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Reflexiones sobre la Medicina en el Holocausto

Los seminarios de la Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica del Colegio de Médicos y la Universidad de Zaragoza, con la colaboración de la Organización Médica Colegial, reflexionaron sobre la medicina en el holocausto, en su última sesión de este año, celebrada el pasado lunes 10 de diciembre. Tal y como indicó el director de Proyectos Académicos de la Cátedra PEC, Rogelio Altisent, «nos hemos dado cuenta de que para aprender ética también necesitamos narraciones»

 

Zaragoza, 13 de diciembre 2013 (medicosypacientes.com)

Los seminarios de la Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica del Colegio de Médicos y la Universidad de Zaragoza, con la colaboración de la Organización Médica Colegial, reflexionaron sobre la medicina en el holocausto, en su última sesión de este año, celebrada el pasado lunes 10 de diciembre.

En la apertura del acto, la presidenta del Colegio de Médicos de Zaragoza, Concha Ferrer, destacó que «conocer el pasado, y el papel jugado por los médicos en el holocausto, refuerza la necesidad de poner énfasis en la bioética y en el profesionalismo, dentro de la formación y del desarrollo profesional de los profesionales sanitarios».

Por su parte, el director de Proyectos Académicos de la Cátedra PEC, el doctor Rogelio Altisent, señaló que: «en este seminario vamos a conocer hechos tremendos que nos deben hacer pensar que los comportamientos de muchos médicos de la Alemania de hace menos de 70 años no fueron resultado del azar ni de la casualidad. Es un torpedo en la línea de flotación del relativismo moral. Esos médicos tenían una enfermedad moral que les llevó a clasificar a los seres humanos, una enfermedad de la que no nos podemos sentir inmunes».

El Holocausto: una reflexión desde la Medicina

En su ponencia, Esteban González se refirió a cómo entre 1933 y 1945 en Alemania miles de discapacitados físicos o mentales, personas con enfermedades avanzadas y niños nacidos con defectos congénitos fueron esterilizados y posteriormente asesinados. Las acciones anteriores y la eliminación de millones de personas en los campos de exterminio contaron con la participación activa e incluso entusiasta de médicos y otros profesionales.

Y cómo, las enfermedades o los problemas que hoy se conciben como «sociales» (alcoholismo, sífilis, enfermedades psiquiátricas o discapacidades) eran para los nazis una degeneración susceptible de contaminar a la raza aria. En particular, el judía era considerado como la máxima degeneración.

González explicó que los médicos abrazaron con gran entusiasmo las idas nacionalsocialistas, ya que les daban una gran influencia social. A ello hay que añadir la expansión de las teorías eugenésicas (la eugenesia proclamaba la necesidad de llevar a cabo una reproducción selectiva de la especie humana en orden a su mejora).

Así, afirmó, a partir de la fecha en que se promulgó la ley que permitía la esterilización forzosa de ciudadanos alemanes con taras físicas o psíquicas de posible origen hereditario, se estima que el 25% de los médicos colaboraron en el proceso de identificación y esterilización masiva.

Además, indicó que coincidiendo con el inicio de la 2ª Guerra Mundial, Hitler autorizó acabar con los seres improductivos. Se eliminaron así adultos con discapacidades y a personas con teóricas conductas antisociales. Los asesinatos fueron llevados a cabo en seis centros de exterminio mediante la inhalación de monóxido de carbono. Los médicos se encargaban de administrar el gas letal y certificar falsamente las causas de muerte.

A partir de la puesta en marcha en 1942 de la Solución Final al Problema Judío, según informó Esteban González, los judíos europeos fueron trasladados a los campos nazis en Polonia. Los médicos realizaban la selección y determinaban la aptitud para trabajar en fábricas o en los propios campos. Los que no eran considerados aptos para el trabajo iban directamente a las cámaras de gas. En los campos, los médicos nazis dispusieron de miles de personas desprovistas de libertad con las que hacer todo tipo de experimentos tanto militares, como genéticos y raciales.

Tal y como indicó el director de Proyectos Académicos de la Cátedra PEC, Rogelio Altisent, «aprendemos medicina de verdad con casos, con historias de vida, y hace unos años nos hemos dado cuenta de que para aprender ética también necesitamos narraciones».

 

 

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