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«Doctor, mi padre tiene un cáncer: no se lo diga»

La demanda, por parte de los familiares, al médico de que no se informe al paciente sobre una enfermedad terminal, aunque cada vez es menos frecuente, sigue siendo habitual en la consulta médica y plantea muchos problemas a los galenos

Madrid, 26 de noviembre 2012 (medicosypacientes.com)

 

«Doctor, mi padre tiene un cáncer: no se lo diga». Esta demanda, aunque cada vez es menos frecuente, sigue siendo habitual en la consulta médica y plantea muchos problemas a los galenos.

Hasta finales de los años 60, el paciente era concebido por el sistema sanitario, y por tanto por su médico, como una persona que sufría por tener una enfermedad y que había que curar, ya fuera con o sin su consentimiento, y con o sin su conocimiento. Esta actitud, llevada a sus últimas consecuencias, causaba que se le negara la verdad sobre un funesto desenlace vital, aunque éste fuera más que evidente.

A partir de los 70, el paciente va tomando conciencia de su lugar dentro de la sanidad, y exige para él un trato de protagonista en el hecho de su enfermedad; este cambio de mentalidad, que es social, se da tanto en los enfermos como en los médicos. Desde entonces el paciente ha ido adquiriendo autonomía y pide al médico que le explique bien y con claridad su enfermedad, y sus alternativas de tratamiento y/o curación, haciendo en muchas ocasiones aportaciones en su proceso mediante artículos o información que él mismo ha buscado.

En este contexto a los médicos nos deja un poco perplejos esa actitud familiar de ocultación, que aunque sea por un loable motivo, tiene un sesgo sobreprotector que no parece acorde con la filosofía social actual.

En mi experiencia personal me he encontrado, con más frecuencia de la deseable, en situaciones en las que los pacientes que sufren una enfermedad terminal y a los cuales su familia les ha ocultado su pronóstico, me piden por favor que oculte a su familia que ellos ya lo conocen, para así evitarles el disgusto y el malestar de relación que ello supone, circunstancia esperpéntica que sólo contribuye a incrementar el sufrimiento y la soledad del enfermo.

A los familiares les suelo referir que en la vida muchos queremos no dejar cuentas pendientes con los que aquí se quedan, y no es raro el que cuando un paciente sabe que va a morir, intente acercarse a ese hijo con el que no se hablaba, a ese hermano del que se distanció, o a ese vecino con el que se estuvo incordiando durante años; o quizás quiera hacer un reparto de sus bienes, o simplemente despedirse. También les cuento que los enfermos, sean creyentes o no, al saber que van a morir pronto, tienen miedo a ese vacío que sienten que se les acerca, y necesitan agarrar la mano de un ser querido, o contar su miedo a alguien, y para ello debe reconocérsele ese estatus social de personaquevaamorirenpocotiempo. Si así no consigo que la familia comprenda este punto de vista, recurro al artículo 12 de nuestro código deontológico, que en uno de sus párrafos dice: es un deber del médico respetar el derecho del paciente a estar informado en toda y cada una de la fases del proceso asistencial, y tras ello le suelo preguntar al paciente, en privado, si quiere saber toda la información sobre su enfermedad o delega ésta en su familia.

A partir de ese momento comienzo una nueva relación con el paciente.

Juan Manuel Garrote Díaz
Médico de Familia

 

 


 

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