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Dr. Álvarez: «Solo un 36% de los niños y adolescentes en España cumplen con la recomendación de la OMS de no superar las dos horas al día ante las pantallas»

El 4 de marzo se celebra le Día Mundial de la obesidad, por ello, Médicos y Pacientes entrevista al Dr. Julio Álvarez, coordinador del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría (AEP) acerca de los hábitos saludables en la infancia y la adolescencia.

Usted es el coordinador del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría, ¿cuáles son las principales líneas de trabajo actuales?

Lo primero es agradecer al Consejo General de Médicos el interés por el Comité de Promoción de la Salud de la AEP. Es un honor para mí poder coordinar al maravilloso grupo de profesionales que constituyen el comité.

El Comité de Promoción de la Salud de la AEP tiene como misión el impulso y fomento de hábitos saludables en la infancia y la adolescencia, mediante actividades diseñadas para la atención pediátrica asistencial y para la población general.

Así, los 8 profesionales que formamos el Comité de Promoción de la Salud (CPS-AEP), trabajamos para difundir entre los pediatras la última evidencia científica en el campo de la promoción de la salud desde los primeros 1000 días de vida del niño hasta la adolescencia y hacer llegar ese conocimiento a las familias, poniendo a su disposición herramientas que faciliten su aplicación práctica.

Sin duda, durante este último año, el Grupo de Salud Digital del Comité es el que ha tenido una mayor actividad. Seguimos desarrollando y actualizando el Plan Digital Familiar, difundiendo su uso entre los pediatras a través de las ponencias realizadas en el 70 Congreso de la AEP y nuestra participación en los webinars inaugurales de la Academia AEP. Pero también participando y colaborando con instituciones clave fuera del ámbito médico, para que se escuche la voz de los pediatras entre las personas que van a legislar (con nuestra colaboración en un curso organizado por la Fiscalía General de Menores) o la participación de la Dra. Salmerón en el comité de 50 expertos formado por el Ministerio de Juventud e Infancia que recientemente ha publicado sus resultados.

Esto no ha hecho que descuidemos otras líneas de trabajo. En junio de 2024 se publicó el Plan de Prevención de la Obesidad Infantil en Menores de 12 años en Canarias (POICAN), en el que el CPS participó diseñando la línea estratégica de Actividad Física. Hemos participado en diversos foros y hemos desarrollado acciones cuyo objetivo es la prevención del consumo de tóxicos, alcohol y nuevas formas de consumo de nicotina. Las nuevas adicciones que amenazan a los niños y adolescentes, como la pornografía y el juego online, son áreas en las que también estamos trabajando.

Y destacar nuestra participación en la Jornada sobre promoción de la salud y derechos de la infancia gitana, organizada por el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid y el Dr. José A. Díaz Huertas, con la ponencia «Obesidad infantil, una enfermedad que nos afecta a TODOS».

¿Cuáles son los principales factores de riesgo para la salud en la infancia?

Para preservar la salud cardiovascular ideal, la Asociación Americana del Corazón (AHA) propuso siete métricas de salud cardiovascular en 2010, tanto para niños como para adultos. Estas métricas abarcan cuatro comportamientos de salud (no fumar, actividad física regular, mantener un índice de masa corporal (IMC) normal y llevar una dieta saludable) y tres factores de salud (presión arterial normal (PA), colesterol total y niveles de glucosa en plasma). Es necesario cumplir con las siete métricas para tener un sistema cardiovascular saludable.

Lo que pasa es que los estilos de vida de las familias occidentales están cambiando y eso también está favoreciendo la aparición de nuevos factores de riesgo. Podríamos decir que se han identificado cinco cambios en los estilos de vida de niños y adolescentes que pueden aumentar el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular. Estos nuevos comportamientos de riesgo son: cambios en el entorno psicosocial (estrés, ansiedad, eventos traumáticos), nuevas formas de consumo de nicotina, el impacto de los dispositivos digitales, la privación del sueño y, finalmente, el consumo de bebidas energéticas.

España es el segundo país europeo en obesidad infantil, tan solo por detrás de Reino Unido, ¿a qué se debe? ¿Qué se necesita para revertir esta situación?

Quizá estos cambios en los estilos de vida que han afectado en los últimos años a las familias de Occidente hayan tenido más impacto en España.

Estudios a nivel europeo no solo nos ponen a la cabeza en las tasas de obesidad en niños y adolescentes, sino también en las de consumo de alimentos ultraprocesados, sedentarismo, uso de pantallas y menor número de horas de sueño. Todo esto tiene, como consecuencia lógica, un incremento en la proporción de niños y adolescentes con obesidad.

Además, hemos visto en la última edición del estudio ALADINO que la proporción de niños y adolescentes con obesidad es hasta 6 puntos porcentuales mayor en los hijos de las familias con menos ingresos económicos. Establecemos entonces la relación entre menor nivel sociocultural, con unos hábitos menos saludables y, por lo tanto, más riesgo de desarrollar obesidad.

Todos somos conscientes del empobrecimiento, tanto a nivel económico como cultural, de las familias en España. Quizá aquí podemos encontrar algunas de las razones que explican esta situación.

¿Qué papel juegan las pantallas en toda esta situación?

El uso de pantallas está relacionado con sedentarismo, incremento de la ingesta de alimentos no saludables, mayor riesgo de obesidad, aislamiento, depresión y conductas adictivas. Teniendo en cuenta que solo un 36% de los niños y adolescentes en España cumplen con la recomendación de la OMS de no superar las dos horas al día ante las pantallas, estamos hablando de un problema de primer orden.

El problema principal es que el tiempo dedicado a dispositivos digitales desplaza actividades físicas esenciales para el equilibrio energético. Estudios transversales españoles demuestran que niños con ≥ 180 minutos diarios de pantalla presentan un 41% más de riesgo de obesidad según criterios de la International Obesity Task Force (IOTF). Pero además, este efecto no se limita a la inactividad: el uso de pantallas durante las comidas incrementa el consumo inconsciente de calorías en un 25%, fenómeno atribuible a la distracción sensorial que altera los mecanismos de saciedad.

Si a esto añadimos el impacto que tiene el uso de pantallas sobre las horas y la calidad del sueño, sabiendo que estudios europeos longitudinales confirman que niños con sueño inferior a 9 horas tienen un 33% más de probabilidad de desarrollar obesidad, independientemente de su actividad física, tenemos el cóctel perfecto.

Y en este razonamiento, no hemos incluido el impacto que puede tener en los hábitos de los niños y adolescentes el contenido que se visualiza en estos dispositivos. Por ejemplo, la exposición a anuncios de alimentos ultraprocesados durante el uso de aplicaciones y redes sociales activa circuitos de recompensa cerebral, particularmente en adolescentes. Este estímulo persistente condiciona preferencias alimentarias, creando un ciclo de consumo donde cada hora adicional de pantalla se asocia con un 15% más de ingesta de snacks hipercalóricos.

¿Qué relación tiene mantener unos hábitos de vida saludables con la salud mental en estas primeras etapas vitales?

Tener un ambiente saludable y amoroso para un niño es fundamental para tener una buena salud mental. El desarrollar hábitos saludables en los 4 pilares: alimentación, actividad física, sueño y regulación de emociones, evita muchos problemas de salud y, además, favorece un neurodesarrollo óptimo.

Sin embargo, estresores psicosociales como abusos emocionales, físicos o sexuales, accidentes o lesiones graves, enfermedades crónicas, muerte de los padres y dinámicas familiares disfuncionales ejercen sus efectos durante periodos críticos del neurodesarrollo, lo que conduce a una activación prolongada y a una regulación inadaptada de los sistemas alostáticos, que pueden dar lugar a alteraciones a largo plazo de las respuestas fisiológicas al estrés y de las trayectorias generales de salud, con repercusiones negativas en la salud psicológica y física a lo largo de la vida.

¿Las familias y los pediatras son los únicos que pueden contribuir a cambiar este problema o se debe involucrar a otros agentes como los centros educativos o las administraciones públicas? ¿En qué medida pueden influir cada uno de ellos?

El cuidado y la promoción de hábitos saludables en la infancia y la adolescencia es una tarea de todos. Por supuesto, la familia es quien tiene mayor posibilidad de influir, por el impacto que tiene sobre los menores. Pero otros actores como los profesores, amistades y compañeros van a ejercer también su impacto. Y los pediatras tenemos una responsabilidad, que es la de transmitir nuestro conocimiento.

Y también está el papel de las instituciones, que deberían facilitar a las familias esta labor, favoreciendo acciones formativas a través de las instituciones y los medios de comunicación, creando infraestructuras urbanísticas saludables, servicios que promuevan la práctica de actividad física, limitando el acceso a alimentos ultraprocesados y tóxicos, haciendo que todos estos servicios sean accesibles para todos, desde los de mayor a los de menor poder adquisitivo o nivel cultural, y positivizando e incluso premiando conductas y actitudes que lleven a crear entornos saludables para los niños.

¿Cómo pueden los especialistas en Pediatría promocionar hábitos saludables?

Los pediatras sabemos que tenemos un papel muy importante en el cuidado de nuestros pacientes en particular, enfocándonos en la prevención de la enfermedad. Y lo hacemos desde el minuto 1 que tenemos contacto con el niño o niña… e incluso antes de que nazcan. Cuántas veces hemos dado consejos a padres que están esperando a un nuevo hermano, para ayudarles a crear hogares saludables. Siempre desde el respeto, sin juzgar y transmitiendo la información de la forma más clara posible, para que sean los progenitores quienes, empoderados gracias al conocimiento y convencimiento que les transmitimos, puedan criar de forma saludable a sus hijos. Que, por supuesto, es lo que más desean.

¿Qué consejo daría a las familias?

Que no hay mayor muestra de amor por nuestros hijos que hacer lo que es bueno para ellos… que muchas veces no es lo que te piden, ni lo que nos apetece hacer. Y que somos su ejemplo, de manera que los niños se fijan mucho más en lo que hacemos y en cómo nos comportamos y actuamos, que en lo que les decimos.

Por ello, si queremos transmitir hábitos saludables a nuestros hijos, lo principal es trabajar para tenerlos nosotros. Y si ese trabajo de formar un «hogar saludable» se puede hacer incluso antes de que nazcan, muchísimo mejor.

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