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La exposición de los niños a la contaminación atmosférica provoca una menor conectividad cerebral

Científicos del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) revelaron que los niños y niñas expuestos a niveles altos de contaminación atmosférica durante la infancia presentan conexiones más débiles entre regiones cerebrales clave.

Según informó este martes el centro de investigación, los resultados de este estudio, publicados en ‘Environment International’, pusieron de relieve el impacto potencial de la exposición temprana a la contaminación atmosférica en el desarrollo del cerebro.

La investigación mostró una conectividad funcional reducida dentro y entre determinadas redes cerebrales corticales y subcorticales. Estas redes son sistemas de estructuras cerebrales interconectadas que trabajan juntas para realizar distintas funciones cognitivas, como pensar, percibir y controlar el movimiento.

Estos resultados concordaron con estudios anteriores que sugieren que la contaminación atmosférica puede estar asociada a cambios en la conectividad funcional de las redes cerebrales, sobre todo en los niños. Sin embargo, aún se desconoce cómo afecta la contaminación atmosférica al desarrollo y la maduración de estas redes cerebrales.

El estudio analizó los datos de 3.626 niños y niñas de la cohorte Generación R de Rotterdam (Países Bajos). La exposición a la contaminación atmosférica en el lugar de residencia de los participantes, incluyendo las partículas en suspensión (PM2.5 y PM10), el dióxido de nitrógeno (NO2) y los óxidos de nitrógeno (NOX), se estimó mediante modelos estadísticos que combinan las mediciones reales con las características ambientales.

Redes cerebrales

A continuación, se evaluó la conectividad cerebral tanto entre redes como dentro de ellas, incluyendo 13 redes corticales y tres regiones subcorticales: la amígdala -responsable de procesar las emociones y desencadenar respuestas de supervivencia-, el hipocampo -clave para la formación de la memoria y la orientación espacial-, y el núcleo caudado -implicado en la regulación del movimiento, la memoria y la toma de decisiones-.

Los niños y niñas fueron evaluados mediante neuroimágenes en estado de reposo, es decir, escaneando sus cerebros mientras no realizaban ninguna tarea activa, en dos momentos: alrededor de los 10 años y, de nuevo, a una edad media de 14 años. La exposición a la contaminación atmosférica se analizó en dos periodos: desde el nacimiento hasta los tres años de edad y en el año anterior a la evaluación por neuroimagen.

De hecho, destacó la investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, Michelle Kusters, “este es uno de los primeros estudios que explora cómo la contaminación atmosférica afecta a las conexiones cerebrales en reposo, utilizando escáneres cerebrales tomados múltiples veces en un gran grupo de niños desde su nacimiento”.

Adolescencia

Los resultados mostraron que una mayor exposición a la contaminación atmosférica desde el nacimiento hasta los tres años se asocia con una menor conectividad entre la amígdala y las redes corticales implicadas en la atención, la función somatomotora -que coordina los movimientos corporales- y la función auditiva.

Además, una mayor exposición a partículas PM10 en el año anterior a la evaluación de neuroimagen se asoció con una menor conectividad funcional entre las redes de saliencia y medial-parietal, responsables de la detección de estímulos en el entorno y de la introspección y la autopercepción.

En este sentido, la investigadora Icrea en ISGlobal y autora principal del estudio, Mònica Guxens, explicó que “estas asociaciones persisten a lo largo de la adolescencia, lo que podría indicar alteraciones duraderas en el desarrollo normal de las redes cerebrales debido a la exposición a la contaminación. Esto podría afectar al procesamiento emocional y a las funciones cognitivas”.

Según el equipo de investigación, estos resultados pusieron de manifiesto el posible impacto a largo plazo de la exposición a la contaminación atmosférica en los primeros años de vida sobre la conectividad y el desarrollo del cerebro.

“Dada la exposición generalizada a la contaminación atmosférica, estos resultados refuerzan la importancia de las políticas dirigidas a reducir los niveles de contaminación, especialmente en los entornos urbanos, para salvaguardar el desarrollo cerebral de los niños”, concluyó Michelle Kusters.

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