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No hay pruebas biológicas que determinen la homosexualidad, según estudios estadounidenses

La publicación de Tecnología y Sociedad The New Atlantis publica en su número 50 (otoño de 2016) un "informe especial" titulado "Sexualidad y género. Hallazgos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales" donde se revisan más de quinientas investigaciones científicas recientes sobre la orientación sexual, la correlación entre orientación sexual y salud mental y la naturaleza y problemática de la identificación transgénero. El documento pone de relieve que hipótesis como "haber nacido así", no están apoyadas en la ciencia. 

Las conclusiones del estudio, que han sido traducidas al castellano, subrayan que no hay pruebas científicas de una base biológica de la homosexualidad ni de su invariabilidad y desaconsejan los tratamientos transgénero en menores por la evolución en el tiempo de la percepción del niño o adolescente sobre su género.

 
La investigación ha sido llevada a cabo por dos científicos de primer nivel, como el Dr. Lawrence S. Mayer, médico psiquiatra, epidemiólogo y matemático, y profesor del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Johns Hopkins y profesor de Estadística en la Universidad del Estado de Arizona y el Dr. Paul R. McHugh, considerado el más importante psiquiatra norteamericano del último medio siglo. 
 
«Este informe fue escrito para el público general y para los profesionales de la salud mental con objeto de llamar la atención sobre las cuestiones de salud mental a las que se enfrenta la población  de Lesbianas, Gays, Bisexuales y personas Transgénero (LGBT) y para ofrecer una visión científica al respecto», explica el Dr Mayer, recordando que el trabajo está alejado de prejuicios políticos o filosóficos.
 
El informe constata que  la comunidad LGBT, «padece una tasa desproporcionada de problemas de salud mental en comparación con la población global», y por tanto, «debemos encontrar formas de aliviar su sufrimiento».
 
Así, la visión de la orientación sexual como una propiedad innata y biológicamente inalterable de los seres humanos –la idea de que la gente “nace así”- no está apoyada sobre pruebas científicas.
 
Aunque existen pruebas de que hay factores biológicos, como genes y hormonas, asociados con los el comportamiento y la atracción sexual, no hay explicaciones convincentes de causalidad biológica para la orientación sexual humana. Aunque los investigadores han identificado pequeñas diferencias en las estructuras y la actividad cerebrales entre individuos homosexuales y heterosexuales, esos hallazgos neurobiológicos no demuestran si esas diferencias son innatas o son el resultado del ambiente y de factores psicológicos.
 
Los estudios longitudinales en adolescentes sugieren que la orientación sexual puede ser muy variable a lo largo de la vida de algunas personas, existiendo un estudio que estima que hasta un 80% de los adolescentes varones que sienten atracción por el mismo sexo dejan de sentirlo como adultos (si bien el grado en que esa cifra refleja cambios reales en la atracción por el mismo sexo y no es sólo resultado del método de encuesta ha sido discutido por algunos investigadores). Según el estudio, en comparación con los heterosexuales, los no-heterosexuales tienen una probabilidad entre dos y tres veces superior de haber sufrido abuso sexual infantil.
 
Salud Mental
 
En comparación con la población general, las subpoblaciones no-heterosexuales tienen un riesgo elevado de diversas situaciones adversas de salud y de salud mental.
 
Se estima que los miembros de la población no-heterosexual  tienen un riesgo aproximadamente 1,5 veces mayor de sufrir trastornos de ansiedad que los miembros de la población heterosexual, así como aproximadamente el doble de riesgo de depresión, 1,5 veces un mayor riesgo de abuso de sustancias y casi 2,5 veces el riesgo de suicidio.
 
Los miembros de la población transgénero están también en un alto riesgo de diversos problemas de salud mental en comparación con los miembros de la población no-transgénero. Como dato especialmente alarmante, la proporción de intentos de suicidio a lo largo de la vida en todas las edades de los individuos transexuales se estima en el 41%, siendo menos del 5% en el conjunto de la población estadounidense.
 
Hay pruebas, aunque de alcance limitado, de que los factores sociales estresantes, como la discriminación y la estigmatización contribuyen a los datos de elevado riesgo de mala salud mental en la población no-heterosexual y transgénero. Son necesarios más estudios longitudinales de calidad alta para que el “modelo de estrés social” pueda ser un instrumento útil para comprender problemas de salud pública.
 
Identidad de género
 
La hipótesis de que la identidad de género es una propiedad innata e invariable del ser humano que es independiente del sexo biológico –según la cual podría haber “un hombre atrapado en un cuerpo de mujer” o “una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre”- no se apoya en pruebas científicas.
 
Según una estimación reciente, en torno al 0,6% de los adultos en Estados Unidos se identifican con un género que no se corresponde con su sexo biológico. Los estudios que comparan las estructuras cerebrales de los individuos transgénero y no-transgénero han demostrado una débil correlación entre la estructura cerebral y la identificación con el género contrario. Estas correlaciones no aportan ninguna prueba de que la identificación con el género contrario tenga una base neurobiológica.
 
En comparación con la población general, los adultos que se han sometido a una cirugía de reasignación de sexo siguen teniendo un riesgo mayor de experimentar resultados de una pobre salud mental. Un estudio encontró que, en comparación con la población control, los individuos con sexo reasignado tenían una probabilidad 5 veces mayor de intento de suicidio y 19 veces mayor de muerte por suicidio.
 
Los niños son un caso especial cuando se abordan cuestiones transgénero. Sólo una minoría de niños que experimentan identificación con el género contrario seguirán haciéndolo en la adolescencia o en la edad adulta.
 
Hay pocas pruebas científicas sobre el valor terapéutico de las intervenciones para retrasar la pubertad o modificar las características sexuales secundarias de los adolescentes, aunque algunos niños pueden haber mejorado su bienestar psicológico al ser animados y apoyados en su identificación con el género contrario. No hay pruebas de que se deba animar a todos los niños que expresan ideas o comportamientos atípicos sobre el género a convertirse en transgénero.
 
Para cuestiones que son más sencillas de estudiar empíricamente, como las que se refieren a las tasas de datos de salud mental para subpoblaciones identificables de minorías sexuales, la investigación ofrece algunas respuestas claras: estas subpoblaciones muestran tasas más elevadas de depresión, ansiedad, abuso de sustancias y suicidio en comparación con la población general. 
 
Frecuentemente se alega una hipótesis, el modelo de estrés social (que sitúa el estigma, el prejuicio y la discriminación como causas principales de las mayores tasas de pobre salud mental para estas subpoblaciones), como forma de explicar esta disparidad. Aunque los individuos no-heterosexuales y transgénero son con frecuencia objeto de factores de tensión social y de discriminación, la ciencia no muestra que esos factores por sí solos expliquen la totalidad, ni siquiera la mayoría, de las disparidades en la salud entre la población no-heterosexual y transgénero y la población general. 
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