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Dr. Juan Martínez: «La estafa de Ponzi»

A partir de la historia «Ponzi», un estafador italiano de principios del siglo XX, el autor de este artículo, el Dr. Juan Martínez, plantea otra clase de estafa, en este caso, «piramidal» como la que pudiera darse en torno a nuestro sistema socio-sanitario, sobre todo, con las generaciones venideras,…

 

Madrid, 24 de octubre 2014 (medicosypacientes.com)

«La estafa de Ponzi»

Dr. Juan Martínez, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública

En la Italia del primer tercio del siglo XX la pobreza impulsó a miles de jóvenes a la emigración. La mayoría honrados trabajadores. Algún pícaro también. Los hubo incluso, como el Buscón de Quevedo, quienes quisieron mudar de vida y costumbres, pero ya sabemos que eso es bien difícil.

Carlo Ponzi, un espabilado italiano nacido en 1882 en Emilia-Romagna, realizó su viaje a América en esta época. Sería conocido mundialmente y pasó a la Historia por ser el artífice de la estafa más famosa de todos los tiempos, a saber: ofrecía enormes intereses por una inversión, que se pagaban con el aporte de nuevos inversores.

En realidad la estafa de Ponzi puede funcionar bien por un tiempo, mientras el dinero aportado por los nuevos inversores crece como movimiento uniformemente acelerado. Pero el problema es cuando se quiebra esta aceleración, pongamos por caso por fallo en la confianza, y todo se desvanece como un castillo de naipes. Ponzi, después de pasar muchos años en la cárcel, murió en la miseria en Río de Janeiro.

Este tipo de estafas piramidales ha tenido múltiples secuelas posteriores, mínimamente refinadas (o embrutecidas) como la de Dona Branca en Portugal y muchas otras.

La cuestión relevante es si nuestro sistema sanitario y de protección social pudiera constituir un cierto tipo de estafa piramidal con las generaciones futuras. Mi opinión es que sí, en cierto sentido sí, si no se repone la base de la pirámide de población y sobre todo si se usa el fondo de garantía, como en estos dos últimos años, para «tapar agujeros».

Los cotizantes de hoy serán los usuarios del sistema mañana, siempre y cuando los niños de hoy sean los cotizantes del futuro. Y eso no está garantizado. Primero porque, en síntesis, hay muchos menos niños que adultos y esto ya es dramático en sí. Y en segundo lugar, porque nuestros políticos y agentes sociales son incapaces de dar trabajo ¡a la mitad! de los jóvenes de hoy en día.

La solución de la inmigración era óptima, pero ante la crisis, los inmigrantes están volviendo a sus lugares de origen, e incluso miles de españoles están saliendo al exilio económico o emigración forzada (eso del espíritu juvenil de aventura que decía nuestro alto cargo, hace poco), reduciéndose de hecho la población española.

Nuestro sistema de protección social es solidario. Se basa en la generosidad intergeneracional. El que cotiza hoy no lo hace hacia una caja de previsión o un fondo de pensiones, para sí mismo, con la excepción de algunos pocos (incluyendo algunos conocidos políticos hacia fondos con base en SICAV de Luxemburgo). No permitamos que en el futuro, cuando estos adultos de hoy sean ancianos y precisen, tanto la prestación económica como la asistencia médica y social, se sientan estafados como las víctimas de Carlo Ponzi.

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