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Dra. María Nabal: «Conocer nuestras propias emociones, nuestras limitaciones y nuestras fortalezas es básico para el autocuidado del profesional y para prevenir el burn-out»

La pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de los médicos y médicas de disponer de formación en materias transversales como la comunicación. La Dra. María Nabal Vicuña ha concedido una entrevista a Médicos y Pacientes en la que aborda la necesidad de mejorar esta formación y afirma que "conocer nuestras propias emociones, nuestras limitaciones y nuestras fortalezas es básico para el autocuidado del profesional y para prevenir el burn-out"

La Dra. María Nabal, es especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, además tiene un máster en Cuidados Paliativos y uno en Bioética, y trabaja en UFISS Cuidados Paliativos del Hospital Universitario Arnau de Vilanova. Es profesora del módulo de Comunicación con el enfermo y su familia del curso Atención médica al final de la vida, de la Fundación para la Formación de la Organización Médica Colegial.

 
Usted es profesora del curso Atención médica al final de la vida, de la Fundación para la Formación de la Organización Médica Colegial, ¿cuáles cree que son los principales aprendizajes que obtendrá un alumno o alumna de este curso?
El alumno o alumna que se acerque a este curso podrá adquirir conocimientos y habilidades que le permitan acercarse mejor a los pacientes y familiares que sufren enfermedades avanzadas. De alguna manera, el curso recupera el espíritu de una medicina humanista, centrada en las personas.
 
Por lo que respecta a la unidad didáctica en la que yo he participado, creo que el profesional de la medicina podrá situarse en diferentes escenarios clínicos y adquirir conocimientos y habilidades básicas para que la comunicación y la gestión del sufrimiento sean menos complejas.
 
La pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad, que ya se conocía, de enseñar a los médicos herramientas de comunicación para dirigirse al enfermo, a sus seres queridos y al círculo del propio profesional desde su etapa en la facultad y a lo largo de su vida profesional. ¿Qué cree que se debe priorizar en la formación este campo?
La pandemia ha venido acompañada de situaciones de gravedad clínica, de pronósticos cambiantes y mucho sufrimiento. La comunicación de malas noticias es compleja y dedicamos poco espacio a esta asignatura en las facultades de medicina, en la formación de los médicos internos residentes y en la formación continuada de los profesionales veteranos. A mí en la facultad de medicina no me enseñaron nada de este tema, lo que aprendí lo hice por “modelaje” viendo cómo lo hacían mis profesores, incorporando lo que me gustaba y veía que sentaba bien a pacientes y familiares, y evitando aquello que no me gustaba o producía dolor.
 
Creo que en el siglo XXI las cosas las deberíamos hacer de otro modo. Los alumnos de todas las facultades deberían disponer de aulas de simulación para entrevistas clínicas supervisadas con pacientes simulados. De la misma manera, deberían también hacerlo los especialistas en formación.
 
Otro aspecto interesante en esta formación sería mejorar en la gestión de nuestras propias emociones. La comunicación en situaciones de mal pronóstico como la pandemia moviliza muchas emociones en los profesionales y en los pacientes y familiares en un flujo bidireccional. Conocer nuestras propias emociones, nuestras limitaciones y nuestras fortalezas así como saber gestionar los silencios, el llanto o las reacciones de rabia, impotencia, etc. me parece que es básico para el autocuidado del profesional y para prevenir el burn-out. 
 
¿Qué se está haciendo mal para qué, a pesar de esta dura e importante labor, haya población que agreda a los médicos? ¿En qué cree que se está fallando?
Desde mi punto de vista, la agresión a profesionales de la salud, no es sino la punta de un iceberg de una sociedad un poco enferma. Vivimos en una sociedad donde la técnica y el consumo ocupan el centro. Hemos creado una cultura de la inmediatez  con poca tolerancia a la frustración y con una muy limitada mirada hacia nuestro interior. Buscamos dar respuesta a nuestros anhelos mirando hacia afuera. En este marco, cuando llega la enfermedad queremos que toda la solución llegue desde fuera y si no llega la “culpa” es del mensajero, en este caso del médico, la enfermera, … 
 
Por otro lado las listas de espera, las plantillas mermadas por los diversos recortes, el cansancio de los profesionales son elementos que favorecen ese clima de tensión en el que todos reaccionamos en lugar de responder adecuadamente.
 
¿Cuáles cree que son las principales herramientas de comunicación de las que se debe dotar a los profesionales sanitarios?
Para mí, la principal herramienta de comunicación es disponer de tiempo. Disponer del tiempo necesario para cada paciente y familia es la clave para una comunicación de calidad. Si tengo tiempo me puedo sentar, puedo escuchar lo que me tengan que decir, puedo respetar los silencios, puedo favorecer la expresión de emociones, el llanto, el enfado. Con tiempo puedo respirar y estar centrada en lo que está ocurriendo con este paciente o este familiar.
 
Otro elemento es disponer de formación adecuada para ello, pero sin tiempo la formación se queda corta.
 
Un tercer elemento básico es disponer de un espacio adecuado con intimidad en el que nos podamos sentar en torno a una mesa. 
 
¿Cuál cree que es el país o sistema formativo referente en este ámbito?, y, ¿cuáles son las principales diferencias respecto al nuestro?
La verdad es que en lo que yo conozco, no existen grandes diferencias en los países de nuestro entorno. La comunicación en los EE. UU. es mucho más agresiva y detallada que en nuestro país porque el sistema sanitario también es diferente. Nosotros venimos de una cultura paternalista en la que el principio de autonomía y el derecho a la información ha ido ganando terreno progresivamente. 
 
No creo que cualquier sistema de docencia en comunicación pueda ser directamente aplicable en los países mediterráneos.
 
Sería muy bueno disponer de los medios tanto en la enseñanza pregardo como postgrado para que todos los alumnos dispusieran de las herramientas básicas para la correcta aplicación de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.   
 
Otra asignatura pendiente para una parte importante de los profesionales médicos es la Medicina Paliativa, ¿cómo cree que se puede revertir esta situación y lograr que la mayoría de los facultativos tengan conocimientos suficientes en este ámbito?
Sí, la Medicina Paliativa sigue siendo la asignatura pendiente de muchas facultades de medicina y enfermería. Parece mentira que todos los médicos  tengamos que saber de ginecología, oftalmología, etc, pero no se nos asegure una formación para atender a las personas cuando la enfermedad se ha descontrolado o la muerte está próximo. Es fácil que cualquier especialista se vea expuesto a este tipo de atención, bien por las características de su especialidad, o bien porque le toque a nivel familiar o de amistad.
 
La Medicina Paliativa debería formar parte del currículo básico de cualquier facultad de medicina o de enfermería porque los médicos que estamos formando van a tener que dar respuesta a esta realidad en una sociedad envejecida en la que cada paciente presentará más de una enfermedad crónica.  De no hacerlo así, vamos a sufrir todos: pacientes, familiares y profesionales. 
 
Desde la perspectiva de la Medicina Paliativa, ¿cómo valoran la aprobación de la Ley de Eutanasia?
Pues la verdad me parece que no era el mejor momento ni se ha hecho de la mejor manera.
 
Más allá de cualquier ideología y respetando todas las sensibilidades, se aprueba una ley sobre eutanasia en mitad de una pandemia donde se ha visto la escasez de muchos recursos para aliviar el sufrimiento, y se hace sin consultar a las sociedades científicas. 
 
Nuestros políticos, los de todo el espectro parlamentario, parecen querer sacar rédito de una ley que no profundiza en las razones del sufrimiento, no asegura una atención de calidad con profesionales con formación específica y no garantiza una  asignación de recursos, por lo que estos llegarán de alguna otra partida que se verá reducida. Una ley que se pondrá en marcha sin una red de apoyo social ágil y eficaz.
 
Desde mi punto de vista, se ha buscado un atajo para dar respuesta a un problema complejo con muchos matices, y las situaciones complejas precisan una aproximación serena y multidimensional que yo no encuentro en esta ley. 
 
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