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Dr. Ribera Casado: «Educación y buenas formas»

El autor aborda en este artículo la pérdida paulatina de las normas de educación dentro de la sociedad. Recurre al ejemplo de cómo se comunicaron las jubilaciones forzosas de cerca de medio millar de médicos hospitalarios madrileños en edades comprendidas entre los 65 y los 70 años

Madrid, 17 de mayo 2013 (medicosypacientes.com)

«Educación y buenas formas»

José Manuel Ribera Casado.
Académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina

A medida que uno cumple años confiere un valor mayor a los «aspectos formales» dentro del campo de las relaciones humanas. O, más simple, al respeto de las normas de educación para una buena convivencia. Sin embargo, la experiencia es otra. Uno mira a su alrededor, observa el entorno y tiende a deprimirse.

El número de personas maleducadas se multiplica cada día, con actitudes que van desde cuestiones elementales como la omisión del saludo o la no-respuesta a los correos, hasta formas mucho más severas de este pecado social. Hace unos meses Maruja Torres, siempre aguda, comentaba en un suplemento dominical de El País que «hay quien responde con monosílabos cuando no con mugidos bovinos a cualquier pregunta». Otras personas reservan las buenas formas sólo para el superior, para aquel del que cabe esperar alguna ganancia presente o futura. Vamos, que practican esa forma de educación unidireccional que toda la vida hemos llamado peloteo.

Los medios de comunicación, especialmente la mayoría de tertulias televisivas y, en menor grado, las de las emisoras de radio son otro mal ejemplo de lo mismo. Se toleran y dan por buenas interrupciones, gritos, insultos, descalificaciones y hasta agresiones físicas. Una contribución más a la pérdida de las formas básicas de convivencia.

Viene esto a cuento de que este hábito nocivo parece haber dado un salto cualitativo hasta alcanzar a algunas administraciones públicas. Por ejemplo, a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Cuando persiste y se recrudece la irritación popular que despertaron sus propuestas privatizadoras, la Consejería entra ahora de forma gratuita e incomprensible en otro berenjenal innecesario. Hablo de la forma en que ha gestionado el cese de cerca de medio millar de médicos hospitalarios madrileños cuya desgracia consiste en tener una edad comprendida entre los 65 y los 70 años.

No voy a entrar en lo justificada o no de esta medida ?evidentemente creo que es una barbaridad-. Tampoco en las consecuencias que puede tener sobre la calidad del servicio prestado por estos profesionales y los eventuales medios previstos para suplir su trabajo, ni sobre otras consideraciones importantes pero cuyo análisis rebasa el marco de estos comentarios. Me voy a centrar en las formas. Un ejemplo sublime sobre cómo hacer mal las cosas, despreciar al interlocutor y ofender gratuita e innecesariamente a un colectivo de profesionales que, en su inmensa mayoría, vienen trabajando a satisfacción plena para sus conciudadanos y para la propia Comunidad desde hace 30-40 años.

La comunicación a los interesados se hace mediante carta entregada la víspera de un día festivo, al final de la jornada laboral, indicando que transcurrido el plazo de los 15 días que marca la Ley «se les deniega la permanencia en el servicio activo» y se les declara en «situación de jubilación forzosa». Esos quince días (nueve de ellos hábiles) pueden computar como las vacaciones anuales reglamentarias, por lo que si a partir del día siguiente no vuelven a dejarse ver mucho mejor. Da igual que tengan pacientes citados u otras tareas a medio hacer: Vd. no vuelva, es mayor y tengo que ahorrarme su sueldo.

La cosa podía haber quedado ahí e incluso haberse introducido en el escrito el consabido párrafo de agradecimiento por los servicios prestados, algo que se omite. Pero, agravio sobre agravio, se sigue machacando y ofendiendo. Se intenta justificar la decisión y se le dice al interesado, lisa y llanamente, que su trabajo no vale para nada y que se puede prescindir del mismo sin ningún problema.

Entresaco literalmente tres perlas justificativas del despido que aparecen en las cartas y que pueden pasar a formar parte de una antología sobre cómo no se debe actuar en estas situaciones. Se dice al interesado que: «en cuanto a la necesidad de profesionales en el área funcional correspondiente, la dotación actual es suficiente …». También que «por lo que se refiere a la relevancia de las técnicas sanitarias que realiza el solicitante….. su actividad no resulta fundamental para la actividad del centro…». Y, por si fuera poco, se añade que «respecto a su grado de participación ……. se puede afirmar que en la actualidad no existe evidencia de su participación relevante en proyectos de mejora, guías, protocolos, etc». Vamos, que ni hacen nada ni se les va a echar de menos. Con tales argumentos resulta evidente que a la administración no le quede otro remedio que liberarse de semejante carga. Sorprende que no lo haya hecho mucho antes.

Evidentemente, si esa es la manera de entender las formas de convivencia por parte de quien debe dar ejemplo, que alguien no te de los buenos días no deja de ser anecdótico. Con todo, lo que me ha parecido más sangrante e incomprensible es la justificación expresa de esa manera de proceder que hace D. Ignacio González, nada menos que el Presidente de la Comunidad. Cuando es preguntado por el tema, se limita a decir que «ese es el lenguaje de la administración». Sonríe y se queda tan tranquilo. Así nos va.

 

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