En los últimos meses, algunas de las principales revistas médicas del mundo han publicado editoriales que conviene mirar con atención. No solo porque marcan tendencias científicas, sino porque reflejan con precisión los dilemas éticos, sociales y profesionales que definen el ejercicio de la medicina en 2025. Su lectura conjunta ofrece un mapa de prioridades que interpela directamente al profesionalismo, a la responsabilidad social y al compromiso con la veracidad que defendemos desde la Organización Médica Colegial.
Uno de los textos emblemáticos del trimestre es el editorial del New England Journal of Medicine titulado “A Less Invasive Approach to Intensive Care”. Su mensaje es tan técnico como humano: cuestiona hasta qué punto la medicina intensiva debe seguir apostando por la agresividad terapéutica, y recuerda la obligación de ponderar la invasividad, el sufrimiento y la proporcionalidad. Este debate es central para nuestra profesión, donde la defensa del paciente incluye también evitar intervenciones innecesarias y preservar su dignidad en situaciones críticas.
El mismo NEJM publicaba otro editorial de enorme interés: “Subcutaneous Glycoprotein IIb/IIIa Inhibitor for ST-Elevation Myocardial Infarction — Teaching an Old Drug New Tricks”. La idea es simple y poderosa: la innovación no siempre reside en nuevos fármacos, sino en nuevas maneras de utilizar los que ya conocemos. En tiempos de inflación terapéutica y presión tecnológica, esta reflexión recuerda que el conocimiento clínico, bien aplicado, puede ser tan transformador como el último avance farmacológico.
La dimensión regulatoria también ha sido protagonista. El editorial “FDA’s New Plausible Mechanism Pathway”, igualmente en NEJM, analiza la creación de un nuevo marco para la aprobación de medicamentos en Estados Unidos. La cuestión que subyace es la que preocupa a todos los médicos: cómo equilibrar la urgencia de disponer de tratamientos innovadores con la garantía de evidencia sólida, calidad metodológica y seguridad. La confianza pública en la medicina depende en gran parte de que ese equilibrio no se rompa.
En Europa, The Lancet ha puesto el foco en un asunto crucial mediante su editorial “Europe cannot get sidetracked from basic health-care needs”. En un tiempo marcado por crisis geopolíticas, tensiones presupuestarias y nuevas prioridades políticas, la revista alerta del riesgo de descuidar la atención sanitaria esencial. Hay una llamada implícita a proteger la equidad, sostener la primaria, fortalecer la salud pública y evitar que los sistemas sanitarios queden atrapados entre la innovación deslumbrante y la realidad cotidiana.
Por su parte, JAMA ha destacado un desafío de salud pública global en su editorial “Arsenic Exposure Reduction and Chronic Disease Mortality”. Recordarnos que la salud está condicionada por factores ambientales —en ocasiones invisibles, pero letales— es una forma de insistir en que la medicina debe mirar más allá del hospital. Enfermedades crónicas, toxicidad ambiental y desigualdades sociales están íntimamente conectadas, y deben ser abordadas desde políticas valientes.
Finalmente, la medicina digital, cada vez más imbricada en la práctica clínica, también ha ocupado espacio editorial. En npj Digital Medicine se ha publicado “The npj Digital Medicine Editorial Fellowship”, que plantea la necesidad de formar nuevos líderes en inteligencia artificial, datos clínicos y tecnologías emergentes. La transformación digital no es un fenómeno accesorio: condicionará cómo diagnosticamos, cómo nos comunicamos con los pacientes y cómo garantizamos la seguridad en un entorno donde la información circula a velocidad inédita.
Aunque abordan temas muy distintos, todos estos editoriales comparten un hilo conductor: la exigencia de rigor, prudencia y responsabilidad ética. Desde la regulación de fármacos hasta la medicina intensiva, desde la salud pública ambiental hasta la inteligencia artificial, el mensaje es el mismo: la medicina solo cumple su función social si se sostiene en la evidencia, la transparencia y la veracidad.
En la OMC defendemos que el profesionalismo no es un concepto abstracto, sino un compromiso diario: con el paciente, con la sociedad y con la verdad científica. Los editoriales internacionales de este trimestre refuerzan esa idea. Y nos recuerdan algo esencial: en un mundo saturado de información, el médico debe seguir siendo un faro de criterio, rigor y humanidad.
Tomás Cobo Castro
Presidente de la Organización Médica Colegial



