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Dr. Germán Castellano: “El aumento de las patologías mentales y psicológicas en niños y jóvenes ocurrió hace unos 15 años, no solo es por la pandemia”

El doctor Germán Castellano es pediatra con una trayectoria de 55 años, ha atendido a tres generaciones de niños torrelaveguenses y se ha jubilado hace 14 de meses, aunque como pediatra de la Seguridad Social lo hizo en el 2008

Su carrera comenzó en Valladolid, donde se licenció en Medicina y Cirugía, e hizo la especialidad en el Jardín de la Infancia de Santander, fundado por Guillermo Arce, después opositó, sacó plaza como pediatra en Torrelavega y, tres años más tarde, montó su consulta privada también en la capital de la comarca del Besaya, en la que su abuelo ejerció de médico, en Cartes, y su padre de enfermero. Si hacemos cálculos, el doctor Castellano ha visto a más de 20 000 niños y ha realizado cientos de miles de consultas durante una carrera de más de medio siglo que ha terminado a los 80 años, aunque podría haber continuado porque está en plenas facultades.   

 
Los reconocimientos a esta prolífera trayectoria han sido muchísimos desde hace años, pero el último deja patente en Torrelavega la impecable trayectoria de un pediatra muy querido por pacientes y ciudadanos a través de una calle que lleva su nombre. En esta entrevista para el Colegio de Médicos de Cantabria, en el que es el colegiado número 1121, Germán Castellano aborda algunos aspectos de la actualidad de la Pediatría como experto en la salud de los niños y de los adolescentes.    
 
¿Ha cambiado mucho la pediatría en este más de medio siglo que ha durado su trayectoria profesional?
 
La relación de los pediatras con niños y familias no ha cambiado, lo que ha cambiado son las patologías.  Hay mucha patología mental y psicológica, pero no por la pandemia, es anterior, desde hace unos 15 años. También ha aumentado la obesidad y el sobrepeso, en la actualidad hay un 18 por ciento de niños obesos y un 40 por ciento con sobrepeso debido a la mala alimentación y a la vida sedentaria. Y quiero destacar que la obesidad es una pandemia y la principal causa de mala salud evitable en el mundo. Por el contrario, han disminuido las enfermedades infecciosas. 
 
¿Es más compleja la labor de los pediatras ahora?
 
No es más difícil, pero en algunos casos hay que derivar a los pacientes a psiquiatría o psicología y vemos que hay una sobreprotección enorme por parte de los padres por la escasez de niños. Hay padres invasivos que no permiten a sus hijos que fracasen. Y desde hace años la pediatría se hace cargo de la adolescencia, antes no era así. Yo he sido presidente de la Sociedad de Pediatría de Cantabria, de la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia en España (SEMA) y el coordinador de la Adolescencia en ALAPE (Asociación Latino Americana de Pediatría).
 
¿Es entonces un  pediatra experto en adolescencia?
 
Si. He coordinado tres libros sobre adolescencia, he viajado mucho a Sudamérica y a Europa para ir a Congresos, y he estudiado minuciosamente esta etapa. Yo suelo decir que la adolescencia es un misterio envuelto en un enigma dentro de una incógnita, y en los últimos tiempos ha ocurrido algo muy curioso:  hay tres adolescencias, de 12 a 14, de 14 a 16 y de 16 a 18 años. Ahora el pediatra tiene que actuar hasta los 18 años, hay cada vez más trabajo, y hay un grupo que yo llamo “los adultescentes”, adolescentes prolongados que no se van de las casas de sus familias. 
 
Es decir, se puede afirmar que la adolescencia actual es más problemática que antes…
 
Si, hay algo que afecta a la adolescencia y es que la familia ha perdido autoridad sobre los hijos, me he encontrado casos de maltrato físico a los padres que implican hasta actuaciones judiciales, y de maltrato psicológico muchas veces.   Yo fundé una consulta joven en el instituto Marqués de Santillana de Torrelavega, pedí permiso a Sanidad, y primero la pusimos en el Centro de Salud y después en el instituto, fue pionera, pero cuando yo me marché de la Sanidad Pública se cerró, sin embargo, ese modelo se instauró en otros lugares, era un trabajo que yo hice altruistamente durante 6 o 7 años. 
 
También fundé hace 10 años -junto con Miguel García Fuentes, catedrático de Pediatría, y Roberto Valdés, master en Nutrición- la iniciativa “Pontesano”, de la que fui presidente hasta hace unos días con el objetivo de luchar contra la obesidad infantojuvenil, que sigue vigente.  Ofrece educación para la salud.   Me sirvió para acercarme más a los adolescentes y me llamaban desde otros sitios de España para exportar el modelo. A muchos pediatras no les gusta la adolescencia pero a mi siempre me ha encantado, y queda mucho por aprender sobre la gestión de la adolescencia. 
 
Torrelavega ya tiene una calle con su nombre y te han dado muchos premios y reconocimientos ¿por qué cree que es tan querido? 
 
Con mis muchas limitaciones, he hecho siempre algo: tratar a la gente como me gustaría que me trataran a mi, y por eso creo que han puesto mi nombre a una calle; en 2008 me hicieron torrelaveguense ilustre, lo hizo Quercus; en 2010, el Marqués de Santillana me nombró alumno ejemplar; y ahora la calle cerca del Ferial de Ganados en dirección hacia Campuzano, que es una calle muy agradable.  
 
Y ¿la saga continúa con tus hijos?
 
No. Tengo cuatro hijos varones y cinco nietos, de ellos cuatro son chicas.  
 
Ninguno es médico aunque tenían cualidades para haberlo sido, sobre todo uno, así que no debí ejercer la suficiente autoridad, como tantos padres.  
 
A lo largo de su carrera ¿hay algo que realmente le ha marcado o impresionado de forma especial?
 
Me marcó un viaje a Ecuador.  Cuando acabó la actividad docente que hacíamos allí, el colega organizador me invitó a conocer una zona de montaña donde había un grupo de niños. Llovía a mares y nos contaron que para ir al colegio tenían que caminar una hora, y ese colegio era una especie de chabola fabricada con cuatro latas y con una mesa. Llevaban de comer una mazorca de maíz para todo el día.   
 
Somos muy afortunados de lo que tenemos aquí, pero no es directamente proporcional a la felicidad de nuestros niños con todo lo que tienen. 
 
Y si hablamos de la tecnología y los hábitos de los adolescentes de hoy…
 
Yo creo que tanta tecnología no es buena, hay una verdadera adicción, están enganchados a los teléfonos, me han llamado ayer –porque aún lo hacen-, porque una niña no duerme porque se va con la tableta a la cama.
  
En relación con la salud, la Universidad de Harvard realizó durante 75 años un estudio continuo del desarrollo humano con 268 estudiantes sanos, graduados entre 1939 y 1944, y 456 hombres nacidos en barriadas de Boston y sin antecedentes penales. Se les sometió a múltiples pruebas y estudios médicos y psicológicos a ellos y a sus descendientes, llegando a la conclusión de que los que más años vivían y con menos enfermedades eran los que tenían estos hábitos: seguían aprendiendo, no abusaban del alcohol, no fumaban, no estaban gordos, aprendieron a superar las adversidades de la vida y amaron y fueron amados. Así de simple en apariencia. Se han escrito docenas de libros de ese trabajo. A los adolescentes solo hay que enseñarles esto. 
 
Sin embargo, la Encuesta del Ministerio de Sanidad de este año sobre el uso de drogas entre los alumnos de Enseñanza Secundaria indica que el 71,9% de los jóvenes cántabros de entre 14 y 18 años reconoce haber tomado alcohol alguna vez (en 2019 eran el 77%); que el consumo de alcohol entre las menores cántabras supera al de los chicos y llega hoy al 79%; y que el 51% de las chicas se ha emborrachado en el último año frente al 39% de los chicos. 
 
Y, para terminar, quería nombrar a algunos clásicos como Hesiodo, del Siglo VIII  A.C.,  que decía que “no veo esperanza para el futuro de la humanidad si esta depende de los jóvenes frívolos de hoy”,  y  aquí estamos; o a Sócrates, del  Siglo  IV A.C., que decía que “nuestros jóvenes tienen pésimos modales, aman el lujo, muestran poco respeto por los superiores, prefieren la conversación insulsa al ejercicio,  son los tiranos y no los siervos de los hogares,  no se levantan cuando alguien entra en su morada, no respetan a los padres, conversan entre si cuando están en compañía de los mayores, devoran la comida y tiranizan a sus maestros”. Pero no hay que ser tan pesimistas. 
 
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