Opinión: “¿Qué queremos los médicos?”, por el presidente del Colegio de Médicos de Segovia
Con motivo del homenaje a los médicos segovianos que este año se jubilan, y la imposición de la insignia de plata del Colegio de Médicos a los que llevan más de 25 años en dicha provincia, el autor de este artículo lanza una serie de reflexiones acerca de "dónde venimos, dónde estamos, hacia dónde vamos y qué queremos los médicos de esta provincia"
El día 26 de septiembre se celebró la festividad de San Cosme y San Damián, patrones de los médicos españoles hasta los años 40. A partir de esa fecha y a propuesta del Médico militar Dr. Gómez Ulla para unificarlo con los médicos militares, se cede el patronazgo a la Virgen del Perpetuo Socorro.
Ese día, los médicos segovianos aprovechamos para homenajear a los galenos que este año se jubilan, y para imponer nuestra insignia de plata a los que llevan más de 25 años en nuestra provincia. Creo que es un buen momento para reflexionar acerca de dónde venimos, dónde estamos, hacia dónde vamos y qué queremos los médicos segovianos.
Como es la primera vez que imponemos la medalla de plata a los médicos con 25 años de ejercicio, esta será recibida por todos los colegiados en activo desde 1964. En aquella época, Segovia contaba con dos hospitales -el de la Misericordia y el 18 de julio-, con poco más de 100 camas entre los dos, que atendían muy pocas especialidades -cirugía, traumatología, ginecología, neonatología, laboratorio y radiología-, así como un ambulatorio que incluía alguna especialidad más -radiología para toda la provincia, cuatro consultas de medicina general-, y el resto de los médicos se dedicaban a la medicina rural. Las clínicas privadas intentaban suplir la carencia de atención hospitalaria que sufría la provincia.
En 1974 se inaugura lo que actualmente llamamos Hospital General, que supuso una inyección enorme de ciencia y docencia a una provincia, que contaba con la mitad de médicos que en la actualidad. En 1986 aparecen los Centros de Salud, que aportan la gran ventaja de la comunicación entre los médicos de Atención Primaria, y entre éstos y los del hospital, así como dotación de material e instrumental básico –hasta ese momento, la financiación del instrumental básico corría por cuenta del galeno-.
En poco más de 30 años hemos pasado de ejercer una medicina en la que no existía prácticamente prevención, con una mortalidad infantil altísima, y como decía el ginecólogo Segundo Jiménez, con mujeres que consultaban por un cáncer de mama cuando la mama ya había desaparecido totalmente invadida por el tumor, donde las fiebres brucelósicas eran habituales en todas las poblaciones, a una medicina que permitió a los traumatólogos practicar una ortopedia infantil hasta entonces prácticamente inexistente, con un servicio de Hematología muy pujante en el terreno diagnóstico, y con una clara vocación clínica, al igual que un servicio de Medicina Interna que ha sido cada vez más resolutivo, implementándose con los servicios de Neurología, Nefrología, Gastroenterología… y de otras especialidades. En el terreno de la prevención tanto hospitalaria como extrahospitalaria el desarrollo ha sido enorme, alcanzando coberturas vacunales cercanas al 100% para las principales enfermedades; en fin, la capacidad de resolución de problemas de salud por parte de los médicos de Atención Primaria es, por utilizar un término de moda, galáctica a los ojos de un colega de hace 30 años.
Por otro lado la cultura sobre la salud de la ciudadanía se ha incrementado enormemente, de tal forma que incluso ya existen en España instituciones que se denominan “Universidad de los pacientes”. El ciudadano medio sabe más o menos qué debe hacer para mantener su salud, y cuando adquiere una enfermedad crónica existen muchas asociaciones de ayuda que le permiten introducirse con más facilidad en el proceloso mundo de una larga enfermedad.
Como contrapartida, a lo largo de estos años comenzaron a surgir las listas de espera para las primeras consultas con el especialista, el alargamiento en la realización de las pruebas diagnósticas y las listas de espera quirúrgicas, por cuestiones burocráticas y falta de medios técnicos y de personal especializado, de tal forma que en este momento el rellenado de documentos estadísticos, de derivación, de cumplimentación de recetas, de justificación de peticiones, etc., ocupan más del 30% del tiempo de las consultas. Esta mayor cultura sanitaria del ciudadano ha producido una importante medicalización de la sociedad, y por qué no decirlo, un cierto sentido hipocondríaco de la misma, así, apreciamos una cierta “minoría de edad” de la población respecto a su salud, que demanda atención médica en muchos casos para problemas nimios, tanto que muchas veces el ciudadano se encuentra en la obligación de acudir a un servicio de urgencias para que le diagnostiquen y traten su enfermedad, siendo esta banal en el saber popular. Además, las autoridades administrativas cada vez con más frecuencia, nos obligan a realizar tratamientos sanitarios por cuestiones políticas, algo que por ser suaves habría que calificar de cuestionables.
España es el tercer país del mundo en número de médicos por habitante, a pesar de tener la sensación de que existe falta de facultativos. Si particularizamos en Segovia, deberíamos decir que numéricamente faltan médicos de hospital y disponemos del número adecuado de médicos de familia, aunque mal distribuidos, pero esta circunstancia, por extensa, necesitaría otro capítulo.
Pensamos en el ámbito hospitalario que desde las direcciones se debería fomentar mucho más la interrelación entre servicios médicos, y que debería existir un departamento bien dotado de calidad hospitalaria; el médico cada vez pierde más su misión de gestor de los recursos, y esta pérdida de responsabilidad en la gestión va en detrimento de la buena marcha del hospital. Creemos los médicos de Segovia que no se nos ofertan servicios de referencia, que quedan sólo para provincias más grandes. En ese sentido necesitamos un esfuerzo por parte de la Administración para no caer en el desánimo científico, y con el fin de poder contemplar servicios compartidos por provincias limítrofes; de no ser así, unas se irán haciendo cada vez más grandes y otras cada vez más pequeñas. Quizás donde más se ha sentido públicamente la “nueva distribución de médicos” en España es en los turnos de guardias, y nuestra provincia por ser pequeña lo nota más. Los servicios médicos de grandes hospitales disponen de plantilla suficiente -a veces exagerada-, por lo que pueden realizar un número adecuado de guardias o, como dice la ley, dejar de hacerlas a partir de los 55 años; pero en Segovia, donde siempre se ha escatimado en plantilla hospitalaria, los médicos, y más en determinados servicios, se ven obligados a realizar 72 horas de presencia semanal en el hospital, lo que de forma mantenida podría disminuir la calidad asistencial que se le da al paciente, además de ser ilegal. Es necesario reorganizar las guardias en nuestro hospital para que esa calidad no disminuya.
Resulta cada vez más absurdo que el tratar a un paciente se postergue a disponer físicamente de su historial clínico, o que no tengamos prácticamente acceso a éste si el paciente es de otra Comunidad (para este tema, sería más correcto decir de otro mundo, debido a la descoordinación sanitaria entre autonomías). Precisamos de una historia electrónica que podamos compartir completamente el Hospital y Atención Primaria, con unos medios informáticos potentes que no provoquen, como ocurre ahora, que el alargamiento de la consulta no sea debido a la exploración, sino a que la línea informática funcione con la suficiente celeridad. Pero también necesitamos que el paciente lleve en su tarjeta sanitaria un breve historial clínico en un chip que nos permita tratarle con el debido conocimiento de su salud, y esto, que aumenta la calidad de la atención y disminuye el tiempo de espera, deberíamos tenerlo de inmediato todos los médicos de España. No puede ser que un ordenador 10 veces más potente que cualquier ordenador de cualquier centro sanitario cueste 400 € y que no tenga cada médico uno.
La diferencia sustancial de la implantación de los Centros de Salud consiste en la alta capacidad resolutiva de los médicos de familia, que se logra gracias al trabajo en equipo y a la mejor dotación de herramientas para efectuarlo. Para mantener esta alta capacidad resolutiva es preciso que los medios técnicos vayan integrándose en los centros, con la existencia al menos de un ecógrafo –para acortar el tiempo de diagnóstico-, la puesta en marcha de la teleoftalmología –para evitar desplazamientos de pacientes diabéticos e hipertensos a consultas de revisión de oftalmólogos-, y por supuesto en este mundo de la comunicación, una interrelación vía informática mucho más potente con las distintas especialidades hospitalarias telerradiología, teledermatología etc.
Los ciudadanos creen a veces que la mejor atención proviene del médico que se encuentra más cerca de casa, aunque no disponga de la mejor consulta. Es un error comprensible en alguien que no conoce que el gran avance de la Atención Primaria se debe al trabajo en equipo, al trabajo en un mismo edificio bien dotado, y que el acercamiento del paciente debe ir más por facilitarle un medio de transporte adecuado al Centro de Salud, que por mantener a los galenos como si fueran vendedores ambulantes en consultas de núcleos de población con 50 o menos habitantes, que por muy bien que se quieran mantener, no pueden ofrecer los mínimos que los médicos consideramos para poder hacer un control adecuado de la salud. Lo mismo podría decirse de los centros de guardia de nuestra provincia, excesivos en número e infradotados, con médicos que no pueden descansar después de 24 horas de atención continuada y con una merma de calidad en la atención.
Hemos pasado de tener una consulta en la que éramos asistidos, primero por un auxiliar de clínica y posteriormente por una enfermera, a pasar la consulta debiendo realizar labores de auxiliar administrativo, de auxiliar de clínica… incrementándose así el tiempo de consulta no por motivos estrictamente facultativos. Parece evidente que necesitamos de ese apoyo en la práctica diaria.
Cuando nos jubilamos con 65 años, lo hacemos en muchas ocasiones no porque queramos dejar de trabajar, sino porque el ritmo de trabajo que podemos llevar no es el mismo que una persona más joven; muchos de nosotros estaríamos dispuestos a trabajar media jornada, con lo que evitaríamos muchas listas de espera de consultas, o si pudiéramos liberarnos de cargas pesadas, como las guardias, no incrementando el coste de la sanidad, ya cara casi por definición, y nos seguiríamos sintiendo médicos, dignos de la profesión a la que pertenecemos por vocación.
Pocas veces nos dirigirnos a la comunidad diciendo lo que pensamos y aprovechar la celebración de nuestros patronos y el homenaje que realizamos a nuestros médicos más veteranos nos ha animado a ello. Gracias por su atención, y espero que por su comprensión.
Juan Manuel Garrote Díaz,
Presidente del Colegio de Médicos de Segovia