El neuropsicólogo Pablo Duque refleja en este artículo factores comunes de situaciones habituales que se dan en el ámbito sanitario. Al mismo tiempo, apela a la ética, honestidad y profesionalidad de los que en dicho ámbito ejercen
Madrid, 25 de noviembre 2013 (medicosypacientes.com)
«Vosotros sois un centro…,¿de qué?»
Pablo Duque San Juan, neuropsicólogo, investigador en Neuropsicología Clíica. Área Hospitalaria Virgen Macarena, de Sevilla
Hace unas 4 semanas vi unos pacientes que, una vez más, me hicieron pensar. El primero era un niño de 6 años con un Trastorno del Espectro Autista que enviaban por un cuadro deficitario neurocognitivo que no estaba muy claro. Pregunta obligada de toda anamnesis: ¿qué profesionales le han visto y en qué sitios le han tratado? Respuesta: «En el Servicio de Neurorrehabilitación de tal y cual». Yo levanto la cabeza y le digo: «¿Me lo repite, por favor?». ?Claro, responde. «En el Servicio de Neurorrehabilitación de tal y cual». Me vuelvo al ordenador y escribo. El segundo caso era el de un señor con una Demencia tipo Alzheimer que me envía un neurólogo porque quiere saber mi opinión sobre algunos déficit que no le cuadran. Ante la misma pregunta recibo la misma respuesta.
En el primer caso y en el segundo, y una vez vistos los pacientes, hago mi recomendación [aparte de otras]. Verá… Se va a ir a este sitio, a este sitio o a este otro. Estos sitios están concebidos y pensados para personas que sufren TEA/DTA y donde usted va no es el más adecuado [hablo de ideas, no de personas; ¿por qué no digo que no sólo no es el más adecuado sino que es totalmente inadecuado?]. Ambos hacen lo que les digo [no les pongo una pistola: ellos eligen] y, al cabo de una semana, la madre del niño con TEA se planta en mi consulta. ?¿Puedo hablar con usted? ?Claro.
Entra en la consulta y se echa a llorar. Yo me quedo ahí, mirándola, intentando entender. Se calma. Lo siento, dice. Y yo: «llore lo que quiera». ?Ya no más, dice. «¿Me lo explica?», le digo. Y comienza…
-He ido a tal sitio que usted me recomendó. Desde el primer día se nota que ellos entienden de esto, saben lo que le pasa a mi hijo… He entrado con diferentes terapeutas a sus terapias y he visto realmente cómo se debe tratar a mi hijo y cómo hacerlo yo en casa. Tengo herramientas que antes no tenía. La conducta de mi hijo ha mejorado en sólo una semana. No es espectacular, claro, pero tengo más medios para abordarlo…
Y así sigue durante 10 minutos. Al final le digo: «¿Y por qué lloraba antes?». Responde: «¿Por qué lleva tanto tiempo en ese sitio sin el mejor abordaje posible? ¿Por qué no he sabido verlo?». Y vuelve a llorar. Y yo, que prefiero no callar, le digo: «El problema no está en usted sino en los profesionales que, sabiendo lo que hacen, no le dicen lo mejor para su hijo. Usted no tiene ninguna responsabilidad. Se puede sentir culpable -eso nadie se lo quitará- pero, al menos, no se sienta responsable».
Y seguimos hablando un rato más hasta que se va. Y me quedo pensando…
¿¡¡Qué clase de especie somos!!? ¿Tiene usted una fallo coronario? Vaya al ginecólogo, que es médico también. ¿Una esclerosis múltiple y viene para abordaje no farmacológico? Vaya a un Centro de Atención Temprana, que también hay psicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, etc. ¿Necesita tratar las secuelas de su TCE? Sin problemas: vaya a un Centro de Día de Alzheimer. ¿¡Pero qué es esto!?
Podríamos analizar las bases del problema pero hoy no tengo ganas: no me apetece nada. Hoy sólo tengo rabia de cuánta mierda [DE CUÁNTA MIERDA] hay, de cómo sólo miramos el ombligo y el dinero [sobre todo el dinero]. Rabia de pensar en que no somos consciente del bien que podemos hacer y del mal que podemos hacer. Rabia de saber que esto ocurre ¡todos los días! Rabia de ver cómo personas sin formación ninguna están diciendo «sí, Buana» a ridículos empresarios [ojo: no son clínicos, son empresarios sean lo que sean] por miedo, por no tener criterio [ni querer tenerlo]. Rabia de saber que la ética importa lo mismo que comer rata al horno. Como diría Silvio Rodríguez: «la rabia, ¡coño!».
No es posible que nos quedemos de brazos cruzados cuando esto ocurre día tras día tras día. No es posible que lo admitamos sin más, callando como quien «no quiere hablar mal» de otros compañeros. No está bien. No está bien que callemos y que miremos para otro lado.
Subida de impuestos, pérdida de poder adquisitivo, peores pensiones, recortes en sanidad y educación y un largo etcétera. Sí, sí… ¿Pero qué coño pasa con todo esto que tenemos al lado y que podemos denunciar por una cuestión profesional, por una cuestión ética, por una cuestión de honestidad? Nada, nada, nada. Sencillamente nada.
El ser humano importa una mierda: la misma mierda que nos corroe día a día cuando permitimos estas cosas y, sin pestañear, las normalizamos.
Como diría Baudelaire: «¡yo os maldigo!».
PD. Y de la mano de estas líneas mi total admiración por personas y centros que hacen las cosas con ética, con honestidad, con profesionalidad, ¡que gracias a dios que quedan y, espero, cada vez sean más!