La Organización Mundial de la Salud, a través de la Junta de Monitoreo de la Preparación Mundial (GPMB, por sus siglas en inglés), ha reclamado un mayor compromiso global para enfrentar futuras pandemias y crisis sanitarias, con el fortalecimiento de la inversión en Atención Primaria (AP) como una de las principales líneas estratégicas.
Así se desprende del informe ‘El nuevo rostro de la preparación para pandemias’, que se ha presentado este martes durante la Cumbre Mundial de la Salud celebrada en Berlín (Alemania) e insta a gobiernos e instituciones a adoptar un cambio de paradigma centrado en tres acciones determinantes: cuidar, medir y cooperar.
El documento destaca que las consecuencias de la pandemia de Covid-19 siguen presentes en un contexto de cambios tecnológicos y geopolíticos que ofrece oportunidades, pero también desafíos para la seguridad sanitaria mundial.
«En nuestro mundo cada vez más volátil e incierto, la verdadera preparación ante pandemias y otras emergencias sanitarias debe basarse en sistemas de Atención Primaria de salud eficientes y bien financiados», ha resaltado la copresidenta del GPMB Kolinda Grabar-Kitarovic.
La también expresidenta de Croacia ha afirmado que disponer de sistemas de AP «sólidos» permite ofrecer a la población servicios de salud esenciales en tiempos de paz y fomentar la confianza, algo fundamental para poder responder de forma eficaz cuando se den crisis.
Esta es la primera clave del modelo propuesto por el GPMB, un cambio en la ‘atención’ para fortalecer los sistemas de primera línea dedicando más financiación a este nivel asistencial, consiguiendo un compormiso más estrecho con las comunidades y una fuerza laboral de salud protegida.
MEDICIÓN Y COOPERACIÓN
En términos de ‘medición’, el informe pide el establecimiento de un sistema integral de monitoreo del riesgo de pandemia, que denomina Observatorio Mundial de Riesgos Pandémicos, que sea el encargado de rastrear las amenazas, vulnerabilidades y preparación en tiempo real, integrando datos sanitarios, sociales, económicos y ambientales en señales claras para los líderes.
A partir de esto, los líderes mundiales podrían ver el riesgo de pandemia en términos integrales y casi en tiempo real, y actuar de acuerdo a ello, mejorando las previsiones y facilitando una asignación más eficaz de los recursos.
En cuanto a la ‘cooperación’, destaca la importancia de una arquitectura sanitaria mundial basada en los principios de solidaridad y equidad, y alienta la ratificación, implementación y financiación del Acuerdo de la OMS sobre Pandemias, aprobado en la 78ª Asamblea Mundial de la Salud celebrada en mayo.
Junto a este, añade el papel del sistema de Acceso a los Patógenos y Reparto de Beneficios (PABS), que el Grupo de Trabajo Intergubernamental sobre el Acuerdo de la OMS sobre Pandemias está redactando, así como la aplicación continua del Reglamento Sanitario Internacional fortalecido en septiembre con la introducción de enmiendas; todo ello para apoyar el intercambio oportuno y justo de muestras, datos y productos médicos.
El documento alude a los avances tecnológicos que van a permitir mejorar la respuesta, como el análisis de datos, los medios para desarrollar nuevas vacunas y tratamientos rápidamente, así como cambios normativos, con la adopción del Acuerdo sobre Pandemias. Por otro lado, advierte que la proliferación de desinformación, la creciente desconfianza y las fuerzas geopolíticas divisivas debilitan la preparación.
«Las pandemias son choques multidimensionales que exigen respuestas coordinadas y multisectoriales», ha afirmado la copresidenta del GPMB, Joy Phumaphi, quien ha apuntado que las siguientes pandemias serán diferentes a las del pasado, por lo que la preparación ante ellas debe adaptarse a los cambios y basarse en la cooperación e innovación.
El GPMB ha enfatizado que 2026 será un año crucial para la preparación ante pandemias y, en vísperas de la Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre Prevención, Preparación y Respuesta ante Pandemias, trabajará en estrecha colaboración con sus coorganizadores, la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial, para garantizar que estas llamadas a la acción se implementen y que el encuentro de Naciones Unidas acuerde medidas concretas para fortalecer la preparación mundial.