los hospitales lo hizo en cuatro veces más.
Cada vez son más los estudios que muestran, con datos contrastados, resultados que avalan que la medida sanitaria que más reduce la mortalidad por todas las causas posibles, no es el acceso inmediato a las técnicas diagnósticas de vanguardia, ni si quiera el tener oportunidad de beneficiarse de la cirugía robótica de última generación, ni mucho menos poder ser candidato a la prescripción de uno de los tratamientos más caro y novedoso, la respuesta es barata, sencilla y fácil de llevar a cabo. Basta con tener el mismo médico de familia durante al menos 15 años, para reducir la mortalidad en un 25%
Atraer a los profesionales para que desarrollen su trabajo con satisfacción, y así reduzcan la mortalidad por todas las causas, está en manos de los responsables los Servicios de Salud. Sólo basta con dignificar el ejercicio de la especialidad médica que menos gasto sanitario genera y que más resuelve, la medicina familiar y comunitaria.
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