Lunes, 20 Marzo 2023

Opinión: Los médicos que no amaban a los periodistas

22/12/2010

El autor de este artículo, el pediatra Aser García, aboga por mantener la mente abierta y estar dispuestos a colaborar y aprender los unos de los otros. Esta es la fórmula que considera apropiada para que entre todos podamos contribuir a lograr una sociedad más sana y más justa

Madrid, 22 de diciembre 2010 (medicosypacientes.com)

Descripción de la imagen

Dr. Aser García Rada.

Aunque afortunadamente la sociedad nos ha derribado del pedestal, vinculado al autoritarismo y al paternalismo, al que nos aupó durante décadas, encuesta tras encuesta, la profesión médica sigue siendo la mejor valorada por los españoles. Como contraste, otra profesión, la de periodista, que ha jugado y juega un papel determinante para que podamos disfrutar de la vida en democracia, queda habitualmente relegada a las últimas posiciones.

Pese a que el periodismo nos rescata a diario del abismo, se impone su mala imagen por varios factores. Entre ellos, destaca la percepción generalizada de que son intereses partidistas o empresariales los que determinan la línea editorial de los medios de comunicación. Esa realidad, incompleta en cualquier caso, responde también al hecho de vivir en una democracia joven y a una capacidad ciudadana para el pensamiento crítico limitada. No deja de ser habitual que quien lee un periódico no lea los de diferente línea ideológica, ejercicio muy saludable que no dejaría de sorprendernos.

Pero, ¿por qué específicamente algunos médicos critican el quehacer de los profesionales de la información? Por un lado, nuestra condición de trabajadores especializados facilita el reconocimiento de los errores periodísticos en los ámbitos de la salud o la sanidad, lo que inevitablemente se hace extensible al resto de informaciones. “¿Qué no harán con las noticias de los temas en los que yo no soy especialista?”. Por otro, hay galenos que opinan que estas informaciones no son suficientemente rigurosas. Otros, que quizás han sido entrevistados en alguna ocasión, no han sentido su mensaje transmitido “adecuadamente”. Muchos médicos piensan, incluso, que los periodistas no aspiran a la máxima calidad en su trabajo, no tanto al menos como podrían hacerlo ellos en su consulta.

Aunque, seguramente, algo están haciendo mal los periodistas y algo bien los médicos, es probable que ninguna de esas valoraciones haga justicia a lo que verdaderamente esas profesiones aportan a la ciudadanía. ¿Podría estar sobrevalorada la de médico? Quizás una “regresión a la media” sería deseable aunque fuera estrictamente por motivos corporativistas. Una estimación muy alta se acerca peligrosamente a una excesiva, lo que dificulta que los ciudadanos entiendan que un médico puede equivocarse. Igualmente, un grado de autovaloración dorado por el lustre de esa consideración social puede dificultar la asunción de los propios errores. Probablemente, ambas circunstancias contribuyan a generar efectos indeseables, como el aumento de la insatisfacción con la actuación profesional y el del número de demandas judiciales.

Además, poniendo las cosas en su justa medida: para que una persona reciba una dosis de adrenalina que vuelva a poner en marcha su corazón parado, alguien ha tenido que descubrir el fundamento del medicamento y alguien desarrollarlo. Alguien ha aislado su materia prima, alguien lo ha transportado, alguien lo ha manufacturado, alguien lo ha envasado, alguien lo ha comprado, alguien lo ha transportado nuevamente hasta el lugar de dispensación, alguien ha obtenido una vía venosa en el brazo del paciente para que, finalmente, un médico indique la administración de la droga y, nuevamente, otra persona la administre. Sólo somos, pues, una pieza más de un sistema en el que cada eslabón es necesario para lograr un nuevo latido. Así, sin obviar la maravillosa labor que los médicos ejercemos, esta visión global puede ser reveladora.

Por su parte, la percepción negativa de los profesionales del periodismo tampoco hace justicia a la realidad y, como con cualquier profesión, no se puede meter a todos en el mismo lote. Independientemente de la competencia individual, los periodistas tienen muchas dificultades para realizar su labor adecuadamente. Pese a lo que a capa y espada puedan defender estos profesionales, muchas decisiones sobre lo que finalmente se publica dependen de sus jefes y, en última instancia, de sus editores. Además, aunque muchos periodistas son hábiles todo terrenos (“hoy cubres el dopaje, mañana los controladores y pasado la rueda de prensa en Sanidad”) y salvan obstáculos con gran maestría, sólo los grandes medios o los especializados pueden permitirse periodistas expertos en las diferentes áreas, lo que dificulta aspirar a una óptima calidad. Por otro lado, todos hemos cometido errores en nuestra práctica profesional y, estaremos de acuerdo, en la mayoría de los casos eso no es un argumento justo para desacreditar ni nuestra labor individual, ni la del conjunto de una profesión.

Asimismo, hay un nexo común entre ambas profesiones, porque lo hay en la condición humana: la aspiración de mejorar (como camino a la de ser feliz). En el ámbito periodístico, una buena muestra se puede observar en el congreso anual de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), que engloba a más de 500 periodistas especializados y profesionales de disciplinas relacionadas, y que este año se ha celebrado en Oviedo. En este tipo de encuentros, que contribuyen a promocionar la especialización del periodista, el aire que se respira de forma transversal en toda conferencia y debate suscitado, es el logro de la excelencia profesional.

Aun así, a diferencia del médico, rara vez escucharán a un periodista reivindicarse. Salvo egos determinados, se infravaloran en exceso. Y eso que, pese a su trascendente labor, la mayoría cobra sueldos bastante más miserables que los nuestros, trabajan de sol a sol, sin horario establecido y con una inseguridad laboral flagrante. Resulta curioso que parte de la valoración que se tiene de los médicos se la debamos precisamente a esos profesionales que habitualmente recogen las reivindicaciones de cualquier colectivo, salvo las del suyo propio.

Medicina y periodismo, a cuál más hermosa, necesitan humildad (del latín humus, tierra), es decir, necesitan tener los pies en el suelo y valorarse en su justa medida. Ambas están íntimamente ligadas a la comunicación e, independientemente de ambiciones individuales, comparten en su esencia la búsqueda de la verdad encaminada a mejorar la vida de las personas. Es desde ese suelo donde, en simbiosis, pueden hacer grandes aportaciones a la sociedad, porque las encuestas también muestran que la información sobre salud es la más valorada por los ciudadanos y, está claro, los médicos no volverán a ser sus únicas fuentes de información.

Es el óptimo engranaje del conjunto, en el que participan también otras profesiones, el que verdaderamente beneficia a los ciudadanos. Para ello no sólo es esencial que cada uno realice su labor lo mejor posible, sino que también es prioritario mantener la mente abierta y estar dispuestos a colaborar y aprender los unos de los otros. Así, entre todos, podemos contribuir a lograr una sociedad más sana, más crítica, más justa, mejor.

Aser García Rada
Pediatra y articulista freelance. Colaborador del British Medical Journal.