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La Dra. María Castellano irradió humanidad hasta sus últimos días

Artículo del Dr. Jacinto Bátiz

La profesora María Castellano nos ha enseñado ciencia y humanidad. Cuando tuve la suerte de trabajar junto a ella en la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial sentía que irradiaba sabiduría de la vida, prudencia, equilibrio, cariño por las personas, generosidad, espiritualidad, tolerancia y un sinfín de etc. Ante cualquier discrepancia siempre recurríamos a ella para que nos ayudara en la reconciliación. Ha sido una maestra del equilibrio, de la prudencia ante cualquier decisión difícil. Sus pensamientos eran tan claros que cuando los plasmaba sobre el papel eran muy fáciles de entender.

Su menuda figura reflejaba otra de sus grandes cualidades, la humildad. Siempre he pensado ¡cómo podía alojase un corazón tan grande en dicha figura! A pesar de que algún órgano de su cuerpo le jugó una mala pasada su cerebro y su “corazón” trabajaron tan coordinadamente que la razón y el cariño le han hecho grande. Y le han hecho grande hasta los últimos momentos de su vida.

Cuando me ponía a escribir un libro siempre recurría a ella para que me escribiera unas líneas encargándole el epílogo para que ella fuera el broche final. Por ello en este homenaje, tras su fallecimiento, que deseo hacerle a mi amiga, María, quiero compartir alguna de las frases entresacadas de sendos epílogos de mis dos últimos libros publicados:

Del epílogo al libro Atención Médica al final de la vida desde la Deontología (2023) destaco lo que nos enseñó sobre la atención médica al final de la vida: “Un buen médico y un médico bueno, estará preparado, cuando asiste a una persona moribunda para llevar a buen puerto la barca de la esperanza y la paz en la que éste se adentra hacia lo desconocido; siempre que sea posible debemos evitar un naufragio personal, moral y espiritual en un momento en que nadie debe encontrarse solo y desamparado”.

Del epílogo al libro Medicina Paliativa Juandediana (2025) destaco las últimas líneas que escribió, según ella misma me dijo en el correo en el que me adjuntó el epílogo el 6 de abril: “Estos años de vida regalada han sido plenos de vivencias muy gratificantes en lo personal y en lo profesional, reconocimientos, viajes, trabajos en colaboración con compañeros y excelentes amigos con los que he colaborado en temas de Deontología Médica y Cuidados Paliativos […]. Aún no los he necesitado, aunque estén cerca, esos cuidados que hacen del final de la vida el Gran Encuentro con el Padre, la aspiración de todo cristiano que camina en la confianza de que Él nos espera ‘venid a mí los que estáis casados y agobiados y yo os aliviare’” “Estos años en la OHSJD (desde  2011) me han permitido convivir con el quehacer de los hermanos de San Juan de Dios y sus excelentes equipos en el cuidado de los enfermos en esa etapa final de la vida a la que saben llevar de una forma absolutamente personalizada e individual lo que cada uno necesita para enfrentarse a ese Encuentro llenos de Paz, Esperanza y Confianza en que este paso por el desierto de la vida ha merecido vivirlo”.

Aunque María ha recibido muchos premios y distinciones, no hay premio que pueda reconocer y premiar todo lo que ella ha aportado a la Medicina y a la sociedad en general. Sabemos que el premio que más le gustaba era el amor de su familia y el cariño de sus amigos, premio que lo tiene desde siempre.

Querida, María, descansa en Paz y junto al Padre, deseo que tú nos expresaste hace unos días.

Dr. Jacinto Bátiz Cantera

Director del Instituto Para Cuidar Mejor

Hospital San Juan de Dios de Santurtzi (Bizkaia)

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