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¿Llevarán los avances informáticos a una nueva relación de los médicos con sus pacientes? (I)  

La aplicación de la moderna tecnología al encuentro personal médico-paciente tiene numerosas ventajas, pero también nos plantea algún inconveniente que debemos afrontar y solucionar adecuadamente, tal como expone en este artículo la profesora María Castellano

Madrid, 18 de abril 2013 (medicosypacientes.com)

¿Llevarán los avances informáticos a una nueva relación de los médicos con sus pacientes? (I)

María Castellano Arroyo. Vocal de la Comisión Central de Deontología
Catedrática de Medicina Legal

La tradición médica hipocrática fomentó una medicina basada en el contacto personal entre el médico y el enfermo. El médico se aproximaba a la enfermedad a través de la información que captaban su vista, su oído, su tacto, su olfato y su gusto. Así apreciaba el aspecto del enfermo, su edad, su movilidad, su expresión, su color o las lesiones externas que presentaba; después en la exploración auscultaba, tomaba el pulso, palpaba, olía y hasta gustaba (recordemos el diagnóstico de la diabetes por el dulzor de la orina). Como marco, las clásicas preguntas ¿Qué le pasa?, ¿Desde cuándo? ¿A qué lo atribuye? y -la añadida por Ramazzini en 1735- ¿En qué trabaja?

La medicina moderna fue incorporando nuevos instrumentos y tecnología que permitían conocer mejor lo que ocurre en el interior del cuerpo humano, localizar lo estropeado y arreglarlo. Poco a poco se hicieron imprescindibles las pruebas complementarias bioquímicas, genéticas, electrofisiológicas o de imagen, para precisar un diagnóstico acertado y prescribir el mejor tratamiento. Hay que recordar que aunque este apoyo tecnológico esté siempre presente, la calidad del encuentro personal entre el médico y el paciente sigue marcando la calidad de la asistencia sanitaria en la medicina moderna.

Las personas que necesitan cuidados profesionales para mantener o recuperar su salud (los pacientes según la Ley 41/2002), siguen manifestando la necesidad de encontrar en su médico la atención, la comprensión y la humanidad que le transmitan la confianza y seguridad de «estar en buenas manos», de que en él van a encontrar el remedio a su enfermedad y el apoyo a su sufrimiento. En la primera impresión de la relación está la calidad humana del médico; seguidamente aparece la calidad científica de sus conocimientos y de los medios y recursos de que disponga. Es unánime el reconocimiento del valor curativo que tiene el gesto, la palabra, la sonrisa y, en definitiva, el trato en la relación médico-paciente.

Nadie discute el beneficio aportado por la tecnología a la medicina en lo que respecta a los análisis de laboratorio, en su diversidad, rapidez, o precisión (bioquímica, microbiología, genética…), así como a las pruebas de imagen (ECO, TAC, RMN, SPED…).

La aplicación de la moderna tecnología al encuentro personal médico-paciente tiene numerosas ventajas, pero también nos plantea algún inconveniente que debemos afrontar y solucionar adecuadamente. Así la informática manifestada en el ordenador interpuesto entre el médico y el paciente, en lugar del folio y el bolígrafo, ha traído ante el paciente a un médico que no le mira a la cara, porque tiene que mirar a la pantalla y al teclado en el que escribe ¿Es esto desatención, desinterés o desapego..?. No, no es eso,  es simplemente la necesidad de escribir sobre el teclado y comprobar en la pantalla que los datos que está aportando el paciente se quedan reflejados correctamente. No es infrecuente que algunos pacientes salgan de la consulta pensando «el médico no me ha mirado», «no me ha prestado atención»; eso no ha sido así, pero al paciente se lo ha parecido porque sus miradas no se han encontrado, porque éste no ha podido comprobar la expresión del médico ante su relato y, especialmente, ante algunas de las cosas de las que le ha contado y que eran importantes para él.

El aspecto positivo de esta novedad informática es que la historia clínica del paciente queda registrada en una red a la que se puede acceder desde los ordenadores de otros puntos de la Comunidad Autónoma o, incluso del país.

El aspecto negativo señalado se podría soslayar con un poco más de tiempo por consulta, de esta manera, el médico podría escribir y mirar a la pantalla del ordenador, pero, después podría dedicar unos minutos a la atención personal al paciente, resumirle su impresión diagnóstica, informarle sobre el enfoque terapéutico, mirarlo cuando le explica la evolución esperada, y todo ello se hace más importante en la medida en que la enfermedad es más seria o tiene peor pronóstico. Este modelo es el que suelen apreciar los pacientes en la medicina privada, a la que se considera, en general, más personalizada, más próxima; en esta forma asistencial el número de pacientes es menor y el médico dispone de más tiempo, el resultado es un acto médico más sosegado, más directo, más personal y, por tanto, más satisfactorio para el paciente y para el médico.

La informatización de la relación médico-paciente nos anuncia cambios imparables.

El Ministerio de Sanidad y las autoridades sanitarias autonómicas, están comprometidos en un programa informático que permita una historia clínica única para cada paciente, la cual pueda ser consultada en cualquier lugar de España; en ella se podrán introducir datos o resultados (analíticos, electroneurofisiológicos, de imagen, etc.) desde cualquier lugar y en cualquier momento.

Junto a esto, las posibilidades informáticas permitirán que cada paciente pueda transportar su propia historia clínica en su tarjeta sanitaria electrónica o en su dispositivo de telefonía móvil y que, con su autorización pueda ser consultada y modificada. Todo ello debería suceder siempre para la mejor asistencia al paciente y en su beneficio.

 

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