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Joaquín Pérez Azaústre: “La figura del médico representa la protección de los que amo”

Joaquín Pérez Azaústre es el ganador de la quinta edición del Premio de Novela Albert Jovell, impulsado por la Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial (FPSOMC). Este cordobés –aunque afincado en Madrid– de 43 años, ha desarrollado una prolífica carrera como escritor y articulista en medios de comunicación como El Mundo, El Cultural y Diario Córdoba y ha publicado ya siete libros de poemas, otro más de relatos y un total de seis novelas. La última, ‘Atocha 55’, está inspirada en la trágica matanza de los abogados de Atocha acaecida el 24 de enero de 1977 y ha logrado cautivar la atención –y la admiración– del jurado de nuestro certamen literario. Sobre ella y sobre sus sensaciones al idearla, darle forma y plasmarla sobre el papel, precisamente, habla en esta entrevista, en la que, además, traslada sus impresiones acerca de la profesión médica y la labor que realiza la Fundación para la Protección Social de la OMC.

¿Qué siente al haber sido reconocido con el Premio de Novela Albert Jovell en su quinta edición?

Cuando uno gana un premio lo primero que siente es gratitud, y también un enorme respeto hacia los demás participantes. Recibir el Premio Albert Jovell es un honor que agradezco al jurado, por su lectura de mi novela. También forma parte del premio publicar la novela en la editorial Almuzara y ser parte de su excelente catálogo.

¿Conoce el trabajo que lleva a cabo la FPSOMC? ¿Cuál es su opinión sobre esta labor?

Me parece fantástica. Pero no sólo porque haya promovido el Premio de Novela Albert Jovell -algo que ya resulta significativo, en su aprecio por la literatura, en estos tiempos convulsos-, sino por la necesaria labor que lleva a cabo promoviendo la igualdad de oportunidades, la solidaridad y la inclusión, protegiendo y ofreciendo respuestas a las necesidades del colectivo médico y de sus familias cuando lo necesitan.

¿Cree que el modelo que ha implementado esta Fundación en la profesión médica es exportable a otras profesiones? 

Es lo primero que he pensado. Por supuesto que sí. Una fundación destinada a un colectivo profesional, para apoyar a sus miembros más desfavorecidos y a sus familias en casos urgentes, para salir adelante, ¿cómo no va a ser exportable, y además necesaria? Voy a hablarle de ella a Manuel Rico, presidente de la Asociación Colegial de Escritores, porque seguro que este modelo puede aportar y enriquecer a ACE. 

Aunque el tema central de su obra, ‘Atocha 55’, es el de ‘la matanza de los abogados de Atocha’, ¿puede encontrar el lector alguna referencia a la Medicina en sus páginas?

Muchas. Hay que tener en cuenta que la novela comienza con el atentado, con personajes que mueren y otros que sobreviven. En los que siguieron viviendo, el tratamiento médico de las secuelas del ataque ya formará parte del resto de sus vidas. Y no hablo solamente del daño psicológico, que lo hubo y muy profundo, sino de las consecuencias médicas en esos organismos castigados. El ejemplo más duro es Dolores González Ruiz, cuyo cuerpo y rostro quedaron arrasados con el ataque, y estuvo bajo cuidados médicos toda su vida.

¿De qué forma aparece representada la figura del médico en su novela? ¿Y para usted, personalmente, qué representa?

En la novela son los cuidadores, la frontera entre la oscuridad y la vida. Para mí, personalmente, representan la protección de los que amo.

¿Qué vínculo considera que existe entre los valores de la Medicina y los valores humanísticos o la literatura?

La literatura también puede sanar. Y en parte es una ciencia, con sus propios descubrimientos. Ambas tienen al hombre en el centro de sus interrogantes y sus intensidades. Y existe además una gran tradición de médicos escritores: en España, Pío Baroja y Luis Martín Santos.

¿Qué le llevó a tratar en su novela un tema como el de ‘la matanza de los abogados de Atocha’?

La verdad es que ellos no se sienten muy cómodos con el término “matanza”, por sus connotaciones de la matanza porcina y por cómo insultaron los ultras a los sobrevivientes durante el juicio. Como cuento al principio de la novela, yo era un estudiante en la Facultad de Derecho de Córdoba la primera vez que alguien me contó o que leí algo sobre Atocha. Me pareció una historia de sufrimiento y dolor, pero también de plenitud, juventud y belleza. Desde aquella primera vez, a lo largo de veinte años, se me ha vuelto a aparecer continuamente en reportajes o a través de gentes que conocía al azar y que, de alguna manera, habían estado relacionadas con aquello. Cada vez que descubría otro documental o algún artículo sobre el atentado de Atocha fijaba en él una atención especial, casi magnética, como si aquellos hechos tuvieran algo que ver conmigo. Siempre supe que la escribiría.

La situación política del momento histórico en el que se contextualiza su novela fue complicada. ¿Qué diferencias encuentra entre las clases políticas de entonces y actuales?

Por desgracia, la actitud general hoy es otra muy distinta a la de entonces. Una especie de ética de la generosidad y de la renuncia personal, por el bien colectivo, que quizá esté íntimamente relacionada con el auténtico talento, parece haberse perdido. Cierta izquierda de entonces supo tender puentes y ponerse en la piel del contrario, aunque no compartiera sus razones. También la derecha. Ahora, en cambio, cada día se inventan nuevos escenarios de confrontación, mientras se va olvidando que la democracia y el Estado de Derecho están ahí para favorecer nuestra convivencia pacífica, nuestro entendimiento en el respeto a quien piensa contrario. Ahora, al que piensa contrario se le lapida en las redes o fuera de ellas. Y la libertad individual de quien ejerce el pensamiento no alineado está en peligro.

¿Qué proporción de ficción/realidad lleva incorporada su última creación literaria? 

Un buen equilibrio, creo. Aunque al principio fue difícil escribir no ya sobre personajes reales, sino sobre personas que están vivas, o que murieron y tienen familias que también leerán la novela. Lo que me ha preocupado más, además de la imprescindible documentación, ha sido que las situaciones vividas entre los personajes resultaran verosímiles.

¿Qué sensaciones considera que generará en el público la lectura de su novela? ¿Rabia, indignación, empatía…?

Todo eso y mucho más. Un túnel en el tiempo para asomarse a la vida de los personajes en aquel mes de enero de 1977, a cómo funcionaba aquel despacho de jóvenes abogados laboralistas en el número 55 de la calle Atocha, en Madrid. Sus maneras de trabajar, de pensar, de ejercer el derecho, de amar, de dudar, de gozar, de experimentar. Sus esperanzas y sus miedos más íntimos. Sus sueños, sus luchas por sobrevivir al recuerdo terrible de la violencia y la muerte después del atentado. Y también la conciencia de que la bondad siempre acaba siendo más fuerte que el odio, y que la vida siempre merecerá la pena.

En el caso de los lectores potenciales de este trabajo, ¿de qué manera les convencería para iniciar su lectura?

Que lean la primera página. Es una historia magnética que atrapa.

¿En qué medida se siente satisfecho con la realización de este trabajo?

Eso es difícil de explicar. El proceso de documentación ha sido el más difícil y exigente de todos los que he emprendido antes de escribir una novela. Luego, cuando lo tenía ya todo dentro y comencé a escribir, nació mi hijo. Asistir al milagro de la vida en su versión más pura, más enriquecedora y más sincera, mientras estaba escribiendo sobre estos hombres y mujeres tan valiosos, tiroteados en el esplendor de su juventud, me creaba muchas contradicciones. Luego tuve que matizar el propio respeto que yo sentía por la historia y por sus protagonistas para poder escribir sobre ellos sin sentirme atenazado por la tragedia que vivieron y lo que representan para la memoria colectiva de este país. Porque yo soy novelista, no historiador. Y para levantar una novela tienes que reinar sobre tus personajes, no dejarte intimidar por ellos. Todo esto también me llevó tiempo. Ya sé que escribir es menos duro que poner ladrillos y mucho menos valioso que curar un corazón -por más que la literatura también sane, como la medicina, aunque de otra manera-, pero quizá ha sido la novela que me ha exigido más. En ese sentido, creo que escribirla me ha ayudado a ser mejor escritor.

¿En qué momento de su vida decidió ser escritor? ¿Qué le impulsó a ello?

El proceso es extraño. De alguna forma lo he sabido siempre. Desde pequeño. Sentía esa necesidad de contar historias, de expresar lo propio y de empatizar con lo que sentían los demás. Me impulsaron el deseo y la necesidad, porque siempre me he guiado por mi vocación.

Ha publicado siete libros de poemas, un libro de relatos y cinco novelas (‘Atocha 55’ sería la sexta). ¿Con qué género se siente más cómodo? ¿Por qué? ¿Qué le aporta cada uno de ellos?

También escribo artículos sobre libros y de opinión en El Mundo, El Cultural y Diario Córdoba, y soy muy feliz haciéndolo. Empecé a escribir en prensa, en el Diario Córdoba, con 18 años. También he escrito en La Razón y en El País de Andalucía. Y durante diez años, entre 2002 y 2012, firmé una columna diaria de opinión en el Grupo Joly, de Andalucía. Respecto a las distintas posibilidades, generalmente, el impulso de escribir ya ha elegido antes su formato. Ya sabes que eso que te arde dentro va a ser un poema, un relato, un artículo de opinión o una novela. Me siento igual de cómodo en todo lo que sea escribir, pero cada género me da un cauce distinto para la emoción y la historia.

¿Cuáles son sus planes de futuro en el ámbito literario? ¿Se puede contar algo sobre su próxima obra?

Siempre tengo una novela entre manos, y poemas. Ahora mismo hay un libro inédito de poemas, pero está demasiado caliente y necesito enfriarlo, distanciarme un poco antes de publicarlo. También estoy con una novela, que se va desvelando lentamente. No soy mucho de vender la piel del oso antes de cazarlo, pero me gustaría que mi próxima novela fuera tan vibrante y me enseñara tanto como ‘Atocha 55’.

 

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