En este post escrito por el presidente de la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos de Bizkaia en su blog, se analiza el mecanismo de cómo dar bien las malas noticias, una tarea para el médico muchas veces complicada y que precisa de ciertas habilidades de comunicación
«Cómo dar bien las malas noticias»
Dr. Jacinto Bátiz, presidente de la Comisión de Deontología del Colegio Médicos de Bizkaia
Blog «Ética y Deontología Médica de Bizkaia» http://deontologia.colegiomedicosbizkaia.com/2014/11/como-dar-bien-las-malas-noticias.html
Hemos vivido en un ambiente de paternalismo por parte de los profesionales y de los familiares en el que ambos preferíamos ocultar al enfermo su situación pensando que ocultarlo era lo mejor para él. Es muy frecuente que los familiares acostumbren a abordar este problema suponiendo que el enfermo ignora que padece una enfermedad incurable y de mal pronóstico y que hay que evitar que se entere de ello de cualquier manera.
El Código de Deontología Médica, en su art. 15.1, nos recuerda que «El médico informará al paciente de una forma comprensible, con veracidad, ponderación y prudencia. Cuando la información incluya datos de gravedad o mal pronóstico se esforzará en transmitirla con delicadeza de manera que no perjudique al paciente».
Para dar las buenas noticias no suele haber dificultades para hacerlo bien. Pero, dar bien las malas noticias es más complicado y precisa de ciertas habilidades de comunicación.
Miembros del Grupo de Trabajo de la Organización Médica Colegial (OMC) Atención Médica al Final de la Vida elaboramos un documento para orientar a los profesionales cómo dar bien las malas noticias. En este post deseo destacar alguna reflexiones del citado documento que tal vez puedan ser útiles cuando tengamos que comunicar el diagnóstico de una enfermedad grave y su pronóstico.
Cada profesional debemos comunicar las malas noticias con nuestro propio estilo, ya que no existen fórmulas ni protocolos rígidos para ello. Pero lo que sí tendremos que tener en cuenta es que deberemos informar equilibrando veracidad y delicadeza. Además hemos hacerlo en un ambiente adecuado, sin interrupciones, donde el enfermo pueda expresar sus emociones. Comprobaremos cuánta información puede tener sobre su enfermedad, trataremos de conocer lo que desea saber y respetar el posible deseo de no conocer la verdad. Aunque es inevitable establecer pronósticos sobre expectativas de vida evitaremos que sean demasiado taxativas («seis meses», algo que se dice con muchas frecuencia). Siempre debemos procurar dejar una puerta abierta a la esperanza, incluso en las personas que tienen un pronóstico de vida muy limitado. Después de haber comunicado la mala noticia es necesario estar atentos a la reacción psicológica del enfermo. Y no olvidemos que la relación médico-enfermo queda muy reforzada cuando la información ha sido adecuada. Nos mantendremos cercanos al enfermo y transmitirle nuestro compromiso de ayuda a él y a sus familiares durante todo el proceso. Es preciso recordar que también debemos ser igual de delicados al transmitir la información a sus familiares. En ocasiones, la propia familia nos pide que no informemos al enfermo; en este caso tenemos que tener presente que nuestra obligación ética y profesional es con el enfermo y no con la familia. No obstante, debemos hacer un esfuerzo de comunicación con los familiares para implicarles en la información al enfermo.
No hay que informar al enfermo de su diagnóstico y pronóstico exclusivamente porque nos obliga la Ley, sino porque es un compromiso profesional ético y humano del médico.
Si conseguimos dar las malas noticias de forma que el enfermo no sea lo único que recuerde, seguramente habremos aprendido a dar bien las malas noticias.