jueves, marzo 28, 2024

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La realidad de los campamentos saharauis, los griegos y el de Dadaab (Kenia), el mayor del mundo

Malnutrición, carencia de servicios esenciales como agua potable y sanitarios que provocan graves enfermedades, son situaciones comunes a los refugiados en campamentos como los saharauis de Tinduf, el más antiguo (41años), el de Dadaab (Kenia), el más grande del mundo con medio millón de desplazados o los más recientes de Ritsona y Skaramagas, en Grecia. La falta de capacidad y/o voluntad de los gobiernos impide solucionar esta realidad que implica una vulneración de los más elementales derechos humanos.

Así se reflejó en la mesa “La salud de los refugiados y las personas desplazadas”, moderada por Jorge Gutierrez, director general de Juventud y Cooperación al Desarrollo del Gobierno de Cantabria, en la que participaron como ponentes el Dr. Mohamed Lamin Dadddi, ministro de Salud de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD); Emilio José Romero Rigo, enfermero de Cruz Roja en los campos de refugiados de Ritsona y Skaramagas, en Grecia, y el Dr.Pascual Caballero, médico cooperante de Médicos Sin Fronteras.

Ministro Salud Sahara: “Como refugiados, somos los grandes olvidados desde hace más de 4 décadas”

El Dr. Mohamed Lamin expuso pormenorizadamente la situación de los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf, que llevan 41 años viviendo de la cooperación internacional, esperando, desde que en 1976 el Sahara Occidental dejase de ser colonia española,  una solución para realizar un referéndum de autodeterminación que sigue sin celebrarse  a  causa de la “obstrucción sistemática del Gobierno marroquí y la incapacidad del Consejo de Seguridad de la ONU”, lo que ha llevado al pueblo saharaui estar dividido en dos partes, separadas por un muro militar marroquí de 2.700  km. y más de 7 millones de minas.

El ministro saharaui de Salud expuso pormenorizadamente la atención sanitaria de los campamentos, a los que el Gobierno presta especial atención a pesar de la “ausencia de recursos humanos cualificados, materiales e infraestructuras”. Para una población de 206.000 habitantes, cuenta con 2 hospitales quirúrgicos, 5 consultorios de atención primaria y varios dispensarios para seguimiento de tratamientos. Tienen 2 médicos, 6 enfermeros, 1 odontólogo y 30 camas de hospital por 10.000 habitantes y la tasa bruta de consulta es una por cada habitante.

Destacó los problemas de anemia y malnutrición, especialmente en mujeres embarazadas y niños menores de 5 años y de patologías como la diabetes y otras asociadas a grupos vulnerables. El ministro resaltó la labor de las comisiones quirúrgicas (urología, oftalmología, cirugía general, pediátrica y odontología) que van a los campamentos dos o tres veces al año y puso de relieve la necesidad de otras como maxilofacial, ginecología y obstetricia, ortopedia y traumatología.

También puso en valor la labor de formación realizada por ONGs y organizaciones como la llevada a cabo por la OMC a través del Colegio de Médicos Saharaui y señalo, entre los principales retos, la incentivación económica de los profesionales para motivarles (un médico especialista cobra 250 €/mes; uno de AP, 150 € y un  auxiliar 20 €), la formación continuada, más comisiones  médicas, equipamientos y medicamentos,  además de alimentación adecuada y potabilización del agua en todos los campamentos, así como lograr el compromiso político  y humanitario para una financiación sostenible del sector salud.

Finalmente, tras agradecer la ayuda humanitaria que se presta al pueblo saharaui, puso de manifiesto que como refugiados “nos dan para no morir” y señaló que “aunque sentimos dolor por los refugiados de Siria, Libia o Irán, sentimos más dolor aún porque somos los grandes olvidados en medio del desierto desde hace más de 4 décadas”. “No somos terroristas -añadió- ni hacemos contrabando; solo luchamos por nuestro derecho de autodeterminación, pero este derecho no se aplica y parece que los intereses de los gobiernos están por encima de los intereses de los pueblos”.

Vivencias de un enfermero de Cruz Roja Española en los campos de refugiados en Grecia

Emilio José Rigo, enfermero de Cruz Roja, contó su experiencia en los campamentos de refugiados de Ritsona y Skaramagas, en Grecia, país al que junto con Italia llegaron el año pasado por mar más de 340.000 personas huyendo de la guerra en Siria y Afganistán, de las cuales murieron en el intento más de 4.000.

Problemas relacionados con la travesía como picaduras de garrapatas, pulgas o erizos de mar; quemaduras por el sol y la gasolina, y problemas muscoesqueléticos por la cantidad de horas que viajan en cuclillas en una barca, además de otros gastrointestinales, infecciones respiratorias agudas y falta de medicamentos, son las patologías y problemas más frecuentes  a las que se enfrenta el personal sanitario a la  hora de atender a estos refugiados cuándo llegan, en lo que Emilio Romero describió como atención sanitaria  de emergencia.

El apoyo psicosocial por los problemas psicológicos que arrastran con su bagaje de guerra, especialmente, los más vulnerables como los niños y personas discapacitadas, y la promoción de la higiene en la escuela, sesiones grupales y campañas de limpieza y desinfección, así como ayuda para proporcionarles alimentos y agua potable, son otro de los cometidos del personal sanitario de Cruz Roja en estos campamentos en los que viven casi 4.000 personas (3.039 en Skaramagas -un tercio de  ellos niños- y 723 en Ritsona).

Finalmente, resaltó la labor del sistema de salud griego, con el que se coordinan los cooperantes, que calificó de desarrollado, pero que se encuentra “desbordado”, así como el difícil manejo de esta situación por “cambiante e impredecible”.

La realidad de la atención sanitaria en Dadaab (Kenia), el mayor campo de refugiados del mundo

Sarampión, cólera, polio, tuberculosis, fiebre del valle del Rift y otros problemas causados por malnutrición   aguda severa y la falta de agua potable, forman parte de la realidad del campamento de refugiados de Dadaab, en Kenia, el mayor campo de refugiados del mundo con medio millón de personas, la mayoría somalíes huidos de la guerra civil que no cesa. Y allí llevan 25 años, con la amenaza del Gobierno keniata de desmantelarlos y devolveros a su país de origen.

Una situación que se ha visto agravada en los últimos años por la sequía y hambruna que sacudió el cuerno de África en 2011, año en el que llegaron a Dadaab más de 160.000 somalíes. Todo ello ha propiciado una “emergencia aguda sobre una crónica: suburbios en los campos” que se han convertido como “una prisión al aire libre”, según puso de manifiesto el Dr. Pascual Caballero, pediatra de Médicos Sin Fronteras en este campamento y otras regiones del planeta, la última en Swzilandia (Sur de África).

El Dr. Caballero relató las prioridades en emergencia de su organización en estos campos de refugiados entre las que están la vacunación, en especial, de sarampión, provisión de agua potable y sanitarios/letrinas, alimentación, construcción de refugios, servicios sanitarios básicos de emergencia, control de epidemias, formación de recursos humanos y coordinación y gestión de la seguridad.

Como pediatra, habló de las patologías prevalentes en embarazadas -malnutrición, anemia, infecciones perinatales, hemorragias, pre-eclampsia-, en los recién nacidos -infecciones congénitas, prematuridad, encefalopatía, bajo peso- y las prevalentes en los niños -infecciones respiratorias, diarreas, malnutrición crónica y aguda, parásitos intestinales, sarampión, paludismo, fiebre tifoidea, meningitis, tuberculosis, HIV, etc.-, así como de la alta mortalidad y de los  servicios médicos que prestan, desde hospitalización (685 personas en 2015),  a visitas domiciliarias, pasando por centros de salud, donde se llevaron a cabo ese mismo año más de 12.000 consultas.

Con imágenes de las secuelas neurológicas graves de los refugiados, casos con problemas ortopédicos congénitos, por polio o violencia; mutilados en el contexto bélico de Somalia, necesitados de tratamientos especializados para el cáncer que no siempre están disponibles y casos de salud mental por los traumas personales de la guerra y la hambruna, el Dr. Caballero hizo un retrato sobrecogedor de la realidad de estos refugiados.

Finalizó su intervención pidiendo a los Gobiernos “responsabilidad para minimizar los conflictos y atención humanitaria basada en derechos humanos de todas estas migraciones”.

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