El Dr. Antonio Ares Camerino, vicepresidente primero del Colegio de Médicos de Cádiz, escribe este artículo de opinión sobre el cambio de hora y cómo afecta a la población.
“Los cronopios son personajes existentes en una serie de cuentos e historias a los que dieron forma el escritor argentino Julio Cortaza. La personalidad, los hábitos, sus indumentarias y atributos, sus características y peculiaridades los hacían ser seres únicos. Todos eran de buen ver. Criaturas ingenuas, idealistas, deseosas y sensibles, muy conmovedoras y tiernas, poco organizadas y nada pragmáticas, dispuestas a esa esperanza que tanto necesitamos”. Todo un ejemplo a seguir en este mundo de incertidumbre, egoísmo, miedo y desazón.
El mito de Cronos (Saturno para los romanos) nos traslada a ese dios griego que devoraba a sus hijos por miedo a que uno de ellos lo derrocara. Su esposa Rea salvó a uno de ellos, llamado Zeus, quien le obligó a vomitar a sus hermanos, que le ayudaron a derrocarle.
El crono y el tiempo nos engullen sin remedio y dan buena cuenta de nuestra finitud.
En estos días pasados probablemente, si nada lo remedia, hayamos asistido al último cambio horario. Dicha modificación de primavera y de otoño con respecto al horario, ha entrado en el debate de la salud, la energía y en el bienestar social. Se plantea como una finalidad en si misma supeditada a decisiones gubernamentales. ¿Es correcto y adecuado mantener un horario de invierno y otro de verano? ¿Tiene el cambio horario algún beneficio energético o sobre nuestra salud? Asistimos a la controversia de si es saludable o no, si el peaje en términos de salud de la población en general es compensado bajo criterios económicos de ahorro energético o de coordinación logística entre países.
Desde el año 1974 se mantiene el cambio horario (invierno/verano), según el Instituto de Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE) el ahorro asociado apenas superar el 0,5% en el consumo eléctrico. ¿Deben las economías europeas plantearse un cambio horario para tan poco rédito?
Nuestro reloj biológico es tan estable que nos permite sincronizar nuestros procesos fisiológicos a la perfección. Existen evidencias que relacionan la cronodisrrupción con alteraciones metabólicas y cambios hormonales que regulan el apetito, la secreción de insulina y el sueño. La cronomedicina plantea el control y la prevención de todos los procesos relacionados con el tiempo como elemento decisorio de nuestros procesos fisiológicos. El ritmo biológico nos conecta con la naturaleza. Nos hace más cercano a lo que ocurre a nuestro alrededor. El ritmo circadiano está jerárquicamente supeditado a nuestra naturaleza.
Un estudio realizado en 2022 por la Universidad de Turku (Finlandia) y publicado en la revista Sleep Medicine Reviews demostraba un incremento del 5% en el número de infartos después del cambio horario de verano. Detrás de ello posiblemente la falta de sueño y es estrés fisiológico. En octubre de 2007 la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) concluyó que el trabajo nocturno y a turnos rotatorios genera alteraciones en la organización circadiana del organismo y predispone al desarrollo de cáncer en el ser humano.
La Sociedad Española del Sueño (SES) nos informa que el desequilibrio de nuestro ritmo circadiano produce insomnio, irritabilidad, dificultad de concentración y cansancio persistente durante los días posteriores al cambio, siendo la infancia y las personas mayores los más vulnerables, al tener ritmos circadianos más sensibles. Las consecuencias mentales pueden estar relacionadas con la modificación en la secreción de melatonina y los niveles de serotonina, esto explicaría que algunas personas puedan experimentar tristeza, falta de energía o cansancio. El factor tiempo es un elemento determinante de nuestra fisiología. La cronodisrupción se configura como un elemento que genera alteraciones fisiológicas relacionadas con las fases de luces y oscuridades de nuestra vida diaria.
Hay que escuchar a la ciencia y a la ciudadanía en lo referido al cambio horario.
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