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La contaminación urbana contrarresta los beneficios de la actividad física

La exposición a la contaminación atmosférica en las calles de la ciudad es suficiente para contrarrestar los beneficiosos efectos del ejercicio en la salud, sobre todo, en adultos mayores de 60 años, según un reciente estudio publicado en “The Lancet”

La investigación, dirigida por científicos del ‘Imperial College London’, en Reino Unido, y la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos, muestra que la exposición a corto plazo a las emisiones de tráfico en una calle concurrida puede anular los efectos positivos que un paseo de dos horas tendría en el corazón y los pulmones de los adultos mayores. Este trabajo documenta estos efectos negativos en personas sanas y en personas con afecciones cardiorrespiratorias preexistentes como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o patología coronaria.

 
«Esto se suma al creciente cuerpo de evidencia que muestra los impactos negativos cardiovasculares y respiratorios de incluso una breve exposición de dos horas a la contaminación del tráfico», apunta Junfeng ‘Jim’ Zhang, profesor de Salud Global y Ambiental en Duke. «Destaca la necesidad de poner límites más estrictos para mejorar la calidad de aire y mejores medidas de control de tráfico en nuestras ciudades», agrega.
 
«Combinados con la evidencia de otros estudios recientes, nuestros hallazgos subrayan que realmente no podemos tolerar los niveles de contaminación del aire que actualmente encontramos en nuestras concurridas calles», afirma Fan Chung, profesor de Medicina Respiratoria y jefe de estudios experimentales de Medicina en el Instituto Nacional del Corazón y los Pulmones en el ‘Imperial College’.
 
Como la investigación también mostró que los voluntarios que caminaron durante dos horas en un gran parque de la ciudad, lejos de la exposición directa a los vapores del tráfico en la calle, experimentaron mejoras significativas en las funciones pulmonar y vascular, los investigadores piden un mayor acceso a espacios verdes urbanos para que la gente haga ejercicio.
 
Para llevar a cabo el estudio, los autores reclutaron a 119 voluntarios mayores de 60 años que estaban sanos, tenían EPOC estable o enfermedad cardiaca isquémica estable. Los voluntarios caminaron durante dos horas al mediodía en uno de dos lugares de Londres: en una zona relativamente tranquila de Hyde Park o en una concurrida parte de Oxford Street, donde la contaminación –carbón negro, dióxido de nitrógeno y partículas finas de los gases de escape del diésel– superan los límites de calidad del aire establecidos por la Organización Mundial de la Salud.
 
Las mediciones físicas tomadas antes y después de las caminatas revelaron los efectos que la actividad tenía en la salud cardiopulmonar de cada voluntario, incluida la capacidad pulmonar, la presión arterial, el flujo sanguíneo y la rigidez arterial. Después de un paseo por Hyde Park, la capacidad pulmonar de los voluntarios mejoró significativamente en la primera hora y esta mejora duró más de 24 horas en muchos casos. En comparación, una caminata a lo largo de Oxford Street condujo a un aumento menor durante las primeras horas y no aumentó más tarde.
 
Caminar en Hyde Park redujo la rigidez arterial en más del 24 por ciento en voluntarios sanos y con EPOC y más del 19 por ciento en pacientes con enfermedades cardiacas. Las caminatas a lo largo de Oxford Street produjeron ganancias mucho más pequeñas. Los voluntarios sanos experimentaron una reducción máxima en la rigidez arterial de solo el 4,6 por ciento; los pacientes con EPOC tuvieron una bajada del 16 por ciento; y aquellos con enfermedades del corazón registraron una disminución del 8,6 por ciento.
 
Por otra parte, los investigadores observaron que el estrés podría explicar algunas de las diferencias fisiológicas observadas entre los dos entornos, con el aumento del ruido y la actividad de Oxford Street surtiendo efecto. También señalaron que los pacientes con enfermedad cardiaca que tomaron medicamentos para mejorar su salud cardiovascular experimentaron efectos menos graves tras la exposición a la contaminación. La medicación tuvo un efecto estabilizador.
 
«Para muchas personas, como los ancianos o quienes padecen enfermedades crónicas, el único ejercicio que a menudo pueden hacer es caminar –señala Chung–. Nuestro estudio sugiere que podríamos aconsejar a estas personas que caminen en espacios verdes, lejos de las áreas urbanizadas y la contaminación del tráfico. Pero para aquellos que viven en las ciudades, esto puede ser difícil de hacer, y puede haber un costo asociado con el hecho de que tienen que viajar más lejos de donde viven o trabajan».
 
«Necesitamos reducir la contaminación para que todos puedan disfrutar de los beneficios de la actividad física en cualquier entorno urbano», afirma Chung, quien realizó el trabajo junto a Zhang y colegas en el Centro de Medio Ambiente y Salud MRC-PHE en el Imperial College de Londres, entre otras entidades.
 
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