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Dr. Juan Martínez: «La vacuna contra la difteria»

El Dr. Juan Martínez, especialista en Medicina Preventiva, analiza en este artículo para «MedicosyPacientes» la vacuna contra la difteria, con motivo del primer caso detectado en España desde 1987 y que afecta a un niño de la localidad de Olot de seis años de edad, que no estaba vacunado

Madrid, 5 de junio de 2015 (medicosypacientes.com)

«La vacuna contra la difteria»

Dr. Juan Martínez Hernández.Especialista en Medicina Preventiva

Hace casi cien años un desconocido Gaston Ramon trabajaba en la única terapia conocida para la difteria, a saber, la obtención de sueros hiperinmunes en caballos. El caballo es un animal resistente a la toxina diftérica, por lo que al ser inoculado con este veneno no muere, sino que fabrica enormes cantidades de anticuerpos. Al inicio del siglo XX la sueroterapia se pensó que podría acabar con la mayor parte de las enfermedades infecciosas, y tal era el caso de la difteria, que se trataba con estos peligrosos, pero eficaces anticuerpos heterólogos obtenidos en el caballo.

Gaston Ramon pasaría a la historia, sin embargo, por una curiosa observación. Cuando la toxina mortal quedaba a temperatura ambiente en el laboratorio durante varios días, perdía potencia. Es decir, ya no era tan venenosa. Sin embargo seguía inmunizando eficazmente a los caballos que seguían produciendo ingentes cantidades de suero para tratar a los niños enfermos. Gaston Ramon había descubierto la anatoxina o toxoide, base de la vacuna actual contra la difteria, que se ofrece hoy a todos los niños del mundo para la prevención de esta terrible enfermedad (en forma combinada con otras vacunas).

La difteria, vista ya la génesis de su vacuna, nunca será completamente erradicada, puesto que la inmunización no se hace contra el microbio sino contra su veneno. Y así ha sucedido en aquellos países que por algún motivo abandonaron su vacunación, donde inexorablemente reaparece (tal fue el caso de la terrible epidemia sucedida a finales del siglo XX en los países del entorno de la desmoronada Unión Soviética, abatidos por una terrible crisis económica, en donde las vacunas dejaron de ser una prioridad).

La triste historia del niño de Olot tiene una moraleja buena que es la actitud de la sociedad, que sabe que vacunándose y recibiendo la quimioprofilaxis en el entorno inmediato del enfermito, nadie más sufrirá la difteria.

Y tiene una moraleja mala, en la que quizá nadie haya reparado. A saber:

Desde que el recientemente desaparecido David L. Sackett introdujese el término «Medicina basada en la evidencia», muchas otras secuelas imitativas han surgido. Medicina basada en mil cosas. Yo querría hoy destacar una de ellas, por cierto genéticamente insertada en la profesión médica: la medicina basada en la compasión, si se me permite. Veo en torno al caso del niño de Olot una lamentable falta de compasión en las declaraciones, incluyendo las de algunos políticos. Para un especialista en Medicina Preventiva como yo, poner en valor las vacunas es obra de cada día. Pero salir en tromba ahora, culpabilizando a los pobres padres, me parece desafortunado.

La seguridad de las vacunas de calendario es perfectamente conocida. Los profesionales y sobre todo las administraciones deben promover el conocimiento de la necesidad sanitaria y social de las vacunaciones sistemáticas, sin las cuales viejas enfermedades casi desaparecidas volverían entre nosotros, mucho más que señalar ahora culpables.

 

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