viernes, abril 19, 2024

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Dra. Castellano, 43 años dedicada a la Deontología: “He sentido que hacía algo útil por la dignidad de la profesión y el beneficio de los pacientes”

Más de 43 años de trabajo en comisiones deontológicas hacen de la Dra. María Castellano un referente en el ámbito de la Deontología. Fue la primera mujer catedrática en una Facultad de Medicina con sólo 32 años y fue pionera en el abordaje de la violencia de género en España. Este jueves Unión profesional le entrega un premio en reconocimiento a su trayectoria

Su optimismo, fe y confianza en la Medicina le ayudan a afrontar un cáncer que padece desde hace año y medio, que no le ha impedido cumplir con sus clases, sus publicaciones y con la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC), de la que ha formado parte hasta el pasado mes de septiembre. 

En los últimos meses ha visto como los Colegios de Jaén, Granada y Málaga premiaban su carrera. La Dra. Castellano bromea con sus compañeros sobre estas distinciones y asegura que “estoy asistiendo en vida a mis homenajes póstumos”. 

¿En qué momento decidió dedicarse a la Medicina?

Yo crecí en el campo y siempre tuve una vida muy próxima a la tierra, a la naturaleza y a la enfermedad por la que pasaban algunos animales en el cortijo donde trabajaba mi padre. Era una época en la que los que íbamos al colegio lo aprovechábamos y estudiábamos. No había ni malos estudiantes, ni fracaso escolar. Se valoraba mucho el sacrificio que hacían los padres para que uno pudiera aprender. Moralmente había que corresponder. Además, los maestros transmitían el placer que significaba adquirir conocimientos. Hice el bachiller con buen rendimiento y sentía mucha curiosidad por todo lo relacionado con la Biología. Llegó el momento de ir a la universidad y se lo plantee a mi padre: quería estudiar Medicina. Mi padre era riguroso en las normas y su principal preocupación era dónde tenía que irme a estudiar. Me trasladé a una residencia de estudiantes de monjas de Granada y eso para él fue una tranquilidad, porque era un lugar que le transmitía confianza. Empecé a estudiar Medicina sin saber bien si iba a ejercer porque todavía existía la idea de que lo prioritario era casarse y tener hijos. Entonces conocí a mi marido. Él estudiaba quinto curso de Medicina y yo estaba en tercero. Venía de una familia de médicos y tenía la ilusión de ser catedrático. Seguí sus consejos y me dediqué a la Medicina Legal, por su variedad e interés práctico. En aquel entonces el adjunto al catedrático era el Dr. Enrique Villanueva, actual presidente de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial.  Coincidió que estaban empezando a florecer las especialidades y la mayoría se decidía por las cosas nuevas.

¿Qué recuerda de aquellos años en los que no había tantas mujeres en el ámbito universitario?

Los compañeros eran muy respetuosos. Pertenecimos a unos años en los que el ingreso en Medicina fue multitudinario. En el primer año entramos alrededor de mil alumnos, de los cuales había 60 o 70 mujeres. Dos promociones antes, apenas había 8 o 10. Fue un cambio importante. Creamos un gran grupo de amigas que hoy en día seguimos manteniendo contacto. Es cierto que entonces no estábamos tan mezclados los chicos y las chicas en la universidad. De mi promoción salieron unos diez catedráticos, todos hombres y yo. Lo recuerdo como una etapa maravillosa, de vida muy ordenada, hasta que llegó la revolución de los estudiantes de la universidad a finales de los años 60. Empezó a surgir un movimiento político que de primeras no fuimos conscientes. No entendía lo que se estaba gestando. Surgieron asambleas y había compañeros que empezaban a destacarse. Tras la muerte de Franco, se afiliaron a distintos partidos políticos y ya estaban dentro de ese movimiento cuando éramos estudiantes. Fuimos incorporando unas ideas que jamás las habíamos oído, porque en muchas casas no se hablaba de política. Las percibimos desde una mentalidad muy abierta.

Fue la primera mujer catedrática en una Facultad de Medicina con sólo 32 años. ¿Se ha sentido precursora de otras profesionales?

En 1978 fui nombrada profesora adjunta de Medicina Legal y ese mismo año me marché a Bélgica para ampliar estudios con el profesor Armand André en el Instituto de Liege, donde investigué sobre marcadores genéticos-moleculares aplicados a la investigación de la paternidad y a la identificación de indicios biológicos. El Dr. Villanueva me avisó de que estaban saliendo plazas de cátedras y decidí preparar la oposición. Traía muchas ideas nuevas de mi estancia fuera de España que se diferenciaban del resto y gané la cátedra en Zaragoza. Yo no he mirado nunca a nadie por encima del hombro y siempre he reconocido el mérito de los demás. Por este motivo, nunca he generado grandes antipatías. Cuando llegué a Zaragoza no tenía espacio físico para montar un laboratorio porque lo había ocupado otro departamento. Tuve que pelear para que me dejaran unos locales para poder desarrollar mi proyecto. Lo hice con sufrimiento y fue una de las pocas veces que he derramado una lágrima en una reunión. No fue una situación de machismo, sino de prepotencia por querer tener más que los demás. Le dije al decano que si no se me respetaba y entre compañeros no se tenía una actitud adecuada, me marchaba. Finalmente se solucionó y pude montar el laboratorio de Medicina Legal. Tuve que demostrar día a día que lo que ofrecía era necesario. En pocos años formé escuela, con un equipo joven que trabajaba muy bien. 

Actualmente, el 80% de los profesionales son mujeres. Sin embargo, este porcentaje no se traduce en los puestos directivos. ¿A qué se debe?

No tiene una explicación racional, ni lógica. Los puestos directivos significan competitividad, autoestima alta y reconocimiento social. En paralelo, ese puesto exige que se dedique mucho tiempo. En ocasiones, una dirección implica muchas reuniones en las que se discute para llegar a una conclusión que se sabía desde el principio.  Viajes y cenas fuera de casa. Hay personas que prefieren estar con su familia a estar perdiendo el tiempo al tratar asuntos que se podrían resolver con sentido común y práctico. Creo que muchas mujeres no se meten en ese círculo porque la gratificación del reconocimiento social no les compensa lo suficiente para el tiempo que pierden en esa actividad. 

Usted fue pionera en la lucha contra la violencia de género. ¿Cómo fueron esos comienzos?

En 1986 me pidieron dirigir una tesis doctoral y propuse revisar los datos forenses del juzgado al que estaba adscrito el doctorando y analizamos los matices que podían resultar más interesantes para desarrollar una investigación. Es este periodo se empezaban a introducir datos en los ordenadores y vimos que había muchas denuncias interpuestas por mujeres en los años anteriores. Esa tesis se leyó en 1991 y la codirigí con mi marido. El estudio mostraba los tipos de violencia que había contra la mujer: abusos sexuales, robos en la calle y violencia de la pareja. Empecé a entrevistar a estas mujeres personalmente. Iba a sus casas, me abrían sus puertas y me contaban cómo se encontraban y la situación por la que pasaban. Algunas estaban atemorizadas y muchas se iban de sus casas. A partir de ahí, seguimos trabajando con un proyecto del Instituto de la Mujer y fuimos aportando mucha información que logró que se modificara el Código Penal y se contempló la violencia psíquica, además de la física, que dejaba a las mujeres prácticamente anuladas. Todos estos trabajos fueron modificando la normativa. Cuando volví a Granada en 1997 continué trabajando en este ámbito y durante cuatro años visité unidades familiares de las mujeres que habían presentado denuncia por maltrato y en dos o tres días preparábamos un informe para el juez explicándole la situación y el contexto.  

¿Cómo valora la situación actual de la violencia machista?

No concibo que haya una muerte cuando ha habido una denuncia previa. Hay un número importante de mujeres asesinadas a manos de sus parejas que no habían denunciado previamente. Estos casos son difíciles de evitar porque todavía no se conocía esta situación a nivel judicial y social. Sin embargo, cuando ya hay un proceso en curso, la intervención con los recursos disponibles debe evitar la muerte. Lo primero que debe hacerse es tener al maltratador evaluado, porque a partir de ahí se puede valorar la peligrosidad y riesgo de ese hombre con su mujer. En este punto se analizan la inestabilidad emocional, sus impulsos y su carácter. Otros no soportan el abandono por la propia dependencia de la pareja, que son los que las matan y se suicidan. El estado de ánimo del individuo y el grado de resolución del conflicto es lo que señala el riesgo de que se produzca una agresión grave. Mi última publicación sobre este tema es un decálogo para la prevención de la violencia. El papel de la educación y del ámbito familiar tiene un peso muy determinante. Hay que intervenir cuando se puede dar solución a un conflicto. En este momento, los recursos no están bien integrados y coordinados para abordar con acierto este problema. 

¿Qué balance puede hacer de su etapa en la Comisión Central de Deontología de la OMC?

Absolutamente positivo. He pertenecido a comisiones de Deontología desde que trabajo en Medicina Legal. Desde 1974 he participado de forma constante. Cada etapa ha sido diferente porque la Deontología ha cambiado mucho en su aplicación y puesta en práctica. Siempre he sentido que hacía algo que era útil, importante y necesario para la dignidad de la profesión médica y para beneficio de los pacientes. El prestigio del médico favorece al paciente, pues acude con una actitud de confianza y esperanza de que van a hacer lo mejor por él. Formar a los médicos en temas deontológicos es fundamental. Todo este trabajo lo he culminado en la Comisión Central con proyectos como la elaboración del nuevo Código de Deontología, declaraciones y manifiestos de temas candentes. Hemos asistido a cómo la Deontología se ha ido incorporando e infiltrando a toda la colegiación. 

Uno de los temas de actualidad y que levantan más debate en este terreno es la maternidad subrogada. ¿Qué opina al respecto?

Defiendo la dignidad de la mujer. El vínculo que se forma en la gestación entre la madre y el hijo es espontáneo y natural y no puede mediar comercialización alguna. Estoy en contra de instrumentalizar a la mujer por medio de una compensación económica, que le somete a un proceso de control y esclavitud. Sin embargo, creo que hay alguna excepción. El primer caso que se ha autorizado en Portugal es el de una madre que gesta al que va a ser su nieto. Este supuesto lo aceptaría con la restricción de que no medie compensación económica. Regular la maternidad subrogada en general es arriesgado, porque su control escapa a una legislación que de verdad quiera proteger el vínculo materno-filial-biológico que hay en una gestación.  

A lo largo de su carrera ha recibido numerosos reconocimientos, entre los que destaca la Cruz de primera clase de San Raimundo de Peñafort en 1983, por su colaboración con la administración de justicia o la Medalla al mérito policial, con distintivo blanco, por su colaboración en la formación de la policía judicial española en 1992, entre otros. Este jueves Unión Profesional le entregará un premio a su trayectoria. ¿Qué significan para usted estas distinciones?

Sobre este tema bromeo con mis compañeros y les digo que estoy asistiendo en vida a mis homenajes póstumos. Tengo una enfermedad muy grave. Actualmente me encuentro bien, pero soy consciente de que es un proceso que sería un milagro que sobreviviera. Yo confío en el milagro, porque soy una persona de mucha fe. Los premios significan el cariño de mis colegas.

En el Congreso de Deontología celebrado en Málaga este año, donde recibió uno de estos premios que señalábamos, durante sus palabras de agradecimiento, decidió quitarse la peluca y mostrar su cabello corto. ¿Qué pretendió transmitir con este gesto? 

Fue algo totalmente improvisado. Quise dar las gracias por sentirme tan acompañada a lo largo de toda mi carrera por mi familia, mis maestros y mis compañeros. Todo el mundo sabe que estoy malita y quise transmitir que la enfermedad también me ha aportado cosas buenas. He aprendido a estar al otro lado de la mesa y te das cuenta lo que significa la expresión del médico a la hora de recibir un resultado. Cada gesto, cada palabra es importante para el paciente. Por eso quise transmitir mi relación con los médicos desde el otro lado y en tono de broma, mostré mi cambio de ‘look’ porque ya me estaba creciendo el pelo después de la quimioterapia.  

¿Cómo es la Dra. Castellano como paciente?

Soy muy obediente, tremendamente optimista y llena de esperanza y confianza en Dios y en la Medicina. Sé de lo que son capaces de hacer los médicos con su esfuerzo y dedicación. Creo que la actitud es importante. Llevo un año y medio de tratamiento y solo he estado un mes de baja después de que me operaran. He cumplido con mis clases, mis viajes, mis publicaciones y comisiones con un nivel aceptable. El optimismo, la fe y la confianza ayudan a enfrentarte a la enfermedad desde una actitud más positiva. 

Desde la OMC se le ha propuesto para representar a la corporación en la Comité de creación del Baremo de Daños Sanitarios del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. ¿Qué espera de este grupo de trabajo? 

Estuve en el comité anterior, designada por el Ministerio como experta. Entonces ya se hizo un trabajo muy destacado, bajo la dirección del jurista Julio Sánchez Fierro, perfecto conocedor del ámbito sanitario. En la primera reunión de la nueva comisión se dijo que había un trabajo previo excelente y que se trataba de consensuarlo introduciendo expertos más específicos, como magistrados y abogados representantes de pacientes. Se realizarán ligeros cambios desde una perspectiva de reconocimiento al trabajo anterior. Para mí es un honor representar a la OMC y una satisfacción que hayan pensado en mí para esta función. 

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