La pandemia de COVID-19 ha hecho una gran reflexión social sobre la vulnerabilidad a los problemas de salud mental, pero también ha disparado los trastornos mentales en niños y adolescentes, en parte debido a la situación de aislamiento. Así lo explica el psiquiatra Dr. Carlos Roncero Alonso, director del Comité Científico del I Congreso Nacional sobre la Salud Mental Infanto Juvenil, que se celebra del 15 al 17 de febrero en Salamanca. En esta entrevista para Médicos y Pacientes habla sobre el impacto de las redes sociales en los trastornos de este colectivo y como el papel de la familia es crucial para detectar signos de alarma
El Dr. Roncero es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca (CAUSA), y presidente de la Sociedad Española de Patología Dual; así como profesor Titular de Psiquiatría en la Universidad de Salamanca.
¿Qué propósito busca la celebración del Congreso Nacional sobre la Salud Mental Infanto Juvenil?
El objetivo de la celebración de este Congreso es tener una visión integradora de la salud mental infanto-juvenil de niños y adolescentes, de las personas jóvenes en general, tanto desde el punto de vista académico como desde el punto de vista clínico, sanitario y psicoeducativo.
¿Por qué se ha escogido como lema ‘la detección precoz es clave de la superación’?
Se ha escogido el lema de la detección precoz es la clave de la superación porque está demostrado que los trastornos mentales que se detectan en las etapas tempranas tienen más posibilidades de ser estabilizados, equilibrados, curados o como mínimo, que las personas que los padecen, puedan tener una vida relativamente normal y parecida al resto de la población.
¿A quién está dirigido?
Este congreso está dirigido tanto a profesionales sanitarios, médicos, psicólogos, enfermeros de salud mental o profesionales médicos sanitarios, así como a trabajadores sociales, educadores, terapeutas ocupacionales, profesionales del ámbito educativo, tanto maestros, pedagogos… En realidad, cualquier persona que pueda tener interés la detección y en el tratamiento de los niños y los adolescentes. Es importante que también acudan pediatras, neuro pediatras, de Atención Primaria y personal enfermero de pediatría.
El espectro de personas interesadas es muy amplio y es muy multidisciplinar.
¿Cuáles son los temas principales que se abordarán?
En el Congreso se abordarán los principales retos que tenemos en la detección y en la asistencia a los niños y a los adolescentes y aspectos asociados a la discapacidad, trastornos de la conducta alimentaria, del neurodesarrollo, del aprendizaje, adicciones con sustancias u otras adicciones, trastornos asociados a los procesos ansioso-depresivos o del estrés. Por lo tanto, el programa es muy amplio y variado.
¿Qué retos hay en torno a la salud mental infanto-juvenil?
La salud mental infanto-juvenil, en la actualidad, tiene grandes retos. El primero es la integración de los profesionales y la coordinación entre las distintas redes: sanitarias, educativas, sociales… algo que, en ocasiones, es complejo hacer por las circunstancias locales.
La integración lo que busca es poder reconocer los trastornos o alteraciones en una fase inicial para, cuanto antes, aplicar las medidas correctivas y los tratamientos necesarios y así evitar que se desarrollen las enfermedades mentales de una manera completa. Es un reto amplio y difícil en los tiempos en los que estamos donde en algunos ámbitos, como en el sanitario, faltan profesionales.
Si un adolescente tiene una enfermedad mental, ¿cómo es tratado él y su familia en el sistema nacional de salud? ¿Con qué recursos cuenta?
Si un adolescente tiene una patología mental, lo habitual es que se detecte dentro del sistema educativo o en la vía sanitaria médico pediatra o del médico de familia. Una vez se detecta la alteración, el niño o adolescente es remitido a la red de salud mental pública donde se estudia, diagnostica, y, en función del trastorno que tenga, se le plantea un plan terapéutico con distintos abordajes desde el punto de vista pedagógico, logopedia, terapéutico, farmacológico…
Los recursos dependen mucho de la zona geográfica del área sanitaria de la que estemos hablando. En algunos casos, hay entidades privadas que colaboran con el sistema público sanitario.
¿Hay seguimiento y continuidad de cuidados?
Este es otro de los grandes retos que tenemos. Los niños o adolescentes que han precisado tratamientos intensivos o incluso hospitalizaciones pueden precisar de un seguimiento o un atención en hospitales de día, en centros de días y, después, en consultas ambulatorias.
Los recursos son limitados dependen de la zona geográfica donde se encuentra, desgraciadamente. Faltan recursos humanos: psiquiatras de la infancia y adolescencia, expertos en adiciones que sepan el manejo de los adolescentes, psicólogos clínicos, enfermeros de salud mental…
¿Cuáles son las patologías más frecuentes en este colectivo? ¿Y las emergentes?
Trastornos del neurodesarrollo, déficit de atención y hiperactividad, cuadros ansiosos, cuadros reactivos… La situación de pandemia que hemos sufrido y estamos sufriendo ha condicionado un cambio en las relaciones sociales, los meses de privación de los contactos sociales ha generado niveles mayores de intensidad que hacen que en estos momentos la demanda de tratamiento esté disparada y se vean fenómenos como las autolesiones, que antes eran excepcionales.
Las redes sociales pueden, además, influir de manera negativa, pueden generar modelos de imitación con conductas inadecuadas que faciliten la aparición de algunos trastornos relacionados con la alimentación, el consumo de sustancias, las adiciones…
¿Qué cifras se manejan actualmente? ¿Y en el trastorno más frecuente?
En los tiempos actuales si que estamos detectando un gran incremento de todos estos trastornos. Por ello, debemos todos poner los medios adecuados para realizar una detección precoz y que el niño y adolescente pueda recibir el tratamiento cuanto antes.
Aquí hay también una labor muy importante no solo del sistema educativo para detectar sino de las familias para detectar conductas alteradas. Probablemente, muchos padres no saben lo que es habitual y lo que no, o lo que es alterado o no, pero si pueden comparar con otras personas de su entorno, amigos, primos… para poder valorar qué signos son de alarma o qué conductas son atípicas.
Usted hablará sobre los trastornos afectivos y su regulación emocional. ¿Qué nos puede avanzar sobre este tema?
Es un tema de candente actualidad: cómo los niños y adolescentes manejan las frustraciones, las situaciones de aislamiento de haber estado sin contacto social… Esto puede generar sentimientos de tristeza, de apatía, trastornos afectivos…
¿Qué políticas son necesarias para la prevención y detección precoz de los trastornos mentales en este colectivo?
Es necesario promover la formación de los profesionales del ámbito sanitario de todas las especialidades y de los médicos de atención primaria y pediatras, que son la puerta de entrada al sistema. También, en el ámbito educativo, social, o de las actividades extraescolares es importante formar.
Es importante también tener un mínimo de tiempo para poder hablar con los niños y adolescentes y poder explorarles desde el punto de vista psicopedagógico.
Asimismo, es necesario que se vaya implantando la figura del psiquiatra de la infancia y la adolescencia, creada recientemente en nuestro país, cuyas unidades docentes formarán a muchos profesionales pero que resultados positivos veremos en años.
¿Considera efectiva la concienciación y educación en salud mental y autocuidado desde etapas escolares?
Una de las cosas buenas que ha tenido la pandemia de la COVID-19 es que se ha hecho una reflexión social sobre la vulnerabilidad a los problemas de salud mental y sobre los trastornos mentales de niños y adolescentes, así como a las adiciones incluyendo a la patología dual. Todo esto es un factor necesario para que haya una adecuada educación y concienciación en materia de salud mental, desde el punto de vista social y educativo.
Esta sensibilidad si no se acompaña de formación, de recursos y medios no será eficaz.