La mesa “El médico ante la inteligencia artificial usada por el paciente”, organizada dentro de la cuarta edición de la Escuela de la Profesión Médica, puso sobre la mesa los principales desafíos y oportunidades que la irrupción de esta tecnología plantea en la práctica clínica y, en especial, en la relación médico-paciente.
La mesa, que estuvo moderada por Mª Isabel Moya, vicepresidenta primera de la OMC, contó con la participación de Montserrat Esquerda, especialista en pediatría y bioética y Marcos Hernández, subdirector médico en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Los ponentes coincidieron en que la inteligencia artificial (IA) posee una gran capacidad competencial, pero sin el contexto clínico que solo puede aportar el médico. Se abogó por la importancia de reforzar el modelo de toma de decisiones compartidas, en el que el paciente participe activamente en su proceso y el médico conserve el papel clave de interpretación, acompañamiento y corresponsabilidad.
Entre los riesgos señalados se destacó la posibilidad de inducir escaladas diagnósticas y terapéuticas innecesarias: “Hacer demasiada medicina también produce daños”, se advirtió. Además, se plantearon dilemas éticos en campos como la interpretación de imágenes, donde algunos sistemas de IA ya superan la precisión de los mejores clínicos.
No obstante, también se subrayaron oportunidades relevantes, como la capacidad de estas herramientas para reducir burocracia en la redacción de informes o la interpretación preliminar de pruebas. Para ello, es imprescindible definir dónde y cómo se utilizan los datos, así como garantizar principios de beneficencia, equidad y seguridad para los pacientes.
Los expertos insistieron en que el gran cambio es pasar de un modelo basado en la confianza ciega —“confía en mí”— a otro en el que el paciente pide explicaciones y el médico las ofrece: “explícame”. Esta corresponsabilidad requiere liderazgo profesional, formación continua y una actitud abierta.
Asimismo, se alertó sobre la brecha digital: no todos los pacientes tienen acceso a las herramientas de IA, lo que puede generar desigualdades. Por ello, se reivindicó que los médicos deben liderar el desarrollo y la aplicación de la inteligencia artificial en salud: “Vamos tarde, pero aún estamos a tiempo de aportar la visión de la profesión médica para evitar que las soluciones lleguen impuestas desde fuera”.
En definitiva, la inteligencia artificial se perfila como una herramienta imprescindible en medicina, pero su valor dependerá de cómo los médicos la integren en su práctica, preservando siempre la relación de confianza con los pacientes y los valores éticos de la profesión, según se puso de manifiesto en este encuentro de la Escuela de la Profesión Médica.